​Problemas de empleo y sus diversas interpretaciones

El ministro de Trabajo, Pablo Mieres, estuvo en Salto acompañado por otras autoridades ministeriales y presentó el informe Análisis del Mercado Laboral, correspondiente al vecino departamento, y que comprende el período entre 2018 y 2022, con el fin de poner la lupa en el contexto local.

Así llega al litoral del país, donde se registran –en algunos casos– cerca del doble del desempleo que en el promedio nacional, que es de 7,8%, según el Instituto Nacional de Estadística. Es una zona que sostiene un problema estructural, donde la variable sensible –más allá de las interpretaciones– es el empleo y la magnitud que adquiere hoy la diferencia cambiaria.

Precisamente, el comercio y los servicios se mantienen estancados, cuando antes generaban la mayor cantidad de empleos. En los departamentos de frontera, pero también en el país. Las bajas ventas son notorias en el tercer trimestre del año, de acuerdo a la Cámara de Comercio y Servicios. Y si hubo un leve aumento en Montevideo, no fue así en el Interior.

Las pequeñas y medianas empresas han sufrido los mayores descensos, con caídas en la facturación entre 7 y 3% respectivamente. En el caso de las grandes empresas, se dio a la inversa con un crecimiento por encima del 2% en ese mismo período. A nivel general, las inversiones y expectativas de contratación de personal se mantuvieron estables y pasaron de 52 a 53 puntos, de acuerdo a la estadística de la cámara comercial.

La informalidad ha crecido en la región y Uruguay no permanece ajeno a esta realidad. El último informe de la Federación Internacional de Administradoras de Fondos de Pensiones (FIAP) analizó las instrumentación de políticas públicas resueltas por los países en la región de las Américas para enfrentar estas contingencias sociales.

Una de las problemáticas es la elevada informalidad laboral que abarca entre 50 y 60% de los trabajadores de la región sin aportes a los sistemas previsionales. Otro aspecto a considerar es la diferencia entre los datos que maneja la FIAP y el Instituto Nacional de Estadística (INE) para Uruguay. Mientras la federación señala que hay un 34% de informalidad en el mercado laboral uruguayo, el organismo estatal asegura que julio marcó 21.9%. Los elevados costos de contratación, la debilidad en el control de los organismos fiscalizadores y la desconfianza de los trabajadores en el sistema, “alimentada muchas veces por mitos que los sectores políticos construyen”, explican los altos índices de incumplimiento, según la FIAP.

En forma paralela, el desempleo en los jóvenes también es un problema de larga data. Las cifras cerradas a julio indican que afecta al 43,2% de la población entre 14 y 24 años, así como al 11,7% de las personas entre 25 y 29 años. Entre quienes consideran que el sistema educativo –particularmente la educación media– no brinda las herramientas para la inserción laboral y entre quienes rechazan esa idea, transita la realidad.

Alcanza con observar lo que han realizado otros países con cifras similares de PBI y perfil poblacional a Uruguay, para mejorar las cifras de inserción laboral de los jóvenes una vez que finalizan sus trayectorias educativas. Porque también habrá que entender que finalizar un ciclo educativo no implicará necesariamente obtener aprendizajes. En los currículos pesan los conocimientos adquiridos, lenguas extranjeras y conocimientos sobre nuevas tecnologías. El mercado laboral es cada vez más demandante a nivel global, pero encuentra a Uruguay con adolescentes y jóvenes que interrumpen su ciclo educativo. De hecho, las áreas que históricamente han brindado mayores fuentes de empleo no exigían una mayor escolarización. Por ende, tampoco corresponden a los mejores salarios ni a áreas con posibilidades de expansión personal.

Eso se vive y se observa en el Interior. Es posible que la mirada con los ojos instalados en la capital del país o la zona metropolitana tenga otra lectura. Pero al norte del río Negro, no se puede medir con la misma vara.

Incluso, el desempleo estructural abarca a la población que no finalizó la educación media superior y ante el bajo capital humano, registran los mayores problemas de empleabilidad. Las posibilidades de acceder a un empleo estable serán más difíciles y las razones no están asociadas a la edad, sino a las dificultades del egreso educativo.

Pero el desempleo no es el único problema del campo laboral. Implica, también, buscar trabajar más y no poder hacerlo. Y es una limitante no solo en los jóvenes, sino en la población en general, donde crece el desaliento.

En líneas generales, no se vuelve tan visible la calidad del empleo que es un dato relevante cuando ocurren contingencias sanitarias –como la última de COVID-19– o shocks en las economías, como la crisis del año 2002 en esta región. Los trabajos rutinarios o de baja productividad comprenden a áreas vulnerables y susceptibles que están expuestas a transformaciones a través de las nuevas tecnologías.

Si no aumentan los niveles de formación en los sectores con mayor empleabilidad, continuarán en trabajos elementales. Las estadísticas –oficiales y no tanto– así lo demuestran.

El mundo pospandemia hizo aumentar el miedo por perder el empleo y es un asunto que preocupa a quienes se encuentren en condiciones de desventaja en cuanto a capacitaciones o niveles de conocimiento. Es que las transformaciones en el campo laboral no se instalaron por procesos, sino de tal forma que obligó a tomar decisiones rápidas.