Fruto de la desconfianza

…Y de la incertidumbre. El Fondo Monetario Internacional (FMI) decidió suspender el programa financiero con Argentina al menos hasta que pasen las elecciones presidenciales del 27 de octubre y se aclare quién tomará el mando de este país. En medio de la crisis que comenzó en abril de 2018, Argentina firmó el año pasado un acuerdo con el FMI para una ayuda financiera por un total de 56.300 millones de dólares. Desde entonces, la entidad ha girado un total de 44.867 millones de dólares y el próximo tramo de ayuda, por 5.400 millones, iba a ser desembolsado, según lo previsto originalmente, a mediados de ese mes. Y esto será lo que debe esperar hasta nuevo aviso.
El director interino del Fondo, David Lipton, declaró el miércoles que la institución “trabajará para una eventual reanudación de algún tipo de relación financiera con los gobernantes argentinos, que tal vez deba esperar un tiempo”. Este señor dijo esto solo un día después de haber afirmado que continuarán colaborando con las autoridades argentinas a “responder a la difícil situación y los tiempos desafiantes que se avecinan”. “Tuve una reunión constructiva con el presidente Mauricio Macri, el ministro de Finanzas, Hernán Lacunza, y el gobernador del Banco Central, Guido Sandleris”, señaló Lipton en una declaración difundida en Washington, sede del FMI, a propósito de un encuentro que tuvo lugar en Nueva York.
De cualquier modo, el FMI ya venía demorando el envío de sus técnicos para auditar las cuentas de Argentina y decidir si aprueba o no el nuevo desembolso; esto a raíz del revés electoral sufrido por Macri, quien aspira a la reelección, en las primarias del 11 de agosto y las graves turbulencias financieras desencadenadas tras ese resultado.
Lo que queda claro ahora es que el anuncio representa un nuevo golpe para Macri, enfrascado en una campaña electoral muy cuesta arriba frente al gran favorito, el peronista Alberto Fernández. Macri parece encaminarse a una severa derrota mientras su administración ha tenido que implantar controles sobre la compraventa de divisas, ha anunciado un “default” parcial de su deuda y la inflación se ha disparado de nuevo por encima del 55% anual. Lacunza y el propio Macri se esforzaron por convencer, en Nueva York, a David Lipton de que se habían cumplido los compromisos adquiridos con el FMI, al menos hasta junio. Insistieron en que no había motivos para que se aplazara el desembolso de los tramos restantes del préstamo. Fue un esfuerzo inútil.
Lipton prefirió no comprometerse. El suyo era un mandato interino y la cuestión argentina se había agravado demasiado. Así el miércoles anunció ante los micrófonos de Bloomberg Radio que habría que esperar. Indicó, de forma implícita, que la espera duraría hasta que la nueva directora (la búlgara Kristalina Georgieva) asumiera su nuevo cargo y se dispusiera de un nuevo interlocutor en Buenos Aires, con un programa económico definido.
Lo del FMI es entendible, pero atiza las dudas en torno a Macri y su gobierno, y por supuesto añade un elemento más para que Alberto Fernández y Cristina Fernández –dos personajes que no le han hecho nada bien a Argentina– regresen al poder en todo su esplendor.
“La incertidumbre se potencia para la economía. No solamente por lo incierto del final de la administración de Macri, sino porque reaparecieron las dudas y los temores sobre los que llegan. Reapareció Cristina con definiciones económicas que alejan a los inversores y se dejan trascender medidas confiscatorias en lo impositivo para quienes invirtieron o legalmente blanquearon su patrimonio; todo en contra de la propiedad privada”, subraya un análisis de La Nación.
“Aún si fueran ciertas las intenciones de no cometer los errores de la última etapa radicalizada del cristinismo en el poder, no está claro que las negociaciones con los acreedores vayan a ser tan pacíficas como hoy se prometen. Mucho menos el congelamiento por 180 días de precios, salarios y prestaciones estatales que se anuncia como la idea central de la propuesta económica”, prosigue con acierto el diario porteño.
Lo cierto es que desde la contundente victoria de peronismo en las elecciones primarias del 11 de agosto la inestabilidad económica que vive el país desde hace meses se ha agudizado, con consecuencias directas para el bolsillo de sus ciudadanos.
Alejo Czerwonko, del equipo de Mercados Emergentes del banco suizo UBS, asegura que la posible llegada al poder de Fernández –con Cristina Fernández como vicepresidenta– despierta inquietud entre los inversores. “(Alberto) Fernández y su equipo sugirieron que dejarían de pagar intereses de los bonos conocidos como Leliq (deuda a muy corto plazo) emitidos por el Banco Central, pretenden renegociar el acuerdo con el FMI y han manifestado su intención de reintroducir algún tipo de control de capital”.
He aquí el gran temor de los pesimistas, por más que haya algunos optimistas que afirman que Alberto Fernández no romperá con el mundo. El kirchnerismo representa sectores duros ideológicamente hablando y todo hace pensar que Argentina, con ellos, se cerrará al exterior. Y esta decisión de FMI, de guardarse el nuevo desembolso, no ayuda para evitar la vuelta de estos representantes de la corrupción.