Mundo plástico

La cantidad de desechos plásticos contaminantes en el mundo podría aumentar un 41% y la cantidad acumulada en los océanos se podría duplicar para el 2030, según un documento divulgado recientemente por la organización internacional World Wildlife Fund (WWF) titulado “Contaminación por plástico: ¿de quién es la culpa?” Las cifras, que no han sido cuestionadas, son alarmantes si tenemos en cuenta que el plástico es un material contaminante cada vez más presente en nuestras vidas cotidianas y que pone en peligro la vida silvestre, la comida que comemos y el agua de los océanos, sin que haya señales claras de ponerle un freno a esa situación.
Por el contrario, es un material cada vez más omnipresente que se encuentra en productos tan variados como juguetes, materiales de construcción y muebles, accesorios y hasta en cosméticos y las fibras textiles de la ropa, pasando por una serie de útiles de uso cotidiano como envases, bolsas, platos y cubiertos en la comida para llevar. Este cambio de hábitos de consumo relacionado con un material que era al menos escaso hace 50 o 60 años, ha hecho que la producción global de plásticos se disparara en las últimas décadas, estimándose que para el año que viene el ritmo de producción de plástico habrá aumentado la espeluznante cifra de un 900% en relación a 1980.
Según el informe de WWF, en 2016 la producción de plástico alcanzó 396 mil millones de toneladas, es decir 53 kilos por cada habitante del planeta y generó emisiones de dióxido de carbono de alrededor de 2.000 millones de toneladas, cerca del 6% del total de emisiones del año. Además, la mitad del plástico producido desde 1950 lo fue entre los años 2000 y 2016, y en su mayoría, se encuentra hoy en día bajo la forma de desechos.
Por otra parte, cada segundo más de 200 kilos de basura termina en el agua y se estima que entre 8 y 13 millones de toneladas de basura al año llegan a los mares y océanos, lo cual equivale a 800 veces el peso de la Torre Eiffel.
A mediados de marzo pasado se hizo público y circuló profusamente en medios de comunicación y redes sociales el caso de un ballenato varado en Filipinas que murió de hambre por no poder alimentarse porque tenía 40 kilos de plástico en su estómago.
Pocas veces el mundo tiene oportunidad de ver delfines o ballenas agonizando por tener bolsas, embalajes y otros desechos plásticos en sus estómagos o tortugas y aves gravemente heridas al enredarse con plásticos o confundirlos con alimentos. Sin embargo, son situaciones cotidianas en mares inundados de plásticos que dañan gravemente los ecosistemas marinos. La situación es tan grave que la ONU advirtió que, de seguir así, en el año 2050 habrá más plástico que peces en las aguas del mundo.
Por otra parte, esta situación también puede afectarnos de otras formas más sutiles y, en este sentido, son necesarias más investigaciones que develen la incógnita sobre el impacto del microplástico –trozos de menos de 5 milímetros que son ingeridos por crustáceos, mamíferos y peces que luego terminan en nuestros almuerzos y cenas– en la salud animal y humana.
Respondiendo a la pregunta del título del documento de WWF –“¿De quién es la culpa?”–, la respuesta es que en general los sistemas de producción, utilización y de eliminación del plástico son deficientes y terminan sin considerar responsable a ningún actor en concreto.
Hasta el momento poco se ha hecho a nivel mundial para poner fin a esta situación –especialmente en los países más contaminantes– y a aquellos que sacan provecho de la producción y utilización del plástico no se les pide pagar el costo de la contaminación. Evidentemente, es menos costosa la conducta irresponsable de tirar los desechos en la naturaleza que gestionar a disposición final y reciclaje de la basura lo que genera un círculo vicioso de producción insostenible y creciente contaminación.
Para desintoxicar el planeta se requeriría la reducción de aproximadamente un 30% de plástico, la eliminación progresiva del plástico de un solo uso, la recolección del 100% de nuestros desechos y el reciclaje del 60% de los desechos recolectados, según WWF. La oenegé también pide a los gobiernos la negociación de tratados internacionales jurídicamente vinculantes para dejar de contaminar los océanos y metas nacionales de reducción, reutilización y reciclaje.
De una u otra manera, ya sea como productores o consumidores todos tenemos responsabilidad en la contaminación por plástico. En ese sentido se espera lograr una limitación de la utilización de este material y en generar conciencia que presione a los gobiernos y empresas a trabajar por su reducción y la sostenibilidad ambiental.
En este sentido, hay expectativa en la región sobre la experiencia de América Latina y el Caribe –que poseen más del 50% de la biodiversidad mundial y el 24% de su pesca– respecto a recientes iniciativas gubernamentales para enfrentar el problema, como la prohibición del uso de bolsas plásticas.
Perú y Chile prohibieron las bolsas plásticas y anteriormente lo habían hecho Antigua y Barbuda, en tanto que Colombia les puso un impuesto que permitió reducir un 35% el uso. En Uruguay –donde usamos un promedio de 360 bolsas por persona al año, cuyo destino equivocado termina en una afectación al ambiente, un riesgo para la vida de nuestras especies marinas y un costo para la gestión municipal– estamos comenzando a transitar el camino de la prohibición de bolsas plásticas y su sustitución por bolsas biodegradables que se cobran al consumidor.
En este sentido, el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente informó de una reunión con el sector empresarial para manifestar la preocupación de la institución en torno al adelanto del cobro obligatorio de bolsas biodegradables –previsto para el 30 de junio– y conocer de primera mano algunos otros aspectos asociados a tal decisión. En esa reunión los empresarios informaron algo que no debería quedar tapado por la polémica de cobro y el destino del dinero que se recauda: se trata de la aceptación generalizada de la ciudadanía que ha dado una inédita respuesta y cada vez más concurre con su chismosa, sin requerir bolsas plásticas. Se trata de una señal de madurez y conciencia ambiental. Como lo son también las iniciativas de grupos barriales o de jóvenes que promueven el desafío de limpiar espacios públicos de basura o recolectar los plásticos que aparecen en las playas.
El uso masivo del plástico en una especie de vínculo de dependencia de la cultura del “use y tire” es insostenible. En tanto consumidores, los ciudadanos en sus opciones de compra y uso pueden influir en quienes toman decisiones empresariales y gubernamentales para evolucionar hacia conductas más saludables que incluyan la eliminación del plástico de un solo uso, la adaptación y uso de sustitutos, una mejor gestión de residuos y el reciclaje.