Los niños y el tránsito

En América Latina y el Caribe los siniestros de tránsito son la primera causa de muerte en niños entre 5 y 14 años, y la segunda entre 15 y 44 años. La reglamentación vigente en Uruguay contempla elementos y medidas de seguridad para los ocupantes del vehículo y menciona algunos elementos especialmente enfocados en la seguridad del niño.
En este sentido, estudios que se vienen realizando desde 2013 sobre la seguridad vial de esta franja de la población muestran que resulta imperioso trabajar para dotar de mayor seguridad de forma que los niños no sean transportados asumiendo riesgos importantes para su salud.
Mejorar el uso del cinturón de seguridad en el transporte escolar, el Sistema de Retención Infantil y el casco homologado en las motos son temas importantes a trabajar a través de diversas estrategias que necesariamente deben involucrar a las escuelas y las familias.
La situación con el transporte de niños en motos no es menos preocupante. El uso de casco homologado en niños pequeños también es muy bajo y, a pesar que está reglamentado, en tanto que hay resultados alarmantes en cuanto a alcanzar el posapié o el traslado de niños en ubicaciones no autorizadas en las motos. Aun considerando estos elementos básicos, es claro que la motocicleta no brinda seguridad alguna a sus ocupantes, puesto que no existe estructura que los proteja en caso de choque o caída; por lo cual si realmente se tuviese en cuenta este aspecto, las motos no podrían estar habilitadas para transportar menores de edad.
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud señala que las personas usuarias de motocicletas están expuestas a mayores riesgos de colisión debido a que comparten el espacio de circulación con automóviles, ómnibus y camiones, porque son menos visibles, y además por la falta de protección física que las hace más vulnerables a sufrir lesiones en caso de colisión. Asimismo, los niños tienen más probabilidades que los adultos de sufrir consecuencias severas porque su cerebro y cráneo son más vulnerables que los del adulto ya que no han alcanzado la maduración completa.
En lo que respecta al transporte de niños en automóviles, los Sistemas de Retención Infantil (SRI) cumplen un papel muy significativo en la reducción de la gravedad de las heridas sufridas y en el aumento de la probabilidad de supervivencia, siendo una de las medidas más importantes que se pueden aplicar para evitar lesiones en caso de ocurrir un siniestro de tránsito con la participación de niños y es por Ley de uso obligatorio en Uruguay. Al respecto, la ordenanza establece que los menores de 12 años –sin distinción de altura o peso–obligatoriamente deben viajar en el asiento trasero del vehículo, utilizando un Sistema de Retención Infantil. La medida también alcanza a los menores de 18 años cuya estatura sea menor de 1,50 metros. Sin embargo, se utiliza muy poco aún en el traslado diario de niños a las escuelas.
Hace menos de un mes, en el marco del lanzamiento del programa “Niños latinoamericanos seguros en el tránsito”, el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) y la Fundación Gonzalo Rodríguez junto al CEIP presentaron un informe sobre el traslado de niños a la escuela y la seguridad de los entornos escolares, así como una campaña que busca modificar los comportamientos incorrectos en el tránsito.
El mismo comprende tres estudios realizados por el área de investigación de la Fundación Gonzalo Rodríguez a través de la empresa Factum, tratándose de una encuesta telefónica para saber cómo llegan los niños a la escuela; un estudio observacional de niños peatones en el entorno escolar sobre comportamientos de riesgos; y un relevamiento de infraestructura con la herramienta Star Rating for Schools desarrollada por el Programa Internacional de Evaluación de Carreteras (iRAP, por sus siglas en inglés) que brinda una calificación de 1 a 5 estrellas según la seguridad del entorno escolar. Estos dos últimos estudios se realizaron en 54 escuelas públicas de Montevideo y Canelones, dado que son los que concentran la mayor cantidad de población del país, previéndose la posibilidad de extenderlos al resto del país.
La conclusión más relevante de este nuevo estudio sobre el tema es que el uso de medidas de seguridad vial mientras los niños son trasladados a la escuela no alcanza los niveles adecuados, mientras que tres de cada diez entornos escolares son inseguros.
Tres de cada cuatro niños pasajeros no llevaban las medidas de seguridad, lo cual se incrementa a 8 de cada diez de los que transitaban en auto o camioneta, mientras que tanto entre los que lo hacían en moto como en transporte escolar el no uso se ubicó en 2 de cada tres niños.
Por su parte, la encuesta telefónica muestra que los niños van a la escuela principalmente en auto (44%) y caminando (35%) en Montevideo y Canelones.
Algunas conductas son interesantes por lo arriesgadas y fácilmente evitables. Por ejemplo, se comprobó que se cruza por la mitad de cuadra sin mirar si vienen vehículos cuando, paradójicamente, en el entorno de las escuelas suele haber cebras, vallas, semáforos y hasta inspectores de tránsito. A modo de ejemplo podemos citar el caso de Montevideo, donde el estudio observacional de niños peatones destaca que el 44% cruza a mitad de cuadra y que una importante proporción “no mira antes de cruzar” tanto en la esquina (35%), en la cebra (42%) como a mitad de cuadra (44%).
Si bien estas situaciones pueden tener leves variaciones en relación a otros lugares del país, basados en los datos de la realidad fácilmente observables en las inmediaciones de cualquier escuela, seguramente al expandir estos estudios a otros puntos del país se obtendrán resultados similares.
En este sentido, cabe recordar un estudio anterior de la Fundación Gonzalo Rodríguez que al estudiar el problema de la seguridad infantil en el tránsito advirtió que Paysandú cuenta con la mayor tasa de niños y adolescentes viajando en moto del país y que el 39% de los niños hasta 12 años viaja sin utilizar el posapié.
Las recientes investigaciones dejan planteados nuevos desafíos respecto a la seguridad de los niños en el tránsito a la vez que interpelan a autoridades, familias y docentes sobre cómo contribuir a la reducción de factores de riesgo asociados a la siniestralidad vial infantil, tomando a los entornos escolares como punto de partida y atendiendo a la necesidad de su inclusión en la agenda de las políticas públicas locales y nacionales.
Sin duda alguna que el sistema educativo no es el principal ni el único responsable de la educación vial. El Estado o sus ejecutores en el territorio deben fiscalizar y la familia debe ser la principal promotora de conductas saludables para la disminución de los factores de riesgo en el tránsito, enseñándolas también con el ejemplo, cosa que lamentablemente no siempre ocurre.
Igualmente, la escuela es el ámbito ideal para trabajar en la promoción de mejores hábitos y para incidir en un problema cultural que es necesario abordar a conciencia en pos de una mejor calidad de vida de nuestros niños y su formación en buenas prácticas de seguridad vial, algo que les será útil para toda la vida.