Caída del PBI, que pudo haber sido peor

En el primer trimestre de este año, finalizado a marzo, la economía uruguaya, más precisamente el Producto Bruto Interno (PBI) tuvo una caída significativa, que de acuerdo a lo publicado hace pocas horas por el Banco Central del Uruguay (BCU), corresponde a una caída de 2,8% en comparación con igual período de 2020.
Esto implicó una disminución de la actividad económica nacional de 0,5% respecto al último trimestre del año pasado, en tanto según informó la institución, en esta interrupción en la recuperación “incidió la emergencia sanitaria asociada al COVID-19, que continuó influyendo sobre la movilidad de las personas y el normal funcionamiento de los establecimientos productivos”.

Esta disminución, sin embargo, no fue generalizada en todas las industrias, destacándose el mejor desempeño de los sectores agropecuario, pesca y minería, industrias manufactureras y actividades de administración pública, contrarrestadas por una menor actividad en salud, educación, actividades inmobiliarias y otros servicios, en transporte y almacenamiento, información y comunicaciones y en actividades profesionales y arrendamiento, de acuerdo al informe del BCU.
Este dato macroeconómico, por supuesto, no ha sorprendido, porque ya en abril institutos como el Cinve (Centro de Investigaciones Económicas) habían evaluado este escenario en el sentido de que en ese período la economía uruguaya registró una marcada desaceleración del crecimiento. El proceso de recuperación de la actividad económica, iniciado en el tercer trimestre de 2020 cuando se observó una expansión del PBI en términos desestacionalizados del 8,9%, se enlenteció en el cuarto trimestre, dejando el nivel por debajo del previo a la irrupción del COVID-19.

El punto es que el empeoramiento de la situación sanitaria que se ha observado desde el inicio del presente año ha tenido repercusiones sobre la producción en varios sectores de la economía, como ha ocurrido en todo el mundo, tanto por el lado de la oferta como de la demanda.
En nuestro país, altamente dependiente de los avatares del exterior, han impactado las medidas sanitarias que siguen afectando a un conjunto de actividades (dentro de las más notorias, el turismo por el cierre de fronteras), como así también el elevado número de cuarentenas que provocan ausentismo e interrupciones frecuentes de la actividad laboral. Desde el lado de la demanda, la caída de los ingresos reales de los hogares está incidiendo en una retracción del consumo, que se agrava por la disminución de la movilidad respecto a tiempos normales y la retracción en ciertos consumos.

Más allá de las restricciones sanitarias y el ambiente general derivado de la epidemia, los sectores más afectados actualmente continúan enfrentando riesgos significativos en el futuro próximo, especialmente, como consecuencia de la caída de los ingresos reales de los hogares, por el doble efecto de disminución del empleo y descensos de salarios reales, con un componente de arrastre hacia el segundo trimestre que finaliza en este mes de junio, aunque en esta instancia a partir de la segunda semana del mes se observa una alentadora mejora en el plano sanitario.
Es que la irrupción global de la pandemia dio por tierra con todas las previsiones que se habían trazado los economistas de todo el mundo, tanto en su grado de incidencia como en su duración, por cuanto de las estimaciones optimistas de solo unos meses de freno se ha pasado a más de un año y medio de extensión y un efecto dominó persistente en la caída global de la economía.

En nuestro país, siguiendo con el análisis del primer trimestre del año, tenemos que el PBI con su caída implica la interrupción del proceso de recuperación que se había registrado en la segunda mitad del año pasado. El primer trimestre del año se vio particularmente afectado por el cierre de fronteras que impactó de forma directa a los servicios vinculados al turismo receptivo, de acuerdo a los datos del Cinve, y este escenario se ha seguido proyectando al segundo semestre del presente año. Igualmente, el avance del programa de vacunación y las perspectivas alentadoras que vienen mostrando algunos rubros de exportación permitirían una recuperación de la actividad económica durante el segundo semestre del corriente año, pero de todos modos, se observa un deterioro de las proyecciones de crecimiento respecto a las elaboradas por Cinve en diciembre del año pasado: el crecimiento del PBI previsto para el año 2021 alcanzaría al 1,9%, lo que supone una reducción próxima a medio punto porcentual respecto a la proyección anterior.

Aún cuando el crecimiento fuera algo por encima de este estimado, debemos tener presente que si bien la pandemia ha sido una circunstancia excepcional, en 2019 se había agudizado el deterioro de la economía, con creciente desempleo, caída de actividad, falta de inversiones y de competitividad que se venía dando desde 2014 y en particular en el último período del tercer gobierno del Frente Amplio, con lo que llegamos a 2020 arrastrando una situación ya harto comprometida.
No puede extrañar por lo tanto que con pandemia ya declarada y agudizada en 2021, los indicadores económicos sufran la consecuencia marcada de las restricciones en actividad y movilidad dispuestas para contener la expansión del virus, siguiendo el escenario global.

Lo que a su vez revalora que en Uruguay desde el gobierno se haya resistido las presiones para “bajar la llave general” y establecer una cuarentena a rajatabla, como se promovía, cuando ya se acentuaba la caída del PBI y de producción de riqueza. Una medida de esta naturaleza, y encima pagar una “renta universal básica” con dinero que no se tiene, hubiera dejado al país devastado y con un piso muy inferior al que tenemos ahora, con escasas o nulas posibilidades de recuperación en el mediano plazo, incremento de la miseria y la pobreza a niveles superiores a lo que vivimos en la crisis de 2002.

Por supuesto que hay sectores a los que le brillan los ojos pensando en un desenlace así, y son precisamente los que más fuerza hacen para torcerle el brazo al gobierno exigiendo un parate total y el reparto de dinero como si el Estado estuviese nadando en oro. Y como palanca multiplicadora utilizan eslóganes facilistas de alto impacto en la sociedad, como que el Estado es responsable de un “genocidio”, mientras por el otro lado exigen flexibilizaciones que se da de bruces con la reducción de la movilidad que se exige. Y de esta manera pretenden salir bien parados en cualquier situación, pero la Historia sabrá juzgarlos como corresponde con la perspectiva del tiempo.