Atacar al Inumet no es el camino

En los últimos días, el intendente departamental Nicolás Olivera formuló declaraciones en los medios capitalinos relacionadas con los fenómenos meteorológicos sufridos en nuestro departamento y sobre el papel desempeñado por el Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet). De acuerdo con Montevideo Portal, ante “la consulta de si Inumet les había advertido, Olivera respondió: “La alertaba naranja estaba, sí, le dio en el blanco con que iba a haber tormentas. Nosotros los intendentes presidimos el Comité Departamental de Emergencia y no sé cuántas alertas tenemos por mes y, afortunadamente, casi nunca pasa nada”. Sin embargo, luego apuntó: “Si yo le tiro 30 advertencias por mes, a alguna le voy a pegar. Yo sé que es mejor prevenir que curar, pero hace pocos días tuvimos varios días de alerta que no pasó nada, no hubo viento ni para remontar una cometa”. En este sentido, recomendó a Inumet “entrar un proceso de sintonía fina o de mayor precisión en lo que tiene que ver con los pronósticos”.

Las declaraciones de quien es la principal autoridad pública del departamento son muy desafortunadas, máxime cuando se formulan en una época en la cual, lamentablemente, eventos meteorológicos como los que azotaron Paysandú hace algunos días son cada vez más comunes pero a su vez erráticos, lo que demanda de todos los habitantes y especialmente de las autoridades, una especial sensibilidad y una clara señal de que las indicaciones de las autoridades con competencia en estos temas debe ser escuchada, atendida y acatada. ¿Qué colaboración podemos solicitarle a la población si el mensaje del Inumet es subvalorado (cuando no ridiculizado) por quienes tienen responsabilidades directas en la materia? ¿Cuál es el mensaje que la propia Intendencia Departamental transmite al Centro Coordinador de Emergencias Departamentales (Cecoed) con este tipo de declaraciones? Tratar al Inumet como si fuera una “tómbola meteorológica” bajo una lógica encubierta de “otro que tire y pegue” que no aporta nada a las necesarias tareas de prevención y ayudan a banalizar el importante sentido de responsabilidad individual que cada uno debe asumir ante los pronósticos de ese organismo.

Por otra parte, es llamativo que él como intendente no esté informado que durante muchas de esas advertencias, que ciertamente abarcan un área bastante más extensa que un departamento, si bien puede que en Paysandú no se produjeron vientos “ni para levantar una cometa” sí se volaron casas del otro lado del Daymán, en Salto, o se fotografiaron tornados en Soriano, a igual distancia, que afortunadamente se dieron en zonas rurales completamente despobladas.
Como sucede con frecuencia, los seres humanos somos reticentes a asumir las consecuencias de nuestros actos y eso puede resultar especialmente trágico cuando nos referimos al clima, pero lo cierto es que “no hay más perro que el chocolate”: servicios como el Inumet dan a conocer sus pronósticos y sus eventuales advertencias, pero la decisión final de ponerme a resguardo en un lugar seguro o exponerme a la intemperie es siempre de cada uno de nosotros. De acuerdo con el diccionario panhispánico de la Real Academia Española, por la expresión “predicción meteorológica” debe entenderse el “conjunto de actuaciones que, siguiendo una metodología determinada y a través de los resultados de los modelos numéricos de predicción, van dirigidas a definir el valor más probable de los parámetros de tiempo (nubosidad, fenómenos significativos, temperatura, etcétera), su intensidad o la distribución espacial y temporal”. La propia definición deja en claro elementos de vital importancia para entender el alcance de este tipo de tarea, ya que se hace mención a “modelos numéricos de predicción” y del “valor más probable de los parámetros de tiempo”, por lo que nadie puede suponer, imaginar o exigir que se trata de una ciencia exacta. Y cuando Inumet emite una alerta de color naranja, amarillo o rojo, eso no quiere decir “va a pasar algo horrible” sino que “están dadas las condiciones para que ocurra un evento potencialmente muy dañino o hasta catastrófico. Cada uno tiene la libertad de prevenirse o, eventualmente, pensar como el intendente y no hacer nada, jugándosela a la ruleta rusa con la naturaleza. Al fin y al cabo no se trata de defender “a capa y espada” a Inumet sino de tratar de entender cuál es la tarea de dicho organismo y cuál es el verdadero alcance de sus advertencias, ya que resulta absolutamente imposible pronosticar que junto a un bosque de eucaliptos o una portera específica en una zona indicada con alerta naranja caerá granizo o si lo hará a doscientos metros de distancia.

