La cría vacuna necesita una vaca que mejore productividad y eficiencia del campo natural

Ingeniero agrónomo Pablo Soca.

“El tipo de vaca que necesita nuestra cría vacuna para mejorar la competitividad es aquella que mejore la productividad y eficiencia de uso del campo natural cuando las prácticas de manejo promueven acople de requerimientos y consumo de energía, y se mejora la oferta de campo natural destinado al proceso de forraje”, señaló en el marco de su disertación en las 48ª Jornadas Uruguayas de Buiatría, el ingeniero agrónomo Pablo Soca.
Al explicar el trabajo de investigación llevado a cabo en las instalaciones de la Estación Experimental “Dr. Mario A. Cassinoni” (Eemac) de Facultad de Agronomía, el profesional expuso que una mejora en la oferta del forraje por sobre los niveles en que operan los predios comerciales de la región (3 kilos de materia seca/100 kilos Peso Vivo) permitió mejorar el consumo de forraje y la eficiencia de uso de la energía del proceso de cría”.
“El incremento en el consumo promovió la adaptación metabólica y conductual de vacas con diversa edad y grupo genético”, dijo Soca. Esto confirma que “una mejora en el ambiente promueve la flexibilidad de los recursos genéticos animales empleados por los productores, y constituyen una sólida base de trabajo para incrementar producción de carne por hectárea, ingresos netos y eficiencia de uso de la energía”.

Acotó que el empleo de vacas cruzas F1 (He *AA) “mejoró la producción y la eficiencia de uso de la energía a través de novedosos mecanismos tales como cambios en la proporción de tejido movilizado (mas proteína) durante el invierno, en el peso de los órganos (hígado y abomaso), una mayor expresión de genes que codifican para las proteínas del complejo I de la cadena respiratoria en el hígado. Las alteraciones del consumo de forraje entre estaciones (reducción en invierno y mejora en primavera) confirman la naturaleza multifactorial del proceso de eficiencia de uso de la energía y la necesidad de ‘buscar’ estas vacas dentro y entre razas”.
Soca explicó que la plasticidad metabólica, conductual y productiva que se encontró en vacas adultas y primíparas de varias razas “constituye una gran herramienta para mejorar la eficiencia de uso de la energía en ambientes con la variabilidad en la producción y calidad de forraje que nos aporta el campo natural”. No obstante, entiende que “deberíamos de estudiar si se mantiene cuando promovemos una cría que trabaje con superiores niveles de cantidad de forraje”.
Sostiene que las aplicaciones prediales “confirman que una gestión en base a cambios en la oferta de forraje y correcta gestión espacio temporal de las vacas y campo natural, se asoció con cambios exponenciales en la productividad e ingreso neto. Esto permite plantear la hipótesis que, en sistemas con mejoras en el ambiente, la búsqueda de una vaca que exprese plasticidad y acople los procesos de conducta ingestiva, la relación madre hijo, los mecanismos fisiológicos y celular que explican la eficiencia de uso del campo natural resultan claves en una trayectoria de cambio técnico sostenible”.

BASES CONCEPTUALES

La cría vacuna constituye un proceso biológico de larga duración “e ineficiente en el uso de la energía”, indica Pablo Soca, “dado que el 70 por ciento de la energía que anualmente ingiere la vaca lo destina a mantenimiento. En Uruguay y la región de campos (Sur de Brasil y Argentina) la cría vacuna se lleva a cabo en campo natural, un ecosistema complejo que además de producir forraje y carne, brinda otros servicios ecosistémicos y que durante los últimos años redujo marcadamente su superficie”, expresa el profesional.
La cría vacuna “constituye el sistema más frecuente en la ganadería de Uruguay, no obstante, el resultado físico de producción de carne por hectárea (50-80 kilos por hectárea) e ingreso neto (0-40 U$S por hectárea), explica la escasa competitividad de la cría vacuna con la agricultura, forestación e incluso con la invernada, lo cual, contribuye a explicar la pérdida de sostenibilidad. Dicho modelo, con limitada producción e ingreso también se asocia con elevados niveles de emisión de metano por kilo de carne producida y escasa promoción de captura de C, dimensiones que hoy forman parte de la competitividad de los ecosistemas pastoriles”.
En Uruguay han sido postuladas diversas hipótesis para explicar los niveles de producción e ingreso neto de la cría vacuna, no obstante, la elevada carga animal de algunos predios (sobre todo los familiares) y escasa gestión del balance de energía del rodeo con criterios fisiológicos en el tiempo y espacio condicionan el balance de energía establecido por el par vaca–ternero durante el ciclo productivo, el porcentaje de preñez y peso al destete y contribuyen a explicar el pobre desempeño físico y económico de la cría vacuna nacional”.

Desde el grupo de Ecología de Pastoreo, Fagro, UdelaR, “hemos propuesto un camino de intensificación ecológica de la cría vacuna en pastoreo de campo natural, el cual propone mejorar la eficiencia y el ingreso neto de la cría con promoción simultánea de los servicios ecosistémicos y del capital humano que vive y trabaja en el sector”.
La propuesta se basa en un continuo diálogo entre los resultados de experimentos de pastoreo que modificaron la altura de forraje en otoño, invierno y primavera y aplicaron destete temporario con tablilla nasal a los terneros durante 11 días a inicio de entore, con análisis de resultados físicos y económicos de sistemas ganaderos.
“Uno de los productos iniciales de ese modelo lo constituye la Propuesta de Manejo del Rodeo de Cría de la Fagro. Dicho modelo propone destetar definitivamente los terneros en marzo (el 50% de los predios ganaderos del Uruguay desteta definitivamente en junio; realizar diagnóstico de gestación; clasificar las vacas preñadas por edad (vaca y vaquillona) y niveles de condición corporal (CC); identificar los niveles de altura de forraje de los potreros donde está la cría o niveles. Se recomienda que en otoño el 50% del área del predio se ubique en rango de altura entre 6 -10 centímetros; asignar vacas por niveles de CC, edad y altura de forraje de los potreros.
Esto permitirá mejorar el consumo de energía y la CC de las vacas con superior demanda (las de menor CC y más jóvenes) y mantener la CC de las vacas con superior edad y mejor CC. Se espera que a inicio del invierno las vacas primíparas y adultas lleguen en CC 6 y 5 respectivamente. Si esto ocurre y controlando la altura de los potreros que pastorean las vacas durante el invierno es posible “controlar” la caída de CC durante el invierno y que ambos grupos lleguen al parto con 4.5, -5 y 4 respectivamente.