Un poco más de autocrítica y menos de soberbia

En la polémica entrevista que la Secretaría de Información y Difusión de Presidencia le hizo al ministro de Economía, Danilo Astori consideró que el programa de gobierno presentado por el candidato Luis Lacalle Pou tiene “una cantidad de propuestas absolutamente imposibles de llevar a la práctica”.
Opinó que la única forma de realizarlas es con “un feroz recorte del gasto público” que sería “un gran retroceso en conquistas sociales que se han alcanzado durante los 15 años de gestión del Frente Amplio”.
En la misma página web, dijo que “la concepción de Talvi es totalmente diferente a la de un frenteamplista” porque “la agenda social del Frente Amplio no tiene nada que ver con el pensamiento” del candidato a la presidencia por el Partido Colorado.
Es así que un ministro que perdió peso político en la interna y que no ha dicho aún cómo hará bajar el déficit fiscal que sigue al alza, cuestiona otras propuestas. Vale recordar que Astori es un ministro que incumplió la promesa electoral de 2014 de no aumentar los impuestos, bajo la justificación de que “en un corto lapso” se deterioró el escenario económico del país e impactaron las situaciones de Argentina y Brasil. Por lo tanto, el país ingresaba en aquel momento “en una fase en la que le resultó imposible no modificar la carga tributaria”, decía el titular de Economía.
Con un déficit del 4,9% del Producto Bruto Interno (PBI), Uruguay llega a los peores guarismos de los últimos treinta años, de los cuales quince fueron gobernados por el Frente Amplio. Y ya que les irrita tanto a Astori, como al candidato a la presidencia Daniel Martínez o al expresidente José Mujica que le hablen del “viento de cola”, sólo mencionaremos que durante la segunda presidencia frenteamplista se crearon nuevos cargos de confianza, se inventaron los “embajadores itinerantes”, se fundió Ancap y que aún seguimos capitalizando los uruguayos para que se rindan esas cifras de superávit que presenta su directorio.
En momentos en que los commodities se pagaban a precio de oro y habilitaban la posibilidad de empezar a ahorrar en un momento positivo para el país, o se pudo haber mejorado la infraestructura vial –que colapsó al punto que en este período se debió gastar cientos de millones de dólares en recuperarla, dinero con el que ahora no se contaba–, se experimentó con la Regasificadora, se hizo el remate trucho de Pluna, fue aprobado el proyecto de Antel Arena calculado en U$S 40 millones pero que costó más del doble, fueron asistidas varias empresas compañeras a través del Fondo de Desarrollo (Fondes) con casi cien millones de dólares y se desarrollaron a gusto y gana, una lista de negocios con Venezuela que hasta hoy tratan de cobrarle a Nicolás Maduro y diezmaron la industria láctea nacional. Durante todo ese tiempo, Astori era el vicepresidente de la República y estaba al tanto de todo el gasto.
Mujica entregó en 2015, un gobierno con un déficit fiscal del 3,5% que el entonces presidente Tabaré Vázquez, dijo a sus allegados que lo recibía “en peores condiciones que Jorge Batlle en 2005”, según reza en el libro escrito por el periodista Sergio Israel “Tabaré Vázquez, compañero del poder”. Mientras tanto en Montevideo, la discusión está centralizada en la recolección de la basura y de allí no sale desde hace por lo menos 25 años. El entonces intendente Daniel Martínez no pudo con Adeom ni con su secretaria general, Valeria Ripoll. No obstante, critica la gestión de gobiernos de otras décadas y no le cree a Lacalle Pou cuando dice que no dará marcha atrás en la agenda de derechos.
Y cuando las explicaciones ya lindan con lo insólito es bueno bajar un cambio y solo recordar: en setiembre de 2015, Astori aseguraba que el déficit fiscal bajaría 1% al final del quinquenio para llegar al 2,5% del PBI. Para mayo del año siguiente, decía que una “consolidación fiscal es inevitable”. En marzo de 2017, el discurso era que el déficit no se puede “ir de las manos” y que la meta del 3,5 es alcanzable. Julio cerró con el 4,9% de déficit fiscal, y un freno en las inversiones que generaron desempleo.
Pero, según Astori –el mismo que en todos estos años fue incapaz de sostener una sola de las metas que se propuso–, los candidatos de la oposición y sus asesores, los analistas económicos y los dirigentes empresariales, están todos equivocados. ¡Sin embargo quien deja la peor situación fiscal de las últimas tres décadas es él! Y paradójicamente también es él quien sale a proponer las soluciones.
Claro, es fácil opinar cuando otros gobiernan. Así lo reflejaba en una sesión extraordinaria de la Cámara de Senadores que el 20 de abril de 1995 presidía Hugo Batalla: “Quisiera que el Uruguay dejara de integrar esa categoría en la que no sé si existen otros países en el mundo; en realidad no sé si existen otros países que cobran impuestos a la renta a quienes viven de un salario o de una pasividad”.
Hasta el prosecretario de la Presidencia, Juan Andrés Roballo, quien salió de su bajo perfil para hacer campaña, asegura que no le cree a la oposición porque habla de un ajuste fiscal. Es también quien explica las diferencias existentes con una “consolidación fiscal”, que adoptó el actual gobierno y no implicó otra cosa que tomar a las tarifas públicas como variable de ajuste. Para que después Astori dijera en mayo del año pasado, al finalizar un Consejo de Ministros, que “el gobierno tiene decidido no incrementar la carga tributaria sobre la población” porque “hemos llegado a un límite que no resulta conveniente en absoluto sobrepasar”. Un pensamiento que ratificó en marzo de este año durante un almuerzo de ADM, y que definió como “totalmente inconveniente”, en tanto “no podemos pedirles que inviertan más a los empresarios y ponerles más impuestos”.
Entonces parece insólito que quienes tuvieron tres períodos para cuidar las cuentas públicas, invertir en las obras necesarias y crear mayores puestos de trabajo, y que para ello contaron con mayorías parlamentarias –que a régimen de mano de yeso hicieron y deshicieron a gusto y placer–, ahora vengan a dar las soluciones y criticar las propuestas de la oposición, que desde siempre les estuvo advirtiendo que esto que pasó, iba a pasar si seguían por la senda tomada.
Tuvieron todo a su favor. Hasta el “viento de cola” que tanto les irrita que se mencione, en una región poblada por amigos y gobernantes ideológicos. Ahora estaría bueno ver de parte de ellos un poco más de autocrítica y menos soberbia, porque los resultados hasta ahora no les han sido auspiciosos como para creerse los dueños de la verdad.