En América Latina tres de cada cuatro jóvenes de 15 años no pueden demostrar habilidades matemáticas, dedujo el informe titulado “El aprendizaje no puede esperar: Lecciones para América Latina y el Caribe a partir de Pisa 2022” que vio la luz en marzo de este año, en el que expertos del BID y el Banco Mundial analizaron en conjunto los resultados del último estudio Pisa en nuestra región. El informe describe los desafíos críticos y las prioridades educativas para que la región aborde lo que calificaron como “crisis educativa” y en él se insta a los formuladores de políticas, actores interesados y comunidades de América Latina y el Caribe, a actuar de manera urgente para “asegurar el futuro de los jóvenes y promover un desarrollo sostenible”.
Además de las escasas habilidades presentadas en matemáticas, uno de cada dos estudiantes no logró mostrar habilidades mínimas de lectura. Estos datos, expresaron los técnicos, reflejan que la tendencia es que el aprendizaje “no avanza adecuadamente en la mayoría de los países de la zona”.
El informe es un intento de comprender mejor las razones detrás de esta crisis de aprendizajes, a la vez que proponen estrategias a tomar en cuenta para superar esta situación: incrementar y optimizar inversiones educativas para mejorar rápidamente los resultados de aprendizaje; reducir las desigualdades socioeconómicas y de acceso a la tecnología en los centros educativos, y garantizar que la juventud adquiera las habilidades requeridas para integrarse efectivamente al mercado laboral actual y futuro.
El informe hace énfasis, justamente, en las desigualdades socioeconómicas y de género que prevalecen en los sistemas educativos, a la vez que señala “la urgente necesidad” de direccionar esfuerzos hacia los estudiantes más vulnerables, y llama la atención acerca de “la tendencia negativa en el desempeño educativo”, particularmente en matemáticas. Destaca que si bien “se ha notado un incremento en el acceso a la educación, la calidad de la misma no parece haber mejorado, especialmente para los estudiantes en situaciones de pobreza”.
La responsable, de Educación en el BID, Mercedes Mateo, dijo que estos resultados adversos se produjeron a pesar de que la inversión ha crecido. “A pesar de que hemos invertido significativamente, el desempeño de los estudiantes en matemáticas sigue estando por debajo de las expectativas en nuestra región”, por lo que, además de invertir más, subrayó que se debe invertir mejor, hacer “que cada dólar rinda más y que se enfoquen los esfuerzos en apoyar a los estudiantes en situaciones de desventaja”. Lo más preocupante es la advertencia de que “si no solucionamos estas brechas de aprendizaje pronto, nuestros jóvenes no tendrán las habilidades que el mercado laboral del futuro demanda”.
El documento plantea que se aprecia en esos resultados –de 2022, recordemos– el resultado de la pandemia, que en la mayoría de los países ocasionó cierres de escuelas prolongados y expuso las limitaciones en la preparación para el aprendizaje a distancia. Esto pasó incluso en Uruguay, a pesar de que teníamos una posición privilegiada en el contexto regional, luego una década y media llevando adelante el Plan Ceibal, es decir, en teoría con una computadora en cada casa donde hubiese un estudiante y la mayor cobertura de acceso a Internet. Claro, está el hecho de que tener la posibilidad de acceder no es efectivamente acceder a Internet. La publicación alude, de hecho, a una dualidad generada por el uso de la tecnología: “por un lado, una mejora en el acceso a dispositivos digitales; pero por otro, persistentes brechas entre escuelas de distintos estratos socioeconómicos y políticas inadecuadas para la incorporación efectiva de estas herramientas en los procesos de enseñanza y aprendizaje”. Porque, como hemos dicho anteriormente, repartir computadoras entre los alumnos no asegura nada, los resultados van a aparecer en la medida que esas herramientas se utilicen adecuadamente, con la debida orientación. La inversión en tecnología seguirá siendo necesaria, porque el riesgo en caso de no hacerlo, es profundizar aun más la brecha entre quienes pueden disponer de un equipo informático y quienes no. Sin embargo el rol de los docentes seguirá siendo clave, por más tecnología que se incorpora no se puede descuidar el papel de los educadores.
El informe propone diversas recomendaciones enfocadas en asegurar que todos los estudiantes desarrollen competencias básicas fundamentales: prestar apoyo específico a grupos vulnerables, recuperar los aprendizajes perdidos durante la pandemia, combatir la deserción y la repetición escolar, mejorar el acceso y uso de la tecnología educativa, y optimizar la asignación de recursos para promover una educación de calidad e inclusiva.
Pero en el caso puntual de las matemáticas, América Latina tiene “una deficiencia estructural” en su enseñanza, según determinó el investigador del Comité de Estudios en Ciencias Básicas de la Universidad Autónoma Metropolitana, Rafael Pérez Flores.
“No es un fracaso del alumno, sino del sistema educativo. No existe la cultura de la preparación universitaria en el terreno de la pedagogía. En países desarrollados, los que quieran dar clases deben tener una habilitación formal y profunda en el terreno pedagógico. No es suficiente con ser matemático para impartir cátedra y menos aún para ser maestro en la instrucción elemental”, dijo. Citó un estudio del Instituto para Estudios Globales en Política Educativa, de la Universidad de Albany, en Nueva York, Estados Unidos, del año 2014, que planteó que América Latina y el Caribe presenta un panorama catastrófico para el aprendizaje de la matemática escolar. En ese momento señalaba que la región latinoamericana “adolece de programas estatales débiles, materiales inadecuados y una profunda falta de destreza docente” y señalaba como un fallo recurrente en la región “el predominio de la memorización y reproducción mecánica, por encima de la comprensión y el raciocinio matemáticos profundos”.
La única forma de garantizar que no mejore la situación, es seguir haciendo lo mismo que venimos haciendo erróneamente y que nos va, paulatinamente, alejando del mundo desarrollado. Porque a veces da la impresión, escuchando a algunos actores, que la reforma educativa se hizo por capricho y no porque existiese sobrada evidencia de que hacía falta –y sigue haciendo falta– cambiar muchas cosas en las aulas.
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