Un fin de semana distinto en la Travesía del San Francisco

En los rápidos había que maniobrar, detenerse y hasta bajarse y caminar entre las piedras.

El pasado domingo se llevó a cabo la Primera Travesía Familiar del arroyo San Francisco, organizada por el club de kayaks y canoas Amandayé Ipeguá, como actividad previa a la Fiesta de la Prensa 2020, que se desarrollará durante todo enero.
La travesía contó con la participación de unos 40 aventureros, algunos con amplia experiencia en este tipo de eventos y otros completamente novatos, que decidieron pasar un domingo diferente junto a la naturaleza y haciendo deporte mientras se disfruta de un paseo de arroyo. Hubo gente de todas las edades: niñas, jóvenes y mayores, que se sumaron a esta primera experiencia que permite acercarse a una actividad que crece en todo el país, como lo es el canotaje y el kayakismo, que a su vez se enmarca en los objetivos de promoción del turismo náutico y fluvial del Corredor de los Pájaros Pintados. La ocasión no podía ser más oportuna, por cuanto ya avanzado diciembre la temperatura invita a acercarse al agua, y el clima se presentó especialmente benigno tras haber obligado a suspender la actividad el fin de semana anterior (domingo 15) por tormentas.
A diferencia de hoy, que los sanduceros dudamos en asomar la nariz fuera de la habitación climatizada bajo riesgo de calcinarnos a la intemperie, la semana pasada se presentó completamente despejada pero fresca, con una brisa que sumada a la mojadura inevitable de la actividad en cuestión permitía tolerar con una sonrisa el fuerte sol de la tarde.
Tras recibir una breve charla informativa y la botella de Aqua-A, el agua oficial del evento, los participantes partieron a bordo de sus embarcaciones desde la calzada del San Francisco. Pero a poco de empezar a remar alcanzaron el primer y más importante obstáculo: dos inmensos árboles cortaban el paso, por lo que para superarlo debieron trepar un terraplén entre raíces y barro, subir sus botes y usar un canal alternativo hasta descender del otro lado.
Continuaron a remo por un tiempo entre monte de galería y barrancos, navegando sobre corrientes de aguas frescas y cristalinas, hasta que la siguiente “corredera” o rápido sobre las piedras obligó a muchos a volver a caminar unos metros. También hubo que esquivar ramas, pasar por debajo de troncos, maniobrar el kayak o la canoa en espacios estrechos; en fin, todo lo que es característico de una travesía de este tipo.
No es de extrañar entonces que alguno terminara dándose un involuntario chapuzón, al volcar su canoa o su kayak, situación que a la postre fue más una satisfacción que un accidente. Pasados los primeros cientos de metros, quizás más de un kilómetro, el cauce se despejó y comenzó la parte de “lagunones”, donde se puede remar sin riesgo de quedar atracado sobre una piedra.
De esta forma los paisajes iban cambiando radicalmente cada pocos metros, permitiendo disfrutar de la vegetación y las aves autóctonas que con mucha curiosidad miraban desde las ramas que asomaban sobre el arroyo. Por ejemplo, se pudo apreciar cómo varias garzas mora acompañaron durante parte del trayecto a los remeros, volando rasante de árbol en árbol.
Cuando el cansancio comenzó a ganarle a algunos que no tenían tanto entrenamiento, ya habían llegado a destino. En total fueron unas 2 horas y media de ejercicio respirando aire puro, filtrado por el monte natural ribereño en un ambiente climatizado por el agua del San Francisco, un arroyo hermoso al cual ahora estos sanduceros pueden decir con propiedad que lo conocen de verdad.