Las alertas de Inumet incluyen zonas donde pueden ocurrir determinados fenómenos, pero ello no quiere decir que la totalidad de ellas se vean afectadas o que lo hagan tan solo algunas, de la misma forma que muchas veces se registran tormentas, vientos o granizo en una localidad determinada, pero ello no sucede en una población cercana. Hace algunos años, el meteorólogo Daniel Vázquez Melo sostuvo que “las predicciones meteorológicas y climáticas son estimaciones de un evento, para una región y período determinados. Pero en ambos casos, la estimación conlleva inevitablemente un ‘error’, es decir, una diferencia o desvío entre lo que se anuncia que habría de ocurrir y lo que finalmente ocurre. Todas las fuentes de predicción meteorológica y climática nacionales o extranjeras, públicas o privadas, institucionales o personales, tienen error en sus proyecciones”.

Así las cosas, el mensaje del intendente Olivera es también inoportuno y desacertado por varias razones; en primer lugar porque pone en duda la credibilidad de un organismo que debe advertir nada menos que sobre eventos que tienen el potencial de costar vidas humanas.

Las alertas de Inumet son una herramienta y como tal son perfectibles. Quizás deberían cambiarse y una posibilidad menos alarmista que seguramente dejaría mejor posicionado al instituto oficial es dejar de emitir alertas de color y presentar e través de las redes una imagen de radar climatológico donde se presenten las condiciones presentes y de las horas siguientes, con colores donde los usuarios puedan apreciar con sus propios ojos lo que está sobre sus cabezas y que cada uno resuelva qué hacer con esa información. Así lo hacen muchas de las agencias que en el imaginario colectivo son “infalibles”, las cuales no advierten nada en concreto para ninguna ciudad o población, y de esa forma siempre están en lo correcto, porque si de repente un tornado arrasa con un pueblo estarán las imágenes mostrando que la tormenta estaba allí, y si por el contrario no hubo viento “ni para volar una cometa”, en definitiva nadie advirtió nada.

Lamentablemente la frase “si yo le tiro 30 advertencias por mes, a alguna le voy a pegar” de un jerarca de la talla del intendente departamental –que además preside el Cecoed– es muy poco feliz porque transmite la idea a la población de que las advertencias de Inumet son antojadizas y que no deben ser tomadas en serio. Y ese es un camino muy peligroso. Sin ir más lejos hace muy poco en Colonia hubo quienes decidieron ignorar los avisos del organismo, emitidos incluso con días de anticipación, y esa decisión costó la vida de un niño. Seguramente a 100 kilómetros de allí no voló una mosca, pero ese día en la localidad de Santa Regina un temporal bien advertido produjo una tragedia.

Hay que tener en cuenta que, el camino elegido por el Intendente, donde la crítica constructiva se deja de lado y se utiliza una lógica de “vale todo” para sonar simpático con la comunidad no aporta nada a la construcción del bienestar de los ciudadanos. Si la Intendencia no pretende de ahora en más dedicarse al pronóstico del tiempo, dejemos que lo sigan haciendo quienes saben del tema (Inumet) y no caigamos en la tentación de opinar con ligereza de temas que no conocemos adecuadamente y que pueden llevar a la población a no respetar las advertencias meteorológicas, algo que traería consecuencias muy dolorosas.