Solicitada

EN MEMORIA DE MICHAEL
TEXEIRA (Q.E.P.D)
Uy… ¿Cómo comenzar? ¿Qué decir primero? Parece tan fácil pero no lo es. Casi un mes ya de tu ausencia. Para algunos es poco, para mí y muchos otros una eternidad. Lo primero que se me viene a la cabeza es esa maldita pregunta creo que sin respuesta: ¿Por qué? Y así van surgiendo unas cuantas más: ¿Por qué quienes estaban con vos o quienes aparecieron esa noche decidieron por tu vida? Por qué se dispusieron a acabar con ella? ¿Por qué nadie te prestó asistencia? Quizá el final hubiera sido otro y hoy no estaría escribiendo esta carta entre lágrimas y una tristeza inmensa.
Supuestamente ya se encontraron uno o unos autores materiales que actuaron como verdugos sobre tu existencia. Pero para lo que sigo sin encontrar respuesta válida ni consuelo es, ¿por qué vos? ¿Cómo estará dispuesto el orden del universo para decidir a quién le “toca” su hora final? ¿Cómo será ese misterio indescifrable de la vida? Es como despertarse, empezar el día y vivirlo sobre una cuerda floja sin saber si es que hoy daremos un paso en falso y caeremos al vacío, dejando pendientes sueños, planes, corazones rotos, familias destruidas, mascotas tristes sin poder explicarles nada, amigos con faltantes en su barra de encuentro, y así mucho más de lo que forma parte de esta, por qué no “loca” vida que vivimos a diario.
No te das cuenta de quienes realmente te rodean, hasta que lo peor sucede; solamente sabés que los conocés a unos más que a otros, hasta que un día el rompecabezas pierde una pieza y esa falta se hace imposible de reemplazar, porque cada “pieza” es especial, es diferente al resto, y significaba algo único para cada uno. Y es entonces cuando te das cuenta o decimos comúnmente “te cae la ficha” de lo importante que eras para muchos, de cuanto sufrimos tu ausencia, de cuantas cosas quedaron por hacer, de cuantos momentos quedaron por compartir.
Pero pasaste de un mundo a otro, te fuiste sin avisar, pero sé que en uno de esos mundos desconocidos estás. Sé que sí. Con esa sonrisa imposible de olvidar, esas locuras y forma de ser que te hacían único y esa bondad que hoy en día es muy difícil de encontrar. Ahora que en este mundo físicamente no estás, comienza la hora de los remordimientos, “si hubiera hecho esto”, “si hubiera hecho lo otro”. Pero en un abrir y cerrar de ojos pasaste el puente y no diste tiempo a nada.
Ahora estás del “otro lado”. ¿Cómo es allí? Sólo sé quiero imaginar que no estás sufriendo todo lo que te tocó sufrir esa maldita y gélida noche de invierno. ¿Por qué vos? ¿Por qué? Nadie contesta, porque nadie tiene las respuestas, no existen respuestas justificadas. Nada de lo que se diga justifica que te hayas ido así. Toda una hermosa vida por delante, sueños sin cumplir, metas sin alcanzar, horas por compartir, y acá quedaron tus viejos, destrozados, con el alma por el suelo, tus hermanos, tu sobrinita que era la luz de tus ojos, ¿qué le dirán por qué el tío no está más? Tu familia, tu barra, tu pandilla, los que realmente se pueden llamar amigos con mayúscula, todos los que tuvimos el placer de conocerte y cruzarnos en tu camino, aquí quedamos, sin consuelo alguno y sin poder entender por qué pasó lo que pasó.
Y qué profe se perdió la gurisada. Qué gran pena. De los que se hacen querer por naturaleza y por llevar la vocación en las venas. Casi que éramos colegas. Pero no te dejaron, te cortaron las alas, y apagaron tus ilusiones. Quienes te conocimos un poco más sabemos que te encontraste con Juan (Q.E.P.D), tu compinche, se ve que te extrañaba porque en menos de dos años decidieron partir (sólo para entendidos). Y sé que en algún lugar están a las risas, haciendo “de la de ustedes”. Si me parece verlos, vos sentado contra la pared muy cómodo, y “el otro” mostrándose lo más correcto posible. Eran el show de la jornada. Cuantos recuerdos, (maldita palabra), cuantos momentos inolvidables, eso sí es lo lindo de la vida, cruzarse con gente con esa energía, vitalidad y felicidad como la que tenían ustedes.
