“‘Ewar’, tengo una changa para usted”, le dijo al comisario general (r) Eduar Leonardi Álvez De Almeida Torres, en febrero de 2020, el entonces ministro de Interior designado, Jorge Larrañaga Fraga. “Me citó en su casa en la rambla de Montevideo”, recuerda, sentado en su escritorio de Jefatura de Policía, al que llegó en los primeros días de marzo de 2020, como designado Jefe de Policía del departamento. Cinco años después, reúne sus cosas personales para abandonar el cargo el venidero 1º de marzo.
“Me voy feliz, con el orgullo de haber hecho las cosas bien, de haber dado todo el esfuerzo, de no escatimar horas, ni capacidades, ni habilidades, ni aptitudes, ni actitudes para que Paysandú se sintiera más seguro. O por lo menos los vecinos se sintieran más seguros, tanto en el medio urbano como en el medio rural. Le puse mucho énfasis en el medio rural. Fortalecí lo que era la Brigada de Seguridad Rural, logrando un gran avance en el combate al abigeato, que se redujo casi un 60%”.
“He cumplido la gestión de cinco años”, resalta. No es para menos, pocos de sus antecesores permanecieron en el cargo todo un periodo. “Agradecido con el mando ministerial, tanto el mando político como el policial. Agradecido con el equipo acá de Paysandú, de la Policía, oficiales de la escala básica. Con todos”.
UNA VIDA DEDICADA A LA POLICÍA
Un apellido de ascendencia portuguesa y un nombre que tiene raíces en el antiguo idioma germánico. Nació en Tacuarembó. Su padre fue policía “de escala básica”, lo que probablemente influyó en su vocación. “Uno siempre va mirando la familia, sobre todo los valores y cosas de servicio”.
Muy joven abandonó su ciudad natal, para inscribirse en la Escuela Nacional de Policía. “Me recibí muy joven, 20 años tenía cuando me recibí en 1987, como oficial subayudante”, recuerda.
“Estuve unos meses en la Jefatura de Montevideo. Quería ir a la Guardia Metropolitana y fue ahí que hice toda la carrera hasta llegar a ser jefe. Posteriormente ayudé en la integración de la Guardia Republicana. Después me fui a Canelones, a una zona operacional y luego estuve en la Jefatura Montevideo un año.
Fui a San José como coordinador, donde ascendí al grado máximo, que es comisario general. En el 2018, estuve en Tacuarembó como subjefe. En el 2020 me convocaron para dirigir la Jefatura de Paysandú”, narra contando su trayectoria policial.
“Ahí tuve mi primer contacto con el doctor Larrañaga, a quien conocía solo por verlo en televisión. Conversamos de objetivos y prioridades. También donde yo había trabajado, qué cursos tenía. Hablamos de la familia, de cuchillos, de caballos, de tareas rurales, porque mi familia también tenía campo. Tres días después fui confirmado en el cargo”, cuenta y sus ojos se humedecen, emocionado. “Me decía ‘Ewar’, casi siempre. Cuando me decía jefe, el asunto ya venía complicado. Fue un honor servir bajo su orden y el 18 de diciembre pasado pudimos nombrar al Patio de Honores de la Jefatura ‘Doctor Jorge Larrañaga’. El ministro Nicolás Martinelli lo autorizó”.
Cuando asumió su cargo “lo primero que hice fue conocer al personal. Tenía la ventaja que ya conocía a una parte del equipo porque me habían dado la oportunidad de designar a mi subjefe y al coordinador. Los primeros días los dediqué al reconocimiento del equipo y leer muchos documentos, porque de eso también se trata la gestión. Luego salir a recorrer. Pregunté cuál era el lugar más lejano, así que fui a Tambores, ver el estado de situación de la comisaría y la situación del personal. Esas fueron las primeras medidas”.
“UN TRABAJO DURO, CON MÁS GRISES QUE BLANCO”
“Ser policía para mí es una emoción, más allá del orgullo que uno puede tener. Es parte de los valores humanos que deben ser transferidos al prójimo. La función de la policía es muy denostada. Pero cuando la gente se siente en peligro –nos ha pasado acá– pide por nosotros. Hemos ido a algunos lugares donde la policía a veces es rechazada, que no quieren hablar con nosotros. Pero cuando se le enferma un hijo y saben que no va a ir la ambulancia, saben que va a ir el patrullero. Hacemos el traslado y a las horas nos están de vuelta denostando. Pero volvemos una y otra vez, porque nos debemos a la sociedad como servidores públicos. Eso es lo que, dentro de mis posibilidades, he tratado de inculcar acá”, explica Eduar Álvez.
El de policía “es un trabajo duro, con más grises que blanco, sinsabores que alegrías. Nos toca ver la parte oscura de la sociedad. Con eso tenemos que lidiar, tienen que ir a nuestros policías. Por eso hemos hecho mucho hincapié en la salud mental durante esta gestión”.
En apoyo, realizó “más de 20 talleres para todo el personal, en cuanto a lo que es la depresión y síntomas de angustia. A veces las personas pueden tener situaciones de angustia, de depresión y no sabemos leer los síntomas. Tenemos un psicólogo permanente. Con el teléfono abierto, los policías pueden llamarlo y consultarle”.
“Tratamos de decirle a la policía que esa mochila de los problemas la tienen que dejar en el turno, no la pueden llevar a su casa, para evitar problemas allí. Vemos suicidio, abuso de niños y adultos mayores, accidentes muy graves”, destaca.
UNA OPCIÓN DE VIDA
Cada vez que ingresa una nueva generación de policías, “la mayoría lo toma como un trabajo. Tratamos de inculcarle que esto no es un trabajo y que en lugar de decir ‘Yo trabajo de policía’ se tiene que decir ‘Yo soy policía’. No se trabaja de policía, es una opción de vida y de reafirmación de valores. En esta profesión necesitamos valores de compromiso, de servicio, honestidad, de compañerismo. Y el policía tiene que vivir con esos valores las 24 horas 7 días a la semana. Siempre. Por eso cuando llega una generación nueva de policías, los tenemos que preparar tanto para el medio urbano como para el medio rural. Ahí es donde el policía tiene que cumplir una función mucho más comunitaria, mucho más de acercamiento. Porque ese vecino de la zona rural de repente es el único representante del Estado que tiene cerca”.
“Hemos trabajado en pandemia, inundaciones, sequías, incendios como el de Piedras Coloradas. La policía siempre está ahí, ya sea previniendo, ayudando a un vecino a cargar cosas utilizando nuestros vehículos, haciendo traslados de enfermos o de accidentados”, recuerda.
HASTA EL ÚLTIMO DÍA
En los días finales de su gestión, confirmó que este año se colocarán alrededor de 120 nuevas cámaras de vigilancia pública en la ciudad. También un nuevo llamado para cubrir 22 vacantes de policía. “Hasta el último día vamos a estar firmando resoluciones”, dice.
Durante estos cinco años logró incorporación de tecnología, obras de infraestructura, equipamiento, cambio de flota de vehículos y capacitación diversa.
Ahora “la familia obviamente tomará la mayor parte de mi tiempo, ya le he sacado bastante en esta labor de entrega a la comunidad”, destaca Eduar Álvez. Abandona Paysandú con el gusto de haber “servido a la comunidad”. Adonde esté seguirá siendo lo que ha sido siempre, lo que define con orgullo: “Soy policía”. → Leer más