“El mundo se ha enlentecido, las tasas de interés han subido, por lo tanto el costo del financiamiento se ha encarecido para todos los sectores productivos y los precios internacionales de lo que Uruguay exporta al mundo se han estancado”, reflexionó el economista Ignacio Munyo, director del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres), en una mirada sobre la realidad económico financiera mundial.
No son apreciaciones dichas a la ligera ni mucho menos deben ser tomadas como tales, sobre todo en lo que respecta a nuestro país, que es tomador de las situaciones del escenario internacional y por supuesto, altamente vulnerable a sus avatares.
En su momento, a principios del nuevo milenio y hasta 2014 aproximadamente, nuestro país gozó de una década con viento internacional a favor, en la que los precios de nuestros commodities tuvieron récords, y los intereses internacionales nos favorecieron ampliamente, por lo que hubo un período en que lejos de la realidad actual, había condiciones propicias para el crecimiento económico y sobre todo, lo que es más importante, intentar acompañar y promover ese crecimiento con sustentabilidad, con desarrollo, con reformas estructurales para reducir precisamente esa vulnerabilidad.
Pero todos sabemos cómo es la historia, por cuanto lejos de actuarse con criterio se incrementó el gasto estatal incluso por encima de lo que crecían los ingresos, generando compromisos y deudas que debieron y deben todavía afrontarse en tiempos en que la economía ha sufrido las consecuencias de un escenario internacional mucho menos favorable.
Debe tenerse presente que históricamente en nuestro país las dificultades que se atraviesan prácticamente sin solución de continuidad han dado como resultado que los sucesivos gobiernos, por culpas propias y de los que los antecedieron, han debido atender urgencias que han demandado recursos y tiempo que se han utilizado en apagar incendios, postergando la atención de los problemas importantes.
La única forma de superarlo es mediante políticas de Estado y acciones que solo pueden encararse con éxito cuando se ha logrado incorporar la infraestructura necesaria para apoyar a los sectores productivos, los creadores de la riqueza, que luego se recicla en todo el tramado socioeconómico.
Sobre todo el Uruguay es un país en esencia agrodependiente, y este y otros sectores, desde el ámbito privado, son los que mueven la economía, los que aportan sistemáticamente para sostener el aparato estatal, las inversiones, el pago de salarios, la amortización de la deuda, el funcionamiento de los organismos que están en la primera línea en la contención social.
Ergo, con el escenario que describe Munyo, no es difícil inferir que con las dificultades derivadas de los precios internacionales y los intereses ya más gravosos, se potencian problemas hacia lo interno para poder contar con los recursos que se redistribuyen –no siempre bien– en el tramado interno y en atender situaciones que solo puede hacer el Estado, el que administra los aportes que se vierten a través de impuestos y cargas sociales, los que generalmente son insuficientes para satisfacer todas las demandas, las que además se incrementan justo en tiempos de crisis, cuando merma la recaudación por concepto de una menor actividad.
El advenimiento de la pandemia, por ejemplo, dejó al desnudo una serie de problemas que se arrastran desde la “década de oro” que tuvimos con el viento de cola internacional, pero que fue desaprovechada precisamente por la actitud de “vivir al día” y pretender que con un mayor gasto público se abordaran políticas asistencialistas que atendieran las desigualdades sociales, cuando ello es pan para hoy y hambre para mañana, por cuanto se hizo sin sustentabilidad.
Es decir, no se tuvo en cuenta que la economía en el mundo se mueve por ciclos, y que a un período bueno le sigue uno malo y viceversa, por lo que sobre todo para países como Uruguay es menester cuidar y administrar criteriosamente los recursos adicionales que se logran en los años buenos, para atenuar el impacto de los períodos en que la rueda de la economía gira hacia el otro lado.
El economista señala precisamente, que “el viento a favor que tuvimos a la salida de la pandemia en la actualidad ya no está. En la región, Brasil se está moviendo positivamente, la economía crece más de lo que se esperaba, pero sin embargo, por el lado de Argentina, tenemos lo que todos sabemos: un gran caos, una gran incertidumbre, donde va a haber una situación de ajuste, se va a tener que acomodar la casa, porque la situación es insostenible”.
En nuestro país, analizando en retrospectiva el año que finaliza, nos encontramos con que la menor actividad que se ha dado en los últimos meses, agravado ello por la sequía que hizo que se evaporara en menos de un año un monto no inferior a los dos mil millones de dólares por los problemas en el agro, ha hecho que el déficit fiscal resulte más difícil de abatir, y más aún cuando la invasión rusa a Ucrania trajo aparejada una fuerte inflación mundial, que recién ahora está aflojando.
Que afloje la inflación luego de los picos que ha tenido es una buena noticia, pero no es el único parámetro de la economía que debe tenerse en cuenta, sino que influye la situación del salario real, la relación cambiaria, con un dólar planchado que impacta en la competitividad, y los precios internacionales, entre otros factores que no dependen muchas veces de las medidas que se adopten en lo interno.
De ello da cuenta precisamente Munyo, al señalar que “es importante tener claro que una parte importante del partido se juega afuera, independientemente del año electoral, porque a veces estamos demasiado pendientes de lo que pasa acá, cuando hay factores externos que para la economía uruguaya, por lo menos en el corto plazo, son absolutamente determinantes”.
Pero en todos los casos, con viento a favor o en contra, lo básico es aprender de los errores –uno de los cuales es por cierto seguir pateando la pelota hacia adelante para no pagar costos políticos por medidas necesarias pero impopulares cuando se acercan los tiempos electorales– y establecer la regla de oro de llevar adelante políticas contracíclicas, por encima de la tentación de gastar lo que no se tiene, lo que significa destinar parte de los recursos adicionales a un fondo de contención y de respaldo para cuando el ciclo se revierta. Lo que hasta ahora ningún gobierno ha podido o querido hacer, lamentablemente.
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