La música uruguaya despide a Roberto Darvin

Roberto Darvin cantando en Paysandú, en agosto de 2017.

“El día que yo me muera/ por Dios, no me manden flores/ mándenme siete tambores/ repicando por la acera”, decía en una de sus canciones Roberto Darvin, el músico montevideano fallecido el miércoles 21, a los 82 años. Muy querido y respetado por sus colegas, está considerado uno de los compositores populares más talentosos que ha dado Montevideo. Su legado artístico incluye canciones como “Calle Yacaré”, “Jacinto Vera”, “No me manden flores”, “Milongón del Guruyú”, “El que avisa no es traidor”, “Fronteras”, entre muchas otras.

Cantor, compositor, notable guitarrista, fue un artista de perfil bajo, de quien se dice que llegó a ser más reconocido en el exterior que en su propio país. No sucede lo mismo con sus canciones, muchas de las cuales ya son parte de la memoria colectiva. Cultivó una música muy ecléctica, en la que el candombe, la milonga y el milongón se alternan con aires caribeños y de otras latitudes. Musicalizó a grandes poetas, y fue él mismo autor de letras que transmiten afecto, autenticidad, humor y sabor de barrio.

Quien esto escribe comenzó a escucharlo en la adolescencia, a partir de un viejo disco de vinilo. Unos años después, su nombre apareció en los créditos de “Aquello”, memorable disco de Jaime Roos en el cual Darvin colaboró como arreglador, guitarrista y cantante. Después, sus canciones empezaron a hacerse notar en los repertorios de uruguayos como Pareceres, Washington “Canario” Luna, Pablo Estramín, o el ya mencionado Roos, pero también en los de artistas internacionales como la española María Dolores Pradera, la argentina Adriana Varela o la cubana Celia Cruz.

Nacido en Montevideo el 28 de enero de 1942, comenzó a volverse muy popular a fines de los años ’60 por sus apariciones en el programa televisivo “Discódromo Show”. Grabó sus primeros discos en Uruguay, y en 1970 representó al país en el Festival Mundial de la Canción Latina, celebrado en México. El viaje incluyó también presentaciones en Estados Unidos, y el éxito obtenido lo llevó a instalarse en México, donde vivió hasta 1975. De 1975 a 1978 vivió en España. Aconsejado por Atahualpa Yupanqui, se trasladó a Francia, y posteriormente a Alemania. En todos estos países continuó creando y grabando discos, trasladándose para actuar en diferentes puntos de Europa y América. En 1985 regresó a Uruguay y se instaló en El Pinar, Canelones, desde donde continuó trabajando. Muchos sanduceros recordarán el memorable recital en agosto de 2017 en el Espacio Cultural Arteatro, con motivo de la celebración de los 10 años del programa radial “Desde el asfalto”.
Eduardo Lemes