Ojalá quienes te acompañaban esa fatídica noche un día puedan confesar por qué tanta saña, tanta maldad, tanta crueldad hacia vos, dejarte “tirado” literalmente en esa plaza (céntrica) como si no valieras nada. Señor Asesino: ese muchacho era un ser humano al igual que usted (pero creo que usted ya no puede entrar en esa clasificación), era una persona muriendo, sin fuerza alguna para poder pedir ayuda e intentar salvarse. Contésteme esto: ¿Por qué lo eligió a él? ¿Por qué lo mató? ¿Por qué lo dejó morir?
¿No se le remordió acaso la conciencia y pensó en volver para ayudarlo? ¡Cuánta frialdad! ¿No tiene hijos, señor? ¿No tiene familia usted? ¿Cómo puede dormir de noche sabiendo que hay gente que está destrozada en vida por la gran ausencia que usted provocó?
Hay muchos dimes y diretes, muchas versiones que como sociedad y “pueblo chico” estamos acostumbrados a escuchar el día después; pero la que más me remuerde la conciencia y revuelve el estómago es la de saber – según los eruditos en el tema– que de haberte llevado un ratito antes a la Emergencia o haber cruzado alguien a solicitar ayuda, el final hubiese sido otro, y no estaría escribiendo ésto en tu memoria. Tampoco digan, “todo pasa por algo”, hoy día eso no es consuelo para quienes lo conocimos. Negativo. Pero un día, en la estrella que estés, sé que la voy a encontrar, y nos vamos a dar ese abrazo que quedó pendiente, esas locuras que nunca se dijeron de frente, tantas cosas por vivir, tanto pero tanto, que jamás va a haber respuesta sólida válida y creíble para esta injusticia atroz.
Hemos visto que la mayoría de las veces los buenos se van, y los malos quedan, pero estoy convencida de que no se la van a llevar “tan de arriba”, no sin antes pagar la factura. El que las hace… las paga. Duerman si lo logran, con la conciencia cargada de que hay más gente de la que creen para quienes Michael significaba mucho, pero mucho. Su cuerpo no vuelve, lo sé, pero su esencia y su sonrisa van a permanecer por toda la eternidad.
Los asesinos de esa noche deben merecer un juicio final, un castigo más que el hecho de estar encerrados entre cuatro paredes, mientras a costa del pueblo se los alimenta. Lo que te hicieron ese día y lo que te sucedió después, no hay palabras para describirlo. Tarde o temprano se hará justicia, y se condenará a los asesinos de ese aberrante hecho, y finalmente muchos exclamarán “aliviados“: ‘Se hizo justicia’. Pero, ¿y? Da igual, así se los encarcele por años, por siglos (sueño despierta), nada te va a devolver la vida que te quitaron esos delincuentes asesinos. Estoy convencida igualmente que algo más hay detrás de todo esto. Algo más se pretende “tapar”, esconder. ¿Qué es lo que no quieren que se sepa? ¿Qué es lo que no puede salir a la luz? ¿Por qué tanto misterio alrededor de tu muerte? ¿Qué ocultan? ¿Qué? ¿Y quiénes están detrás de todo?
Ojalá la maldita muerte fuese reversible como las camperas. Pero no. Tristemente no. Y el ser humano no está preparado para estos desenlaces repentinos. Tampoco fue crónica de una muerte anunciada, en el que tu ritmo de vida (intachable y ejemplar en tu caso) te estuviese desviando por caminos oscuros y se podría predecir que no ibas a buen puerto. No. No era así. Fue literal, de la noche a la mañana partiste para no volver, no hubo tiempo a despedidas, no diste tiempo a una última palabra, a nada. En un abrir y cerrar de ojos dijiste “adiós”. Qué impotencia provoca todo, qué rabia, cuanta tristeza, qué cúmulo de sentimientos entreverados y confusos, y qué pesado se hace el “cuesta arriba”.
Quiero creer que andás por ahí, en las vueltas de la vida, que por eso no te he cruzado. Triste e ingenuo consuelo. Vos sí que te fuiste con tu música a otra parte. Habría demasiado silencio en el cielo y te esperaban a vos con tu guitarra. ¿Te acordás? … “Era tu historia …” Que suenen fuerte esos acordes amigo que te estamos escuchando a platea llena.
Desde donde estés te pido una sola cosa, y sé que me escuchás: dale fuerza a tus papás, que están atravesando el peor y más doloroso momento de sus vidas, mucha fuerza y luz para que puedan seguir peleándola día a día, a todos los que te conocieron y te quieren con el alma y el corazón. Sé que un día te veré del lado oscuro de la Luna. Hasta siempre locura. Hasta siempre Micha. Te extrañamos una banda y media loco. Con todo mi cariño… de quien te apreció y quiso mucho. Bellisa G. Chinazzo