Escribe Ernesto Kreimerman: Biden y Xi Jinping lo intentarán una vez más

A mitad de semana se reunirán aprovechando la coincidencia de concurrir a una conferencia económica en San Francisco. Ya pasó un año desde la cumbre de Bali, donde dos viejos conocidos compartían la necesidad de reforzar la idea de reuniones directas, con tensiones administradas.

Está en la agenda principal de preocupaciones de los dos principales de Estados Unidos y China. La ocasión es propicia. Los dos, Joe Biden y XI Jinping se reunirán este miércoles cuando coincidan en la conferencia del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, que se desarrollará en San Francisco. Unos y otros reconocen que desde entonces no han mantenido ninguna comunicación directa desde la última cumbre de Bali.

Para reenfocar la agenda, han surgido muchos elementos no previstos que han puesto tensión y complejizado todo. Según intervenciones en los medios de comunicación de este fin de semana, expresadas anónimamente, quizás el propósito principal sea intentar estabilizar las relaciones entre ambos.

Pero hay un elemento que distorsiona el propósito fundamental, coincidir en la definición de los elementos principales para poder administrar la competencia o rivalidad con China. Las tensiones y conflictos en la vieja Europa y el estallido hace un mes en Medio Oriente, hacen más difícil encontrar un camino posible, compatible con ese fin.

En el caso de Biden, en el último mes la administración demócrata debió gastar energías y concentrar recursos tras el ataque terrorista de Hamas, que en unas pocas horas costó unos 1.400 muertos y, algo más doloroso, más de 240 rehenes en la zona Gaza. La respuesta militar israelí ha sido muy enérgica, pero las respuestas diplomáticas a la reacción israelí están generando situaciones inéditas, que tensan las relaciones de Estados Unidos en el extranjero, instalando una más profunda incertidumbre.

Analistas de la Casa Blanca tampoco ocultan, como parte de las conclusiones, el temor que se ha instalado provocando el temor de que este nuevo capítulo de la crisis se convierta en una guerra regional, que lejos de canalizarse y acotarse, crece en dimensiones y riesgos.

Distraídos…

Biden se ha concretado estas semanas en intentar persuadir a los republicanos que, paradójicamente, están cada vez más escépticos, para que sigan apoyando y, por tanto, enviando apoyo militar significativo para Ucrania, abocada a contener y forzar el retiro de la invasión rusa de su territorio.
Sin transparentar elementos de estas estrategias, el staff de Biden reconoce lo gravoso de cargar con las necesidades de Ucrania para hacer frente a la guerra con Rusia y también al conflicto entre Israel y Hamas, y las acciones israelíes en la Franja de Gaza. A esas complejidades se suma una fundamental, y fundamento de la mirada estratégica de los Estados Unidos: sostener el enfoque en Asia.

El volumen de las acciones que funcionarios de alta responsabilidad, desde los secretarios de Estado y Defensa, sumando al jefe del Estado Mayor Conjunto y al embajador ante las Naciones Unidas, se encuentran desplegando en la región del Indo-Pacífico esta semana que ha terminado, es significativo del esfuerzo de la administración Biden. Por ejemplo, la reunión con el presidente indonesio ha sido agendada para mañana, lunes 12. Luego, todos los estadounidenses volarán con destino a San Francisco.

Preocupaciones

Los estadounidenses esperan que China reafirme su comprensión de la coyuntura y efectivamente se asuma como un protagonista trascendente. También esperan que en ese diálogo para la competencia intensa se practique una diplomacia intensa capaz de administrar las tensiones, para que la competencia nunca descarrile, y alcance características de conflicto o confrontación incluso bélica.

Aunque genere dudas la siguiente afirmación, es una tentación coincidir con ella: la violencia, o la ascendente violencia en Gaza, y la guerra Rusia-Ucrania subraya que Estados Unidos y China son sensibles a admitir la existencia de un interés compartido en la estabilidad global.

Quizás con el siguiente agregado conceptual se complete la descripción de las definiciones estratégicas más profundas: a pesar, o más allá, de la tensa relación entre Estados Unidos y China, ninguno de los dos se beneficia del caos regional. En suma, comparten la idea de que una economía global estable facilitaría el camino a ese tiempo de administración de las tensiones, de las diferencias.

La reunión de Bali había alentado la sensación de que se estaba frente a relaciones más favorables a soluciones ganar-ganar. Pero ese estado de ánimo se fue agotando rápidamente. Después de esos retrocesos, se postergaron unos encuentros y se cancelaran otros. Pero en las últimas semanas, se fueron sumando señales en el sentido de reconsiderar las frustraciones para iniciar un nuevo camino.

Así, Blinken visitó Pekín y se reunió con Xi Jinping. Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional, se reunió con el ministro de exteriores china, Wang Yi, en Washington. En ese mismo sentido, la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, el enviado especial para el clima, John Kerry, el director de la CIA, William Burns, y la secretaria de Comercio, Gina Raimando, visitaron China en los últimos meses. Construyeron una agenda de trabajo. A saber, control de armas, incertidumbres sobre transporte marítimo y logística. Además, cuestiones de deuda.

Los problemas de cada uno

China está haciendo frente a una delicada situación del mercado inmobiliario y una crisis aguda de deuda de los gobiernos locales que ha afectado, desacelerando, el crecimiento. Estados Unidos muestra tensiones de tasas y en el mercado de trabajo. Áreas que impactan rápidamente en el humor de los electores.
Existe la idea extendida que Biden y Xi intentarán reinstalar los canales de comunicación de crisis. En particular, en asuntos militares y de defensa para tratar áreas de preocupación compartida, como cambio climático y estabilidad macroeconómica. Otros temas, en los que se conoce el desacuerdo, como la guerra de Ucrania, los derechos humanos, las disputas en el Mar de China Meridional e incluso una posible interferencia electoral china en Taiwán, podrían empezar a tener su propia agenda e interlocutores.

En esta metodología de trabajo, Biden intentará persuadir a Xi Jinping para que contribuyan positivamente en los esfuerzos diplomáticos con Irán, en acotar la guerra entre Israel y Gaza. Biden no oculta su preocupación de que Irán deje de alentar a Hezbolá libanés a sumarse al conflicto. En ese sentido, Hezbolá ha lanzado provocativos ataques amenazando instalar un frente de batallas nuevo.

Buenas expectativas

Biden y Xi son dos viejos zorros que se conocen de hace por lo menos doce años. Esta reunión en San Francisco será la segunda reunión en persona, con ambos a la cabeza de sus gobiernos. Xi vuelve a Estados Unidos después de una larga ausencia.
La administración Biden visualiza a China como el desafío estratégico fundamental de largo plazo, el más trascendente para Estados Unidos. China, en otras palabras, prefiere producir y comerciar, antes que recorrer un camino al infierno, siempre pavimentado de buenas intenciones.
Los dos saben, porque se conocen muy bien, que el futuro de todos depende de ellos, de sus capacidades de construir escenarios de cooperación, de administración de sus crisis. Pero aunque parezca una perogrullada, también el futuro de ellos está condicionado al éxito o fracaso de estas instancias. Las expectativas son buenas.