Buenos Aires (Por Horacio R. Brum).- El Explicado es una composición de Les Luthiers, aquel célebre conjunto argentino que hacía música y humor con los instrumentos más inverosímiles, cuyo ritmo es interrumpido cada tanto por las explicaciones del significado de alguna palabra de la letra. En una parodia de las canciones folclóricas, las empanadas pasan a ser “pasteles de masa que se fríen o se hornean y que tienen un relleno de carne picada, condimentos, aceitunas y morrón” y así se van dando interpretaciones que vuelven absurdo lo obvio.
Desde el día siguiente de las elecciones legislativas nacionales, El Explicado bien puede ser la canción que interpretan los encuestadores y analistas políticos argentinos para dar sentido a la victoria del partido del presidente Javier Milei. Sobre todo, les cuesta explicar por qué La Libertad Avanza prácticamente conquistó la provincia de Buenos Aires –que aporta casi el 40% de los sufragios en cualquier votación nacional–, después de haber sufrido una fuerte derrota en los comicios provinciales de setiembre.
Los medios de comunicación interpretan El Explicado con todos los tonos posibles y en general, se concentran en las supuestas fallas de la metodología de las encuestas. Según el diario Clarín, por ejemplo, los encuestadores tradicionales no prestaron atención a las nuevas formas de comunicación de la gente. Este periódico informó que una empresa de estudios de opinión relativamente nueva (CB, de Córdoba) anticipó tanto los resultados como el porcentaje de ausentismo. Para Clarín, el “secreto” del acierto de CB está en que empleó para las consultas las tecnologías modernas de la comunicación: correo electrónico, redes sociales, WhatsApp, en vez de la usual encuesta telefónica.
Sea como sea, al margen de las muchas sesudas elucubraciones, la voz de la calle da más pistas sobre cómo se pudo “pintar el país de violeta”, para sorpresa del propio Milei y sus partidarios. “Aquí hay gente que ya no viene como antes”, comentaba días antes de las elecciones un mozo del café donde este corresponsal va regularmente. “Dicen que están cortando gastos, porque no llegan a fin de mes”. Esa afirmación coincidía con un estudio de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, según el cual las personas están dependiendo más de las tarjetas de crédito para comprar alimentos y las compras en los supermercados han tenido una reducción del 25% en los últimos dos años. “No llego a fin de mes” es una frase común entre la clase media, de acuerdo con lo informado por la empresa consultora de mercados Moiguer y por lo menos el 45% de los integrantes de las clases populares deben endeudarse para cubrir las necesidades básicas.
Después de la intervención del Tesoro estadounidense en las finanzas nacionales, con el inequívoco mensaje de Donald Trump de que los argentinos debían respaldar en las urnas a Javier Milei, el mismo mozo del café citaba a algunos de sus clientes: “Ahora dicen que si Estados Unidos nos suelta la mano, esto explota…” Al parecer, lejos de excitar el nacionalismo como esperaban los peronistas, la virtual cesión del control de la macroeconomía al gobierno de Washington despertó un tipo de síndrome de Estocolmo, como se llama en psicología a la dependencia afectiva que un secuestrado llega a establecer con el secuestrador. Otra posibilidad es que, especialmente entre la clase media, tengan una presencia traumática los recuerdos de la crisis de 2000-2001, cuando Argentina tocó fondo en términos políticos y económicos. Por otra parte, el gobierno ha sabido crear un enemigo en el kirchnerismo, al cual identifica con el deterioro económico de las últimas dos décadas, así como lo que, en su visión, es el desquicio provocado por la liberalización social. Sobre esta última idea, el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), vinculado al progresismo regional, sostiene que en todas las elecciones realizadas en coyunturas críticas (cuyas estadísticas ha registrado), “siempre hay 4 de cada 10 argentinos que priorizan la alternativa conservadora próxima a sus convicciones ideológicas”. El 40% que apoyó a Milei ahora, opina el Celag, “no es un 40% favorecido por el mileísmo. No lo es ni económica ni socialmente…
Todo lo contrario. Sin embargo, le da igual, porque está votando por un corpus de ideas y valores, que siempre antepone el odio y el miedo a que gane el adversario político”.

Lo cierto es que en Argentina la división peronismo-antiperonismo es profunda y data de los primeros gobiernos de Juan Domingo Perón, que combinaron la preocupación del Estado por la justicia social con el autoritarismo. Así, lo que para unos fue una época dorada, por la conquista de muchos derechos de los trabajadores, para otros fue un tiempo de persecuciones ideológicas. Perón lo dejó claro en uno de sus discursos: “A los amigos todo, a los enemigos ni justicia”. El populismo de los años kirchneristas creó lo que el gran periodista Jorge Lanata bautizó como la grieta y el presidente Milei la ha mantenido abierta, al hablar de argentinos de bien (los que coinciden con sus ideas) y zurdos de m… (cualquiera que discrepe con él). Además, en la memoria de una buena parte de la población el kirchnerismo se asocia a los piquetes y otros desórdenes que complicaban la vida diaria. Las imágenes de Cristina Fernández jugando a la reina prisionera en el lujoso apartamento donde cumple prisión domiciliaria fueron otro factor de rechazo, que bien pudo influir en los votantes.
En las semanas previas a los comicios, el presidente pareció estar receptivo a las críticas hechas desde el periodismo y otros sectores a su lenguaje grosero y pleno de obscenidades. Dejó de lado las expresiones burdas que dirigía a sus oponentes y se mostró moderado y conciliador, lo que creó expectativas respecto de si su estilo y forma de gobierno cambiarían al obtener una victoria electoral. En los hechos, sin embargo, poco después de haber sido favorecido en las urnas se deshizo de Guillermo Francos, el jefe del gabinete que siempre apostaba al diálogo y la moderación, para reemplazarlo por Manuel Adorni, quien como vocero del gobierno se hizo notorio por su mala relación con los periodistas. Unos días antes había salido otro elemento moderado y buen amigo del Mercosur, el Canciller Gerardo Werthein, a quien se reemplazó por Pablo Quirno, un alto funcionario del ministerio de Economía, que sintoniza mejor con la política presidencial de dar prioridad a los vínculos económicos en las relaciones internacionales, en especial con Estados Unidos.
El virtual despido de Francos se concretó mientras Milei estaba reunido con Mauricio Macri, el líder del partido que le dio los votos de la centroderecha para llegar a la presidencia. No hubo consulta alguna con él, que sólo pudo manifestar públicamente su desilusión y en la convocatoria presidencial a los gobernadores de las provincias para asegurar la gobernabilidad fueron dejados afuera el mandatario de Buenos Aires, Axel Kiciloff y otros tres colegas, porque no son “pro capitalistas”. Kiciloff ha sido tildado por el mandatario de “enano socialista”.
La caída de las esperanzas de un cambio en el estilo de gobierno fue resumida así por Joaquín Morales Solá, uno de los principales columnistas del diario La Nación:
“El Presidente dispuesto a abrir su gobierno a los aliados y a valorar los beneficios del diálogo y el consenso fue solo una ilusión vacía, una hueca fantasía…
Javier Milei se acaba de recluir en su triángulo de hierro, con su hermana Karina y con su asesor todoterreno Santiago Caputo, aunque para conformar a ellos debió sacrificar al funcionario más valorado de su gobierno, el ex jefe de Gabinete Guillermo Francos. No hubo coherencia ni lógica porque Francos representaba al sector más dialoguista de la administración”.

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