El cáncer, un compromiso institucional e individual

Ayer, en el marco del Día Internacional de Lucha contra el Cáncer, nos encontrábamos con el abordaje de la segunda causa de muerte en Uruguay –un 24,6% del total–, donde son diagnosticados unos 16.000 nuevos casos cada año. Pero también es la segunda causa de muerte en el mundo. El lema y compromiso para este año “yo soy… y voy a”, es un llamado a la acción individual e institucional y a una transformación en agentes de cambio de las estadísticas.
Anualmente, a nivel global, casi 10 millones de personas mueren por esta causa y un tercio de las situaciones más comunes pueden evitarse con hábitos saludables. El cáncer de próstata es el de mayor incidencia en la población masculina, seguido por el de pulmón y el cáncer colo-rectal. Sin embargo el cáncer de pulmón se lleva, en promedio, la vida de unas mil personas en el país.
A su vez, el cáncer de mama está en primer lugar con el diagnóstico de 1.900 nuevos casos y 650 mujeres muertas en promedio. A pesar de esto, la detección temprana muestra un descenso en la tasa de mortalidad.
Si bien existe el Fondo Nacional de Recursos y los programas de prevención que ubican a Uruguay en el mapa como el tercer país latinoamericano que lleva adelante un abordaje institucional del problema, existen otras situaciones que se mantienen conforme pasan las administraciones sanitarias.
Tiempos –y listas– de espera para algunas intervenciones, medicamentos de alto costo y, por ende, una alta judicialización de la salud, nos lleva a preguntarnos si un país tan chico y con el mismo nivel poblacional desde hace años, se merece esta estadística. Las autoridades lo justifican comparando con los mejores índices en expectativa de vida de los países desarrollados.
En el continente latinoamericano persisten las desigualdades y las brechas sociales tienen correlación con los casos de cáncer. Los especialistas aseguran que el cáncer colo-rectal, vinculado al consumo de carne roja, es un indicador de desarrollo pero también de un estilo de vida. Tanto como el de pulmón debido al tabaquismo o el consumo problemático de alcohol u otras sustancias, que producen otros tipos de cáncer.
Uruguay está ubicado en los primeros puestos con población fumadora y obesa, pero ese aspecto responde a decisiones personales.
Los próximos años serán cruciales en la batalla contra las enfermedades oncológicas que llegan a pacientes que se encuentran en edades productivas y de atención a la familia. Pero a nivel mundial, el crecimiento poblacional y el envejecimiento van atados también a esta problemática. La iniciativa City Cancer Challenge calcula, ya en el plano de esas desigualdades, que así como crecerá el cáncer un 23% en Uruguay, lo hará un 92% en Costa Rica. A pesar de que ambos manejan índices de desarrollo humano similares.
Los desafíos están planteados en la reducción de esas brechas porque –aunque no es el caso de Uruguay– la inacción de algunos gobiernos, conspiran contra los buenos resultados. Es que la accesibilidad y el sistema de atención sanitario no es igual en un país que en otro, a pesar de las similitudes culturales o cercanías geográficas que puedan haber.
Mientras en Uruguay es obligatorio el Papanicolau en el carné de salud, o las mamografías en mujeres después de los 50 años, en Bolivia por ejemplo hay sólo siete oncólogos para toda la población y los equipos de radioterapia no están disponibles en la salud pública. Incluso los tabúes existentes al respecto, actúan como una muralla para el acceso a un correcto tratamiento.
Difieren hasta en la inversión. Expertos de la iniciativa City Cancer Challenge calculan que hay países que invierten el 10% del Producto Bruto Interno (PBI) en el sistema sanitario –en Uruguay es el 9,5%– pero otros llegan al 5 o 6%. Brasil se despega con el 11% del PBI.
No obstante, las “chacras” en las diferentes áreas de salud suelen afectar los resultados y las fragmentaciones tienen su costo. Además de económico, el de las esperas y que los rehenes sean, al final de la cadena, los usuarios de todos los servicios. Es que, en cualquier caso, pueden cambiar los paradigmas y los protocolos de atención, pero cuestan mucho los cambios culturales. Y los liderazgos, en este plano de individualidades, no se construyen de un día para el otro.
Por eso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó, ante la llegada de este día, que si el cáncer avanza tal y como evoluciona en la actualidad, en unos veinte años habrá un 60% más de casos en el mundo. Incluso en los países de ingresos medios y bajos, crecerá un 81%. Es, en definitiva, una enfermedad que padecerá una de cada cinco personas a lo largo de su vida. Y eso significa que no habrá una familia sin padecerlo. A pesar de la visión instalada en el costo monetario que implican algunos tratamientos, existen factores de riesgos que pueden minimizarse con la prevención y controles efectivos de llegada a toda la población. Ese, probablemente, sea el mejor indicador de países desarrollados. Aquellos que realicen los cambios culturales trascendentales, mejorarán la calidad de vida de sus poblaciones. Pero ningún cambio se lleva a cabo sin el compromiso individual. De lo contrario, la carga no solo será personal, sino para la sociedad en su conjunto.