Solicitada

Día del genocidio charrúa

El general Fructuoso Rivera, primer presidente constitucional de la República Oriental del Uruguay, llevaba entonces varios meses orquestando la masacre. Su principal colaborador: el general Julián Laguna, a quien dirige una misiva en la que expresa: “Es de la mayor importancia que el señor general emplee todo su tino y destreza. Su plan no consistía en enfrentar a los Charrúas, sabía de su capacidad para recuperarse, aún en las peores derrotas; sino emboscarlos en el mencionado lugar, que, observado desde la altura, muestra un río que se curva y en una de cuyas márgenes, un bosque tupido, dificulta o hace imposible refugiarse allí, y en la otra, organizar un banquete para llevar a cabo las mencionadas “conversaciones”. La trampa estaba tendida, y los caciques, con sus familias comenzaron a llegar. Desconfiaron del lugar. Pero Rivera envió a su hermano Bernabé, que con aquella sagacidad y astucia que lo caracterizaba, fue entreteniendo a los caciques, mientras Rivera, con su ejército a distancia, fue acercándose, para no ser percibido por los indios. El banquete comenzó y cuando habían tomado suficiente aguardiente, Rivera llevó a cabo el gesto acordado para comenzar la matanza de los desarmados. Las mujeres y los niños sobrevivientes fueron llevados a Montevideo, a pie, dejando algunos en estancias para que fueran tomados como sirvientes, con el cuidado de separar madres de hijos. En la capital, terminó la distribución y la separación, con la prohibición de hablar en lengua Charrúa. De este modo, se promovía el final de la etnia Charrúa, ya que son las madres las encargadas de transmitir la cultura a sus hijos: creencias, rituales, lengua, en otras palabras, la cosmovisión que proporciona la identidad de las jóvenes generaciones. Las refriegas entre soldados y sobrevivientes, en la campaña continuaban. Bernabé Rivera sentía el mismo odio que su hermano y no iba a cesar su persecución hasta terminar con el último Charrúa. Así, en la costa del Cuareim, frente al Yarao, en su voluntad de destruirlos, fue sorprendido y muerto en junio de 1832. En 1833, un grupo de cuatro Charrúas, de los que habían sido hechos prisioneros en la emboscada de Salsipuedes: Guyunusa –una joven embarazada– Vaimaca Pirú, Senaqué y Tacuabé, fueron llevados a Francia por Francois Cicourel, donde fueron vendidos a un circo para ser exhibidos como animales exóticos. Creyeron que los Charrúas habían acabado, estamos de pie, luchando nuestros derechos, convenio 169, amti tiuimen edere ten, inambi seker (somos pueblo, vamos caminando, rescatando el ayer). Yaguareté