“Francofonia”, una extraordinaria historia real

“¿Qué sería Francia sin el Louvre o Rusia sin el Hermitage? ¿Qué seríamos sin los museos?” Esta es la gran pregunta que se hace el cineasta ruso Alexander Sokurov en “Francofonia”, una película que muestra lo documental con la ficción y cuenta la extraordinaria historia real de cómo el director del Louvre Jacques Jaudard y el oficial nazi conde Franz Wolff-Metternich consiguieron salvar los tesoros del museo durante la ocupación nazi de Francia.
“Francofonia” se exhibe está noche en el ciclo Cine en EL TELEGRAFO, en la sala “1º de Julio” a las 20, con entrada gratuita. La sala se habilitará a las 19.30, como siempre, esta vez con videos en recuerdo de Elvis Presley, fallecido hace 40 años (16 de agosto 1977).
“Francofonia” es una coproducción de Francia, Alemania y Holanda, que se estrenó en la Mostra de Venecia 2015, donde compitió por el León de Oro y ganó el premio de la crítica al mejor filme euromediterráneo y el premio Fondazione Mimmo Rotella.
Sokurov dijo que “Francofonia” es “más un proyecto artístico que un documental” y es que, además, todo lo relativo al París de la época de la ocupación es “una representación ficticia al cien por cien”, a la vez que defiende que no quería darle un “enfoque científico”.
El director ruso, que ya contó la historia del Museo del Hermitage en “El arca rusa” (2002), nos sitúa en el París de 1940, en el inicio de la ocupación nazi, y nos presenta a Jaudard (interpretado por Louis-Do de Lencquesaing), director entonces del Museo del Louvre y de los Museos Nacionales de Francia, y al conde Wolff-Metternich (Benjamin Utzerath), que fue nombrado responsable en Francia del Kunstschutz nazi, el denominado departamento para la “protección del arte”, que en realidad se encargaría del saqueo de miles de obras de arte en toda Europa.
Aunque, en un principio, para el director del Louvre el conde Wolff-Metternich era un enemigo, poco a poco se dio cuenta de que había hallado en él al mejor de los colaboradores para proteger los tesoros de la capital mundial del arte: a falta de reglamentos concretos, aparte de la Convención de la Haya y del pacto de armisticio franco-alemán, el oficial nazi trató de imponer una interpretación de las órdenes que cumplía con el derecho internacional para evitar la exportación de esas obras de arte a Alemania y las mantuvo almacenadas en los castillos del Loira y alejadas de las codiciosas manos de los más altos dirigentes nazis, incluidos Hermann Göring, Joseph Goebbles y el propio Adolf Hitler, el artista frustrado. La actitud de Metternich provocó la hostilidad de los dirigentes nazis, que lo enviaron de regreso a Alemania en 1942. Las obras del Louvre regresaron intactas al final de la Segunda Guerra Mundial.
“Los museos nos muestran que en el pasado existió una cultura grandiosa y magnífica, mucho más grandiosa e inteligente que la que podamos crear en la actualidad. Siempre me ha parecido que los niveles del Louvre, el Hermitage, el Prado, el Museo Británico, son absolutamente inalcanzables”, afirmó Sukurov.