Seguir en piloto automático

La persistente incertidumbre sobre el panorama global de la economía, cuando todavía es impredecible determinar las consecuencias eventuales de la persistente guerra en Ucrania, se manifiestan con fuerte impacto en países que, como Uruguay, tienen un débil mercado interno y dependen fuertemente de sus exportaciones, sobre todo de carácter primario y provenientes de la producción agropecuaria.

En esta materia nadie tiene la bola de cristal ni tampoco sería pertinente formular predicciones sobre escenarios pasados, extrapolando parámetros, los que en muchos casos no son aplicables, porque el mundo ha cambiado, como así también el talante de los potenciales inversores, y una cosa es solo decir lo que puede pasar y otra muy distinta decidirse a invertir capital en emprendimientos de riesgo.

Asimismo, está el componente político-ideológico de los gobiernos, sobre todo cuando se presentan próximos desafíos electorales, y se opta por medidas facilistas a efectos de no poner de mal humor al electorado, pese a que el sentido común, a mediano y largo plazo, indique otra cosa.
Y por supuesto, la inflación es uno de los parámetros que los gobiernos han intentado contener mediante medidas dirigistas u oportunistas, que son pan para hoy y hambre para mañana, y sobre todo porque como ocurre con los medicamentos, lo que se aplica tiene contraindicaciones para otros aspectos, en este caso de la economía.

Un caso ilustrativo es el tipo de cambio, es decir el valor del dólar, para simplificar el concepto, fundamentalmente en un país en el que si bien no circula oficialmente la moneda dólar, su valor es omnipresente a la hora de la toma de decisiones e influye contundentemente sobre el tema de los precios, tanto de los productos importados como en cuanto a bienes y servicios locales. Por lo tanto, un dólar contenido –como ha ocurrido prácticamente durante todos los gobiernos– es un factor preponderante para situar la inflación en límites más o menos aceptables, aunque con un alto grado de distorsión sobre sectores de la economía.

En este contexto, tenemos que la Confederación de Cámaras Empresariales de Uruguay expresó que le “preocupa mucho” la baja inserción internacional del sector productivo y exportador del país a lo que, estima, el Gobierno hizo “esfuerzos importantes”, pero “los resultados no han llegado”.
Así lo expresó esta semana el presidente de la Confederación de Cámaras Empresariales (CCE), Diego O’Neill, al culminar una asamblea en la que los empresarios analizaron la situación del sector privado uruguayo en el actual escenario internacional.

O’Neill destacó que “Uruguay no tiene tratados comerciales para ingresar a nuestros destinos comerciales sin aranceles. y nos posiciona en situación de mucha desventaja frente a nuestros competidores que sí tienen acuerdos y no tienen aranceles, por lo tanto, la estrategia de inserción internacional es un tema que preocupa”.Según el presidente de la CCE, si bien el gobierno de Luis Lacalle Pou hizo “esfuerzos importantes”, como apostar a “la flexibilización” del Mercosur, emprender negociaciones con China, o solicitar el ingreso al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (Cptpp), los resultados “por ahora no han llegado”.

“Entendemos que esta administración está haciendo cosas. No estamos teniendo mayores resultados, ojalá los haya, pero todavía no se han visto, entonces nosotros nos estamos adelantando. Si esta estrategia no da resultados, probablemente haya que dar una discusión más profunda de cómo se sigue”, añadió en esta línea.
Por otro lado, O’Neill valoró que la CCE sigue también con preocupación el “atraso cambiario” de Uruguay con respecto al dólar, a lo que, indicó, el país está “en una trampa del atraso cambiario” de la que “es muy difícil salir”.

“Ha habido algunas reducciones de la tasa de interés y el dólar prácticamente no se ha movido, porque estamos en un escenario global de debilidad; entonces eso indudablemente sigue afectando y erosionando la competitividad”, acotó. También dijo que es “insostenible” la diferencia de precios con la vecina Argentina.
Consideró que en caso de un cambio de gobierno, “igual nosotros entendemos que vamos a seguir teniendo una diferencia cambiaria importante por un tiempo prolongado”.
Ese es el punto, porque Uruguay sigue teniendo inflación en dólares, y por lo tanto las exportaciones siguen reportando menos pesos –añadido ello a un descenso en los precios internacioanles en los últimos meses– y los costos internos, aún con inflación de un dígito– se proyectan sobre los valores de exportación, lo que mete en una encerroana a los exportadores, como lo señala repetidamente la Unión de Exportadores del Uruguay.

Una pauta de la problemática la señalan economistas como Grabiel Oddone e Ignacio Munyo, al enfatizar que un contexto internacional que impacta en la competitividad, una legislación laboral que necesita modernizarse y una coyuntura regional que aporta intranquilidad, son solo algunos de los factores que determinan el contexto económico de Uruguay y generan más dudas que certezas entre los empresarios.

“Está claro que la economía atraviesa una situación de mayor incertidumbre. Esto tiene que ver con un escenario internacional más complejo y más incierto, y un escenario regional más convulso”, resumió Gabriel Oddone, socio de CPA Ferrere y responsable de los Departamentos de Análisis Económico y Finanzas.
A su vez, el economista Ignacio Munyo, profesor y director del Centro de Economía del IEEM y consultor de negocios de Grant Thornton, consideró que “se puede hablar de que hay incertidumbre en la economía nacional, originada a nivel global”, señalando que la economía atraviesa una situación de mayor incertidumbre vinculada a un escenario internacional más complejo y un contexto regional más convulso.

Oddone recordó que “en el período 2003-2014 teníamos tres condiciones favorables para la economía de la región. Una eran las tasas de interés bajas, sobre todo a partir de 2008 después de la crisis de subprime, lo cual daba financiamiento relativamente barato y abundancia de capitales para la región y, por tanto, mucha inversión extranjera. En segundo lugar, como consecuencia de esas tasas bajas, teníamos un dólar bastante débil y precios de commodities altos. Por último, había un escenario de crecimiento económico regional, jalonado por estos estímulos externos. Esas tres características de alguna forma más o menos permanente se fueron diluyendo a partir de 2014, y las economías con más fragilidades como las de Argentina, Brasil y Venezuela, quedaron más expuestas al escenario internacional menos favorable”.

Es decir, palabras más, palabras menos, seguimos ante sacudones externos que nos dejan cual hojas azotadas al viento, y porque además medidas “cantadas” para recuperar competitividad, como una modificación del tipo de cambio, que más o menos contemplaría al sector exportador, tendría un alto costo político y social, de fuertes consecuencias inflacionarias en el corto plazo.
Y el gran problema es que no hay a la vista respuestas que den certezas en el corto plazo, porque en esta delicada trama cualquier carta que se toque haría caer el castillo de naipes, ante un tipo de cambio que es gran parte del problema –pero no el único– y también forma parte de una relación causa-consecuencia. Pero no es cosa de un día ni de un año, e implica fuertes costos, lo que explica que la “solución” hasta ahora, es seguir en piloto automático, como lo han venido haciendo los sucesivos gobiernos.