El agujero del mate

La semana pasada se inauguró en Paysandú un monumento que homenajea al Mate. Desde el momento en que se emplazó, en la intersección de la avenida Salto y la calle Libertad, la obra de arte creada por Juan Carlos Ualde, y ejecutada por Ricardo Gómez, generó numerosas repercusiones, tanto que las noticias al respecto en las redes sociales de EL TELEGRAFO estuvieron entre las más comentadas del día. Que una escultura genere esto en estos tiempos no es nada despreciable, podría comentarse si no se hiciera una revisión un poco más profunda de las repercusiones generadas por este monumento.
Lo primero que cabe señalar es que no se trata de una ubicación antojadiza, la propuso la Comisión Departamental del Patrimonio Cultural a raíz del antecedente de que la calle Libertad en sus años se denominó Calle del Mate, a propuesta del edil, docente y escritor Carlos Lorenzo Gregorio Catalá, en 1855. “En honor de la costumbre nacional y característica del uso del mate. Él fue y es el vehículo de comunicación que tiene el pueblo para la tradición de su historia, revoluciones y transmisión de costumbres y no hay conocimiento alguno a que el mate no haya asistido y contribuido con su sabroso néctar, ya amargo, ya dulce”. Y vaya si le asistía y le sigue asistiendo razón al visionario Curul.
Para concretar este homenaje se eligió un obra del artista guichonense Juan Carlos Ualde, basado en una antigua leyenda guaraní relacionada con el origen de la yerba mate, la planta de la que se extraen las hojas que son la materia prima de la infusión que no solo constituyen uno de los mayores elementos unificadores de la nación oriental sino que además nos hermana con la región, ya que son las mismas hojas que se usan en la Argentina, en Paraguay y en el sur del Brasil, elaboradas de diferente manera, para preparaciones igual de populares y que, como en nuestro país, se las consume en todos los estratos sociales.
La emotiva leyenda relata como un anciano, de nombre Yar, no pudo sostener el ritmo con que su tribu, nómada, se desplazaba a otro destino, por lo que se separó del grupo abandonándose a su suerte. Sin embargo su hija, Yarí, se negó a simplemente dejarlo atrás y se quedó haciéndole compañía. El anciano levantó un refugio con sus manos y ambos se instalaron en el lugar. Un día, al anochecer, se apareció en el campamento un extraño ser a quien atendieron con deferencia a pesar de la modesta situación en la que se encontraban, ofreciéndole compartir sus alimentos. Este ente había sido enviado por Tup, el dios bueno, que quería conferirles un presente milagroso y permanente.
El poder mágico de este obsequio les permitiría contar siempre con los medios para atender a sus visitantes y les ayudaría a mitigar el aislamiento. Así provocó que una nueva planta creciera en la selva y con ella les enseñó a preparar una bebida tónica y estimulante que pasaría a ser, con el tiempo, un símbolo de bienvenida para los huéspedes de la casa. A continuación ungió a Yarí como diosa protectora (Caa Yarí) y a su anciano padre, como su custodio. Las plantaciones de yerba mate se multiplicaron. Siendo dioses la joven generosa y el hábil anciano mantuvieron estas condiciones que poseían, y a partir de la naturaleza misma, con la fuerza de sus elementos más puros y del corazón de las plantaciones de yerba mate, estos dioses nos protegen.
La escultura en homenaje al Mate no es en sí misma una representación ampliada de un mate, como de alguna forma asumen quienes se quejan de que esto sea de esa manera. Representando en la escultura a esta leyenda es que el autor dio a su obra dos caras diferentes, que se observan en función del punto de vista de quien la aprecie: de frente es la cara de un indígena y lateralmente es un mate con una bombilla.
No es nueva, por cierto, la discusión entre el arte figurativo (un monumento al mate debería tener forma de mate) y el arte abstracto, que se vale del simbolismo y de interpretaciones que a veces no son tan fáciles de deducir, o que simplemente no guardan relación directa entre lo referido y el símbolo que se plasmó, sino que aluden, por ejemplo a la sensación que provocó en el artista alguna circunstancia, que habrá de revelar acaso en el título de su obra, o no, y tendremos que simplemente detenernos a contemplar.
Y así, tan “entendible” y todo, el arte figurativo ha tenido sus problemas. La imagen que asociamos de manera universal con la Libertad (por volver al nombre de la calle) es la de una mujer, rompiendo cadenas, enarbolando una bandera, liderando al pueblo, sosteniendo una antorcha, etcétera. Esto se debe a que la Libertad no es un algo tangible, sino una condición, un sentimiento, y el arte debió valerse de otro algo, palpable, a lo que cargar de simbolismo para representarla. Y no parece que se haya generado demasiado alboroto porque la Libertad pueda ser representada por una mujer.
Así, cabe preguntarse por qué se cuestiona que el Mate, que es mucho más que un recipiente con hojas picadas y una bombilla, no pueda ser representado de otra manera que esta.
Cabe reconocer el trabajo de Ualde y de Gómez y en la creación y concreción de esta escultura que, además, al menos vista desde los flancos, sí tiene “forma de mate”.