Seguridad social requiere soluciones de largo plazo, en el mundo sin paradigmas

Aunque en estos meses de pandemia la atención está centrada en la problemática relacionada con el COVID-19, tanto desde el punto de vista sanitario como de sus consecuencias socioeconómicas durante la coyuntura y su proyección en el futuro inmediato, igualmente se ha puesto sobre la mesa y avanzado en alguno que otro tema de mediano y largo plazo, que nos hacen alternar entre lo urgente y lo importante.
Entre estos últimos figura la seguridad social y más precisamente la reforma que deberá darse el Uruguay, con necesariamente con una base amplia y participativa, ante la diversidad de elementos e intereses en juego, desde que desde hace ya varios años se conjugan factores que en algún momento harán crujir el sistema desde el punto de vista estructural y no solo coyuntural.
Es así que en los próximos meses ya nuestro país comenzará a transitar por este proceso de reforma mediante el trabajo de un equipo que será el encargado de elaborar primero un diagnóstico de la situación, para luego evaluar y recomendar posibles respuestas ante un gran desafío para el que difícilmente se puedan diseñar soluciones definitivas, sino más que nada esquemas que necesitarán ajustes con el paso del tiempo y los nuevos escenarios que lo precipiten.
En esta convergencia de aportes seguramente se volcarán posturas que tienen que ver con el lado del mostrador en que esté cada sector o entidad representativa, así como los técnicos, a la vez que el análisis tampoco estará exento de componentes político-ideológicos, por más que deberían elevarse las miras para priorizar en todo momento el interés general de las presentes y siguientes generaciones de uruguayos.
Uno de los integrantes de este grupo de trabajo que formulará el estudio es el Dr. Rodolfo Saldain, quien tuvo participación en el grupo que estudió y redactó la reforma de la seguridad social que se aprobó en 1996 y que está vigente, con algunas correcciones.
Saldain fue presidente del Banco de Previsión Social (BPS) entre 1990 y 1993, director del organismo el período previo y consultor internacional sobre temas previsionales. En diálogo con El País el profesional consideró que “hay suficientes debilidades como para justificar un examen global”, a la vez que “hay situaciones que no son sostenibles” respecto a las cajas paraestatales. Además, es partidario de hacer modificaciones tanto en el tramo jubilatorio que administra el BPS como en el que gestionan las AFAP.
Acerca de la similitud o no entre las situaciones existentes en 1996 y las actuales como elementos a tener expuso Saldain que “creo que son más las diferencias que las similitudes. En primer lugar hoy hay un nivel de conocimiento acumulado y masa crítica bastante mayor que el que había en 1995. Es bastante más fácil hablar de este tema, en 1995 la academia tenía mínima participación y hoy hay sectores académicos, organizaciones no gubernamentales que han venido trabajando estos temas. Hay un conjunto también de expertos que en aquel momento era bastante más limitado. Eso es una diferencia importante”.
Trajo a colación que la reforma de 1996 “intentó preparar” al sistema para esta nueva realidad demográfica, que implica la nueva forma de pirámide de edades con una base bastante más angosta y una cúspide cada vez más ancha de envejecimiento de la población, aspecto que es el nudo gordiano que promueve que haya necesidad de reajustar el esquema previsional.
A juicio del Dr. Rodolfo Saldain, “hoy el sistema mixto tiene menores detractores que en el pasado, hay muy pocas personas en el Uruguay que sean capaces de sostener que todo el sistema deba reposar en las finanzas públicas, en el BPS. Podremos discutir cuál es la mejor forma de diseñarlo, probablemente hoy no sea la forma que tiene el actual sistema mixto dividiendo el salario por niveles, que por encima de un nivel es obligatorio y por debajo voluntario. En lo personal ya hoy pienso que no es lo mejor ese sistema sino ir a un sistema más de tipo de corte longitudinal donde se aporte al sistema de reparto por ejemplo el 8% o 7,5% del 15% del aporte personal, y que el otro tanto que se aporte a un sistema de ahorro individual. Es probable que tampoco sea (la ideal) la forma en que se diseñó el segundo pilar y haya oportunidades de mejoras”.
El profesional con estas reflexiones pone sobre el tapete un tema central que fue en gran medida el que desató la reforma de 1996, desde que había únicamente un BPS que tenía un esquema de reparto solidario intergeneracional en el que no se alentaba el aporte individual ni tampoco estar en la legalidad, y por lo tanto el sistema se iba desfinanciando y se requería cada vez más recursos desde Rentas Generales, a la vez de haberse otorgado generosamente pasividades sin los aportes correspondientes, por notorio manejo político-electoral del sistema previsional.
Con la creación de las AFAP y las cuentas individuales en la anterior reforma sin dudas se logró un gran avance, lo cual no quiere decir que ni por asomo se haya llegado al ideal, y ello es así no solo por el diseño del esquema previsional, sino porque las exigencias financieras al sistema han crecido sobre todo por efectos de la mayor expectativa de vida como de la relación activo-pasivo, que implica que los aportes se estrechen ante los requerimientos de las prestaciones.
Mucho paño para cortar e ideas para evaluar, sin dudas, con aportes plurales para ponderar y tratar de coincidir en fórmulas que permitan llegar a la mayor base de apoyo posible. En lo que no debe recaerse es en posturas populistas y demagógicas del estilo de que “al fin de cuentas el dinero va a salir de algún lado”, como se hacía otrora, pateando la pelota para adelante para que otros se hicieran cargo de un problema.
Por tratarse de una iniciativa que debería tener un desenlace en determinado plazo, la idea central debe ser necesariamente la búsqueda de un consenso para no trasladar a ningún sector o partido el costo político de una reforma que seguramente no resultará simpática, porque de lo que se trata es de dar respuestas desde el punto de vista social con recursos cada vez más escasos, por centrar la discusión en sus aspectos centrales.
El punto es que como bien sostuvo Saldain, no es posible pensar que recaiga sobre el Estado, sobre las finanzas públicas, sobre los tributos que vayan a pagar los futuros trabajadores, el lograr mejores beneficios. “Eso va a tener que reposar fuertemente en esquemas complementarios de ahorro o colectivos. No se va a poder esperar del Estado, de las finanzas públicas, una mejora de futuro en esa situación”, puntualizó el profesional en un razonamiento que todo hace pensar no todos compartirán, sobre todo a partir de posturas ya expuestas por los directores sociales del BPS, que siguen insistiendo en un sistema exclusivamente de reparto intergeneracional como la panacea del sistema.
Pero como nadie tiene la solución y ni siquiera hay un sistema paradigmático en el mundo para tenerlo de referencia, con todos los temas resueltos, habrá que ir despacito por las piedras, con la mente abierta, con las miradas puestas en el largo plazo y en la línea de que en lo posible se compartan las responsabilidades por todo el espectro político, en aras del supremo interés general.