A mal tiempo, la prudencia

De acuerdo con un informe publicado por el Banco Mundial el 29 de octubre, el año que viene los precios de los productos básicos alcanzarán su nivel más bajo en seis años y se incrementará el excedente de petróleo. Algunos análisis tempranos señalan que no se trata de buenas noticias para países como Uruguay y Argentina.

De hecho la alianza OPEP+, que agrupa a la Organización de Países Exportadores de Petróleo y otros diez países productores asociados liderados por Arabia Saudita y Rusia, ha tomado una decisión mixta que busca equilibrar la demanda global con el temor a la inestabilidad geopolítica. El grupo acordó un noveno aumento consecutivo de su oferta petrolera en 137 mil barriles diarios (bd) a partir del mes de diciembre.

En un comunicado emitido en Viena tras una reunión telemática de ocho países clave, la OPEP+ detalló la medida: “En vista de una perspectiva económica global estable y de los actuales fundamentos saludables del mercado, reflejados en los bajos inventarios de petróleo”. El aumento se aplicará sobre los 1,65 millones de barriles diarios (mbd) de ajustes voluntarios adicionales anunciados en abril de 2023. Esto encuadra con el planteo de que “Las presiones inflacionarias se atenúan, pero las tensiones geopolíticas opacan las perspectivas”, que el informe sugiere como descripción de escenario: Los precios mundiales de los productos básicos caerán en 2026 al nivel más bajo de los últimos seis años y marcarán así el cuarto año consecutivo de declive, se afirma en la edición más reciente del informe del Grupo Banco Mundial titulado Commodity Markets Outlook (Perspectivas de los mercados de productos básicos).

Se prevé que los precios se reducirán un 7% tanto en 2025 como en 2026, impulsados por el débil crecimiento económico mundial, el creciente superávit en la oferta de petróleo y la persistente incertidumbre en las políticas. Tal disminución de los precios de la energía está ayudando a atenuar la inflación mundial, mientras que la baja de los precios del arroz y el trigo ha contribuido a hacer más accesibles los alimentos en algunos países en desarrollo. Sin embargo, pese a las recientes reducciones, los precios de los productos básicos se mantienen por encima de los niveles anteriores a la pandemia: se prevé que en 2025 y 2026 serán un 23% y un 14% más altos, respectivamente, que en 2019.

“Los mercados de productos básicos están ayudando a estabilizar la economía mundial”, comentó Indermit Gill, el economista en jefe y vicepresidente senior de Economía del Desarrollo del Banco Mundial, en la medida que esta caída de los precios de la energía contribuyó a la baja de la inflación mundial de los precios al consumidor. Sin embargo avizora que esto no durará y afirma que “los Gobiernos deberían aprovechar para poner en orden sus finanzas, preparar sus economías para el desarrollo de la actividad empresarial y acelerar el comercio y la inversión”.

Se espera que este bajón dure dos años. Porque en el fondo persisten determinadas presiones al alza en los precios: continúan las tensiones geopolíticas y los conflictos podrían volver a impulsar los precios del petróleo y la demanda de productos básicos considerados refugios seguros, como el oro y la plata. Sumado a ello, las condiciones meteorológicas extremas provocadas por un ciclo del fenómeno La Niña más intenso de lo previsto podrían afectar la producción agrícola y elevar la demanda de electricidad para calefacción y refrigeración, aumentando la presión sobre los precios de los alimentos y la energía. Por otra parte, la rápida expansión de la inteligencia artificial (IA) y la creciente demanda de electricidad para el funcionamiento de los centros de datos podrían hacer subir los precios de la energía y de los metales básicos como el aluminio y el cobre, esenciales para la infraestructura de la IA.

A ojos del economista en jefe adjunto y director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial, Ayhan Kose, esta baja en los precios, en especial el del petróleo, ofrece una oportunidad “para que las economías en desarrollo impulsen reformas fiscales que promuevan el crecimiento y la creación de empleo”, en especial apelando a una “eliminación gradual de los costosos subsidios a los combustibles”, que libere recursos para invertir en infraestructura y capital humano. Claro que este escenario no encuentra a Uruguay y a Argentina parados de igual manera. Pero no cabe entrar en comparaciones, que además no tienen sentido, porque no es novedad para nadie que cuando Argentina se resfría, acá tenemos que ir comprando pañuelos.

De todos modos es sano reconocer que la posición uruguaya es sólida. Sin ir más lejos el Directorio Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) concluyó días atrás la Consulta del Artículo IV correspondiente al año 2025 para Uruguay con una evaluación (ver en código QR) en la que destacó “la resiliencia de la economía uruguaya, respaldada por sólidas políticas macroeconómicas, y valora positivamente los avances en la modernización de los marcos de política fiscal y monetaria”.

“Durante 2024, Uruguay registró un crecimiento económico de 3,1%, impulsado por la recuperación del sector agrícola y el aumento del turismo. Asimismo, la inflación descendió hasta 4,2% en agosto de 2025, convergiendo hacia el objetivo establecido por el Banco Central del Uruguay (BCU). En ese contexto, conjuntamente con el descenso de las expectativas de inflación, el BCU inició un proceso gradual de flexibilización de la política monetaria. Para 2025, el FMI proyecta un crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) de 2,5%, sostenido por el fortalecimiento de la demanda interna y las exportaciones. También prevé que la inflación se mantenga en torno a 4,5%, en línea con la meta del Banco Central”.

El organismo agregó que los riesgos macroeconómicos se encuentran balanceados, aunque recuerda que Uruguay continúa “expuesto a la evolución de los precios internacionales de materias primas y a condiciones externas”. Justamente los factores que podrían verse afectados si se cumplen los vaticinios del comienzo. Sin embargo, indica el FMI que “la sólida posición de liquidez, los plazos largos de la deuda y una mayor proporción de emisiones en moneda local contribuyen a mitigar dichos riesgos”. Así y todo es sumamente importante que prime la mesura en el gasto, como parece —con algunos matices, por cierto— haber sido el norte en el proyecto de Ley de Presupuesto que está a estudio ya en la segunda cámara, sin ceder a las fuertes presiones que un día tras otro vemos de parte de sindicatos púbicos que tal vez con razón en sus pretensiones, pero desentendiéndose de la realidad, consideran que es posible transcurrir toda la historia de bicicleta en bicicleta, como si eso no tuviese consecuencias.

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