Mañana a las 19.30, en plaza Constitución, en conmemoración del quincuagésimo aniversario del Coro Ciudad de Paysandú y –a su vez– de los 250 años de nacimiento de Ludwing van Beethoven, cantará el último movimiento de la Novena Sinfonía, que pone música al poema Oda a la Alegría, de Friedrich Schiller.
Más allá de su valor musical, la Novena, a lo largo de casi dos siglos, ha tenido una andadura histórica propia. Tanto la pieza en su conjunto como el último movimiento se han visto apropiados por ideologías muy dispares y han desempeñado un papel simbólico en la reconciliación entre pueblos. Esta última característica fue uno de los argumentos esgrimidos por Alemania cuando presentó la obra a la candidatura de la Unesco, para denominarla Patrimonio de la Humanidad.
En el siglo pasado, la Novena fue la pieza que el violonchelista Pau Casals interpretó en los actos de proclamación de la Segunda República española, en 1931. Por otro lado, sonó en el Festival de Bayreuth de 1933, al que acudió la plana mayor de la jerarquía nazi. También se interpretó en abril de 1937 para celebrar el cumpleaños del Adolf Hitler.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Novena fue la pieza sinfónica más tocada en ambos bandos. Directores como Toscanini, opuesto al fascismo y exiliado en Estados Unidos, la incluían con regularidad en su repertorio. Pietro Mascagni, por su parte, músico oficial del régimen de Benito Mussolini, la dirigía en conciertos multitudinarios. También lo hizo en el París ocupado un joven Herbert von Karajan, entonces miembro del partido nazi. Y fue la pieza escogida por la radio alemana para anunciar el suicidio de Hitler en 1945. Fue elegida como el Himno de la Unión Europea, pero quizá el acontecimiento histórico más importante en la trayectoria de la Novena fue su interpretación en Berlín en la Navidad de 1989, pocas semanas después de la caída del muro.
El concierto, dirigido por Leonard Bernstein, reunió a una orquesta con músicos de las dos Alemanias. Bernstein no pudo contener la emoción cuando el coro entonó la oda final, en la que la palabra freude (“alegría”) se había sustituido por freiheit (“libertad”). “Beethoven habría dado su bendición”, dijo entonces el director estadounidense.