El primer año de Alberto

Como suele ocurrir en su tumultuosa historia, Argentina vive momentos complicados. A la ya de por sí endeble situación económica que acarrea de años, se sumó el pésimo manejo de la pandemia del coronavirus, y el consecuente empeoramiento de las finanzas del país, con un alarmante agravamiento de la pobreza. En medio de todo esto, el gobierno lanzó la discusión para legalizar el aborto, en una más que inoportuna movida para facilitar la distracción de la población –un asunto que divide profundamente al país– y no poner el foco en los asuntos realmente importantes.
Esta semana, un más que desgastado presidente argentino, el peronista Alberto Fernández, cumplió su primer año como tal. Conquistó el poder, desbancando a Mauricio Macri, de la mano de un gran descontento social por la recesión económica y ahora, con COVID-19 mediante, la desconfianza y la amargura se han vuelto contra él.
Fernández asumió la Presidencia de Argentina con un llamado a la unidad para superar “el muro del rencor y del odio entre argentinos” y con el foco en aliviar la grave crisis económica con una inflación y una deuda por las nubes, desempleo al alza, y combatir la pobreza, que afectaba casi al 40% de la población. Un año después, Argentina es el país del G20 que registrará la mayor recesión en 2020, con una caída prevista del 12,9% de su PBI, según un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
El gobierno argentino resultó ser uno de los primeros en el continente americano en confinar a la población y paralizar la economía, lo que llevó a una caída sin precedentes en la industria y la construcción, desplome en el consumo, cierre de empresas y comercios, pérdida de empleos y aumento de la pobreza, que sufre ahora el 44,2% de la población. Las restricciones de la pandemia han conducido a un desplome inédito que superará incluso el de la crisis del “corralito” de 2001.
Al final, terminó siendo una de las cuarentenas más prolongadas del mundo y, así y todo, Argentina se mantuvo entre las diez naciones más afectadas por los casos positivos de COVID-19. Aunque surtió efecto en el sentido de no haber colapsado el sistema de salud. Algo no menor, por cierto.
Pero el impacto económico por la cuarentena y el cansancio de la sociedad argentina, que pidió en varias manifestaciones, algunas de ellas multitudinarias, una vuelta a la normalidad, condujeron a una caída de la popularidad de Fernández.
“Después de un primer momento de conexión, cuando aparecieron las necesidades económicas y las de índole psicológico, Alberto Fernández no se pudo conectar” y eso marcó una curva de su popularidad hacia abajo, comentó muy atinado a la agencia Efe Jorge Giacobbe, director de Giacobbe & Asociados.
“En Argentina gobiernan los problemas estructurales. Los presidentes administran la miseria, y la miseria se los come. Porque ellos para llegar al poder prometen que te van a llevar a un mundo feliz y después no lo pueden cumplir y la gente se enoja”, continuó. Argentina está “hoy peor y están peor los argentinos. Ahora todo está peor y estamos muy irritados. Entonces cualquier cosa que haga el gobierno cae mal, incluso las cosas que son buenas”, agregó.
Con el anuncio, en agosto, de la reestructuración de 65.000 millones de dólares en bonos que se encontraban en default el gobierno cumplió con su principal promesa de campaña. También acá, algo es algo. Pero el acuerdo con los bonistas no logró detener la caída del peso ni sacar a flote la economía. La política no ha ayudado demasiado.
Fernández y las tensiones que enfrenta no pueden entenderse sin la figura de la inefable Cristina Fernández de Kirchner. La expresidenta ungió a su exjefe de ministros como candidato, con ella como compañera en la fórmula. La estrategia los llevó a la Casa Rosada, pero impuso en parte de la opinión pública la idea de que Fernández es un “títere” de la expresidenta y que “no gobierna”. “La principal dificultad de Alberto antes de asumir, y que se complejizó con la pandemia, es la identidad de su gobierno: quién era y para qué vino. En su momento era el garante de la unión del peronismo”, dijo al diario El País de Madrid, Mariano Vila, director general de Llorente & Cuenca en Argentina.
En el gobierno conviven diferentes corrientes peronistas, tanto de izquierda como de derecha, además de organizaciones sociales que presionan y buscan sus beneficios. Por lo tanto, Alberto Fernández se la ha pasado haciendo equilibrio en la arena política. Más aun con Cristina, cuya relación se sigue con lupa para observar si la alianza entre ellos se mantiene firme. De cualquier modo, se necesitan uno al otro.
La crisis dio motivos a la oposición para plantear los peores augurios en el futuro de Argentina. Los más radicales, representados por el expresidente Mauricio Macri, insisten con que Argentina se encamina a ser Venezuela. Los moderados, en general con responsabilidades legislativas o ejecutivas, aseguran que la calidad institucional se ha deteriorado. En cualquiera de los panoramas, cabe decir que el año de Alberto Fernández, con la particular característica que brindó la pandemia, no se aleja de muchas otras gestiones que hacen que Argentina viva en una perenne crisis. Chica, mediana o grande, pero crisis al fin.