Economía, derechos y mujeres

Un informe que el Banco Mundial dio a conocer este mes da cuenta de que “las mujeres tienen solo dos tercios de los derechos legales de los que gozan los hombres”, y sitúa en ellas —y en el acceso a estos derechos— el potencial de un salto significativo en la “tambaleante” economía mundial.

Dice el órgano crediticio multilateral acerca de este informe titulado La mujer, la empresa y el derecho que “en todo el mundo, la brecha de género en el trabajo es mucho más amplia de lo que se pensaba”. Considerando las diferencias legales “relacionadas con la violencia y el cuidado infantil, se observa que las mujeres gozan de menos de dos tercios de los derechos que tienen los hombres”. Y agrega el significativo dato de que ningún país brinda igualdad de oportunidades a las mujeres, “ni siquiera las economías más ricas”.

Para la edición de este año del estudio se amplió el alcance del análisis, agregando dos indicadores que se asumen como “cruciales para expandir o restringir las opciones de las mujeres: la seguridad frente a la violencia y el acceso a los servicios de cuidado infantil”. Al incluirse estos parámetros “se observa que las mujeres están amparadas, en promedio, por solo el 64% de las protecciones legales de las que disponen los hombres, un valor mucho menor que la estimación anterior, del 77%”. Pero si ya desde la letra existen diferencias, estas se hacen mayores cuando lo que se evalúa es la puesta en práctica de las leyes.
“La brecha de género es aún mayor en la práctica”, sostiene. Es que por primera vez en el informe se han evaluado las diferencias “entre las reformas legales y los resultados reales para las mujeres en 190 economías”. El análisis revela aquí “una brecha alarmante en la implementación. Si bien según las leyes vigentes las mujeres, en teoría, gozan de aproximadamente dos tercios de los derechos de los hombres, los países han establecido, en promedio, menos del 40% de los sistemas necesarios para su aplicación plena”.

A modo de ejemplo de ello, menciona que “98 economías han promulgado leyes que exigen que las mujeres reciban igual remuneración por trabajo de igual valor. No obstante, solo en 35 de ellas —menos de una cada cinco— se han adoptado medidas de transparencia o mecanismos de cumplimiento para abordar la brecha salarial”. La “buena noticia”, si es que se le puede encontrar un ángulo que permita verlo de esa manera, es que hay en esta situación, o mejor dicho, si logramos revertir esta situación, una oportunidad que redundaría en importantes beneficios, y a escala global. “Las mujeres tienen el poder de dar un fuerte impulso a la tambaleante economía mundial”, afirmó al respecto Indermit Gill, economista en jefe y vicepresidente sénior de Economía del Desarrollo del Grupo Banco Mundial.

“Si se cerrara esta brecha, el producto interno bruto mundial podría aumentar más del 20%”, agregó. Eso, aporta el documento, aseguraría “duplicar la tasa de crecimiento mundial en la próxima década”. Sin embargo la realidad que muestra el estudio es que vamos en el sentido opuesto y “las reformas en esta área se han desacelerado de manera notoria”.

Durante 2023, varios gobiernos “se mostraron enérgicos en sus avances en tres categorías de reformas legales referidas a la igualdad de oportunidades: remuneración, derechos parentales y protección en el trabajo”, y pese a ello “casi todos los países tuvieron un magro desempeño en las dos categorías que se analizaron por primera vez: el acceso al cuidado infantil y la seguridad de las mujeres”.
Las deficiencias, revela, “son mayores en el área de la seguridad, donde la puntuación promedio mundial es de solo 36”. Esto significa que las mujeres “están amparadas por apenas un tercio de las protecciones legales que necesitan frente a la violencia doméstica, el acoso sexual, el matrimonio infantil y los femicidios”.

Aunque 151 economías cuentan con leyes específicas que prohíben el acoso sexual en el lugar de trabajo, “solo 39 lo prohíben en los espacios públicos. Esto a menudo impide que las mujeres usen el transporte público para ir a trabajar”. Uruguay parecería estar alejado del pelotón en esto, pero sin embargo no podemos obviar los llamativamente numerosos casos denunciados en el sistema político, que cobraron pública notoriedad, y en otros ámbitos donde tal vez no trasciendan tanto, pero que generaron repercusión —aunque tal vez no todavía los cambios que pretendían— como el movimiento #varonesCarnaval.

Pero volviendo al informe, la mayoría de los países obtuvo puntajes bajos en lo que respecta a las normas sobre cuidado infantil.
“Las mujeres dedican, en promedio, 2,4 horas al día más que los hombres a tareas de cuidado no remuneradas, la mayor parte, dedicadas a los niños” y evalúa que “la ampliación del acceso a los servicios de cuidado infantil tiende a aumentar la participación de las mujeres en la fuerza laboral en alrededor de 1 punto porcentual inicialmente, y ese efecto aumenta a más del doble en cinco años”. Actualmente son solo 78 las economías —menos de la mitad— que proporcionan algún tipo de apoyo financiero o tributario a los padres y madres con hijos pequeños. Uruguay tiene, es sabido, una larga tradición en la materia, a la vez que un sistema como el Plan CAIF que ha sido un modelo, y una gran red de guarderías, jardines y servicios afines, públicos y privados.

Otra situación a la que alude el informe es a la actividad empresarial. Solo una de cada cinco economías exige que se apliquen criterios con perspectiva de género en los procesos de las adquisiciones públicas, por ejemplo.
Esto significa “que las mujeres se ven excluidas en gran medida de una oportunidad económica”, y en cuanto a la remuneración, “las mujeres ganan solo 77 centavos por cada dólar que se paga a los hombres”. Tea Trumbic, la autora principal del informe, afirmó que es necesario “más que nunca acelerar los esfuerzos para reformar las leyes y promulgar políticas públicas que empoderen a las mujeres para que puedan trabajar, crear empresas y hacerlas crecer”. En el mundo hoy “apenas la mitad de las mujeres participa en la fuerza laboral mundial, mientras que, en los hombres, la proporción llega casi a tres de cada cuatro”. Esto, dijo, no solo es injusto, sino que es, además, “un despilfarro”.

Tal vez un buen comienzo para abordar estas situaciones en nuestro país sea empezar a erradicar algunas viejas costumbres de la política, como la de definir asuntos trascendentes tomando algo en un asado, y sin mujeres.