Menos desperdicios, más sustentabilidad

La comida no se debería tirar, especialmente en un mundo en que millones de personas padecen hambre. Sin embargo, las empresas productoras pierden 1.200 millones de toneladas de alimentos y se desperdician 931 millones de toneladas adicionales en los procesos de venta para el consumo por lo que aproximadamente el 40% de los alimentos generados no llega a la mesa de los comensales. Los consumidores también desperdiciamos bastante ya que, según datos de la FAO, los hogares son responsables del 11% de ese desperdicio.
El tema forma parte de la plataforma mundial de “La hora del planeta”, la acción voluntaria más grande contra el cambio climático, que se realizará el próximo sábado 23 entre las 20.30 y 21.30 horas, con un llamado explícito a los habitantes del planeta a enfocar la atención en la necesidad de reducir los desperdicios de alimentos.
Como cada año, la organización de conservación WWF impulsa este evento mundial como una acción enfocada en dar visibilidad a las problemáticas ambientales que actualmente forman parte de una crisis conformada por tríada muy complicada: cambio climático, contaminación y disminución de la biodiversidad.
Según datos proporcionados por la referida organización, los sistemas alimentarios actuales representan una amenaza significativa para el planeta dado que utilizan el 69% del agua dulce, contribuyen al 70% de la pérdida de biodiversidad y están asociados a la deforestación y al uso de hábitats naturales para la agricultura y la ganadería. Además, generan más de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero responsables del cambio climático.
Por este motivo, son varios los países, fundamentalmente los más desarrollados y en particular los europeos, que han introducido normativa tendiente a evitar las pérdidas de alimentos y a gestionar mejor los procesos productivos y logísticos vinculados a la alimentación. Solo por citar un par de casos, cabe señalar que en 2016 Francia se transformó en el primer país en prohibir a las grandes superficies a que desechen los alimentos que no venden, obligándolos a donar a diversas entidades benéficas. Italia también facilita a las empresas a que hagan estas donaciones y Australia estableció objetivos de los gobiernos para bajar a la mitad el desperdicio de alimentos en 2030.
En América Latina se pierden cada año 220 millones de toneladas de alimentos en las fases de pos cosecha y procesamiento, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo. Si a esto sumamos los desperdicios de los hogares, los servicios de alimentos y el comercio minorista, las estimaciones indican que perdemos y/o desperdiciamos el 30% de la producción total de alimentos. Paradójicamente, esta región del planeta es la que ha experimentado el mayor aumento respecto a inseguridad alimentaria en el mundo, según la misma fuente.
La malnutrición y las disrupciones de la cadena de suministro por el cambio climático han creado una necesidad urgente de suministro fiable de alimentos, acelerada por la inestabilidad geopolítica.
América Latina está estratégicamente situada para hacer frente a la escasez mundial de alimentos, ya que ofrece tres ingredientes vitales: un enorme potencial de producción, neutralidad geopolítica y una sólida oferta de mano de obra.
Muy en sintonía con el promedio mundial de desperdicio de alimentos, en Uruguay aproximadamente el 11% del total de alimentos disponibles para consumo humano se pierden o se desperdician anualmente, según datos del Ministerio de Ambiente para el período 2011-2016. Esto significa que en nuestro país, cerca de un millón de toneladas de alimentos se descartan cada año.
En setiembre del año pasado nuestro país presentó su estrategia nacional referida a la Pérdida y Desperdicio de Alimentos, que tiene un alcance temporal hasta 2032 y comprende los alimentos para consumo humano, tanto para abastecer el mercado interno como para la exportación, los alimentos (también ingredientes, o insumos) importados y las pérdidas que ocurren previo a la cosecha de vegetales y la captura o sacrificio de animales para consumo.
Se pretende también que esto favorezca el aumento de la competitividad de los emprendimientos y mejores resultados ambientales globales, como la disminución de emisiones de gases a efecto invernadero y un uso más eficiente de los recursos agua y suelo, además de reducir sustancialmente el desperdicio de alimentos a nivel de hogares y servicios de alimentación, como resultado de un cambio de comportamientos y de la implementación de estrategias de prevención y reducción acordes a cada realidad, escala y tipo de organización. Se trata de una iniciativa que acompaña el desarrollo del antes mencionado Plan Nacional de Gestión de Residuos (PNGR), incorporando metas a corto, mediano y largo plazo.
El objetivo principal es reducir sustancialmente las pérdidas y desperdicios de alimentos en nuestro país, esperando que esto repercuta en un aumento de la disponibilidad de alimentos para consumo humano y una disminución significativa de los residuos de alimentos que ingresan a los sitios de disposición final.
Una mejor gestión de residuos es una vía sustancial para la mejora de la gestión antes y durante la disposición final, tratándose de una herramienta de planificación estratégica que apuesta a ser motor de las transformaciones en materia de residuos para lograr el desarrollo sostenible.
Actualmente son trece las intendencias –Montevideo se acaba de sumar– que desde el año pasado han asumido el compromiso impulsado por el Ministerio de Ambiente de mejorar la gestión de residuos domiciliarios, con foco en el cierre de los vertederos del país. En el marco de este programa, iniciado en el año 2022, el Ministerio de Ambiente puso a disposición un apoyo financiero de U$S 17 millones a las intendencias.
La malnutrición y las denominadas “disrupciones” de la cadena de suministro por el cambio climático han creado una urgente necesidad de un suministro fiable de alimentos, lo que se ha visto reforzado por la inestabilidad geopolítica en varias regiones del planeta.
Existe consenso en cuanto a que América Latina está estratégicamente situada para hacer frente a la escasez mundial de alimentos, ya que ofrece un enorme potencial de producción, neutralidad geopolítica y una muy buena oferta de mano de obra. Ese posicionamiento como posible gran proveedor global con un papel central en la alimentación del mundo es una gran oportunidad para nuestros países y debería hacerse de la forma ambiental y económicamente más sustentable. Disminuir los desperdicios de la cadena productiva, industrial, comercial y doméstica debería ser una meta posible. Y quizá así, no sería tan utópico pensar que un mundo con menor cantidad de desperdicios pudiera ser un mundo menos pobre.