Responsables de estar vulnerables en pandemia

La pandemia en forma aguda, pero sobre todo la tendencia que se venía manifestando desde hace años en el área de la economía –con el desempleo como decisivo componente de la ecuación, naturalmente– ha puesto en forma contundente sobre el tapete la importancia y sobre todo la imperiosa necesidad de que los sucesivos gobiernos apliquen como política de Estado la regla de oro de la instrumentación de políticas contracíclicas. Que no es otra cosa que lo mismo que debería aplicarse en las economías familiares y en una empresa: en los buenos tiempos acumular un margen de reserva imprescindible para enfrentar los ciclos negativos, y evitar el efecto traumático de las crisis consecuentes.
Bueno, la pandemia llegó al Uruguay, y encontró al país, en este caso además al nuevo gobierno que asumió el 1º de marzo, con un déficit fiscal de gran magnitud –por encima del 5 por ciento del Producto Bruto Interno– alto desempleo, economía en caída, descenso en la competitividad y elevados costos de insumos como energía, además de una carga tributaria muy significativa, para que el Estado pueda hacer frente a sus compromisos económico – financieros.
Es un escenario complicado ya en tiempos normales y mucho más lo es en épocas de crisis, cuando la pandemia determina una merma de actividad por medidas restrictivas y encima mayores gastos por subsidios para los sectores más complicados, mientras encima el partido responsable de estas complicaciones, es decir el Frente Amplio, que gobernó el país en los últimos quince años, repite un relato único como si fuera una verdad revelada, desligándose de su enorme responsabilidad por el legado que dejó en déficit fiscal, creciente desempleo y declive de la economía, con el agregado de costos fijos del Estado que deberán afrontarse en tiempos de crisis como la generada por la pandemia, de la misma forma en que si estuviéramos en plena bonanza.
Es además el momento en que más se necesitarían los cuantiosos recursos que se fueron por ejemplo para en recapitalizar Ancap, por más de 800 millones de dólares, los 250 millones de dólares desaparecidos con la regasificadora, los más de 120 millones de dólares “invertidos” en el muy montevideano Antel Arena, los más de 300 millones que se malgastaron en sostener Alas U para tener una aerolínea de “soberanía” nacional, entre otros episodios de tristes –y onerosos– recuerdos para el país.
Son los mismos responsables de estos entuertos, paradojalmente, los que reclaman al gobierno que incorpore una “renta universal” para mitigar el impacto en los hogares de menores recursos, y que sin embargo no solo no lo hicieron durante su gestión, sino que ponen cara de circunstancias y pretenden hacer creer que no tienen nada de responsabilidad respecto a los recursos que se esfumaron desde el Estado y que ahora vendrían muy bien para atender los gastos adicionales por la pandemia, mientras los uruguayos seguimos tratando de acomodar el cuerpo ante las circunstancias y se siguen destruyendo empleos por efectos de la economía complicada.
En este contexto, el factor competitividad es clave en toda instancia para apuntalar el tramado de la economía, y mucho más lo es en medio de una incertidumbre global exacerbada por la pandemia, con los agravantes que señalábamos respecto al elevado costo país y la situación de desempleo, que tiene como una de sus características precisamente la pérdida de puestos calificados en la industria, como una constante.
Precisamente un análisis sobre la evolución de la situación del sector manufacturero en el país, que publica el suplemento Economía y Mercado del diario El País, señala que si bien hay algunos indicadores positivos en el tercer trimestre del año, los parámetros dan la pauta de que permanecen incambiados los elementos estructurales que hacen que toda mejora que se genere será coyuntural y por lo tanto sujeta a los avatares de los mercados internacionales y le evolución de factores internos, en el mejor de los casos.Señala el análisis que la producción industrial –excluyendo la refinería de Ancap– tuvo un crecimiento del 5,1 por ciento en octubre frente al mismo mes del año anterior. Se trató del primer crecimiento interanual desde diciembre de 2019 y de mayor magnitud desde agosto de ese año. Las industrias manufactureras sufrieron el fuerte impacto de la pandemia en los meses de abril y mayo, cuando la actividad industrial cayó un 22 por ciento. A partir de entonces la recuperación ha sido gradual, pero de carácter heterogéneo entre las respectivas áreas de actividad, en tanto las ramas más afectadas por la pandemia que no han experimentado recuperación son principalmente las asociadas a la vestimenta y el cuero, que continúan ubicándose un 20 por ciento por debajo del nivel de 2019.
Reflexiona el analista que “el impacto de la pandemia llegó cuando el sector arrastraba más de cinco años de estancamiento. Entre 2014 y 2019, el volumen físico de la producción manufacturera –excluyendo la refinería de Ancap– cayó un 10 por ciento en tendencia-ciclo”, a la vez que “si bien en términos de valor agregado bruto las industrias manufactureras redujeron su peso en el total de la economía, pasando de representar el 15,1% en 2005 al 12,3 en 2006, el sector continúa siendo uno de los principales demandantes de empleo en el país”.
Entre otros aspectos, a la vez de ser un sector con altos niveles de formalidad, también los salarios promedialmente están por encima del resto, lo que pone de relieve sin lugar a ninguna duda su impacto positivo en el nivel de vida del trabajador del sector.
El punto es que el estancamiento de la industria se debe en parte al menor dinamismo de la economía desde el fin del boom de los commodities en 2014, y el fracaso explícito de la política económica llevada a cabo por los gobiernos de izquierda que no hicieron nada por contener el gasto estatal, pese a los menores ingresos y el consecuente crecimiento del déficit fiscal.
El deterioro ha sido inexorable hasta entregar el gobierno con déficit de más del 5 por ciento del PBI, cuando el exministro de Economía Danilo Astori había reafirmado una y otra vez que lo llevaría a menos del 2 por ciento al fin de su gestión, a lo que se agregaron números crecientes en materia de desempleo y declive económico.
Esta es la película del proceso que se extiende hasta nuestros días, que es lo que realmente vale, mucho más que las fotos de momentos y relatos interesados en sacarse de encima responsabilidades por no haber hecho en su momento lo que había que hacer, porque el precio era el perder votos en la siguiente elección.