Más rezago educativo en la región, otra consecuencia del coronavirus

En el marco de las graves consecuencias de la pandemia de COVID-19 a nivel global, desde el punto de vista socioeconómico, sin dudas una de las regiones más golpeadas es América Latina, que agrega además a sus crónicas carencias, dificultades adicionales durante y sobre todo una vez se supere el flagelo sanitario.
Una de las áreas que se perfila como una de las más problemáticas en esta coyuntura y también en la proyección en el futuro inmediato es la de la educación, aspecto este que precisamente es motivo de análisis en una columna de The New York Times, que indica que América Latina enfrenta una crisis de educación pandémica, al punto que mientras las economías se tambalean y millones de niños y jóvenes están fuera de las aulas, los expertos advierten que los estudiantes latinoamericanos están abandonando las escuelas en cifras alarmantes.

Es que ya avanzado el segundo año de la pandemia, América Latina enfrenta una crisis educativa, uno de cuyos elementos más salientes es que ha sufrido el cierre de escuelas más largo de cualquier región del mundo, según Unicef, de casi 16 meses en algunas zonas.
Mientras muchos estudiantes de los países más desarrollados y economías prósperas han regresado a las aulas, unos 100 millones de niños de América Latina siguen estudiando total o parcialmente a distancia, o directamente no lo hacen.

En este contexto, evalúa el articulista que los funcionarios y expertos en educación indican que las consecuencias son alarmantes: con las economías de la región afectadas por la pandemia y las conexiones con las aulas tan desgastadas, los niños de primaria y secundaria están abandonando la escuela en gran número, a veces para trabajar donde puedan.
Según estimaciones del Banco Mundial, es posible que millones de niños en América Latina ya hayan abandonado el sistema escolar. En México, 1,8 millones de niños y jóvenes no retomaron sus estudios este año, lo que equivale a cerca del cinco por ciento de la población en edad escolar, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía del país.
Otro país afectado, Ecuador, estimativamente perdió 90.000 alumnos de primaria y secundaria, en tanto en Perú se indica que ahora hay 170.000 menos, pero todo indica que las pérdidas reales sean mucho mayores porque innumerables niños, siguen técnicamente matriculados, pero tienen dificultades para continuar sus estudios.
Paralelamente, más de cinco millones de niños en Brasil no han tenido acceso a la educación durante la pandemia, un nivel no visto en más de 20 años, dice Unicef.

Agregamos de nuestra parte a este análisis que en Argentina, sobre todo por decisión de los gremios que se acoplaron entusiastamente a la cuarentena más larga del mundo dispuesta por el presidente Alberto Fernández –que ni por asomo pudo evitar la extensión de la pandemia y los consecuentes números de casos y muertes–, no ha habido clases presenciales, y la cobertura para las dictadas a distancia ha sido mínima por falta de recursos tanto de las familias destinatarias como del sistema educativo.
Incluso, para tratar de compensar este déficit en educación, la idea es que no haya repetición y se siga avanzando en los grados, lo que lisa y llanamente significa trasladar los problemas para el futuro inmediato, porque esos niños y adolescentes seguirán “escalando” a dedo sin los conocimientos necesarios ni capacidad de adaptación y más temprano que tarde el problema explotará, con serias consecuencias.

En nuestro país, con altibajos de acuerdo a las condiciones entre las que ha variado la magnitud de los contagios, se ha oscilado entre cierres y aperturas en los centros estudiantiles, con clases presenciales y virtuales, pero en el marco de un escenario irregular y en el que sin dudas habrá problemas adicionales de rendimiento en los estudios, que se suman al déficit en este aspecto que se arrastra desde hace varios años.
Esta evaluación coyuntural se da igualmente en un contexto en que ha habido luces y sombras entre el acceso a la educación y los resultados en el rendimiento y el conocimiento de los estudiantes del subcontinente.
Según los columnistas del New York Times, el aumento del acceso a la educación ha sido uno de los grandes logros del último medio siglo en América Latina, con un incremento de la matriculación de niñas, estudiantes pobres y miembros de las minorías étnicas y raciales en varios países.

Pero ahora, una avalancha de abandonos escolares amenaza con hacer retroceder años de progreso duramente conseguido, agudizando la desigualdad y posiblemente condicionando a la región para las próximas décadas.
Este escenario, para Emanuela Di Gropello, del Banco Mundial, configura “una crisis generacional”, e instó a los gobiernos a reincorporar a los niños a las aulas lo antes posible. “No hay tiempo que perder”, sostuvo.
La región, con menos del diez por ciento de la población mundial, representa casi un tercio del total de muertes registradas por COVID-19, según un análisis de The New York Times. Y con las tasas de vacunación todavía bajas en muchos países –en parte porque las naciones ricas reservaron primero las vacunas para sus propios ciudadanos; en otros casos, por el pésimo manejo de las negociaciones o por aspectos ideológicos, como en Argentina– el virus sigue devastando la región.

El punto es que, a menos que los confinamientos terminen y los estudiantes vuelvan pronto a las aulas, “muchos niños nunca regresarán”, advierte el Banco Mundial. “Incluso aquellos que regresen habrán perdido meses o incluso años de educación”. Algunos analistas temen que la región pueda registrar a una generación de niños perdidos, no muy diferente a los lugares que sufren años de guerra.
Es que precisamente los expertos coinciden en que no se conocerá el costo educativo total de la pandemia hasta que los gobiernos hagan que los niños regresen a las escuelas. Di Gropello, del Banco Mundial, dijo que temía que muchos niños, especialmente los más pobres que no tienen computadoras ni conexión a internet, abandonaran sus estudios cuando se dieran cuenta de lo atrasados que estaban.
Ello da la pauta de que los costos educativos y socioeconómicos de la pandemia serán mucho mayores al que pueda pensarse en primera instancia, porque más allá de las consecuencias económicas que ya se están padeciendo, cada país y la región en su conjunto, con el apoyo de organismos internacionales, deben ir pensando cómo se trabajará lo antes posible para revertir este rezago adicional que se agrega a los problemas estructurales exacerbados por la crisis sanitaria.

En todo caso, lo que sí es seguro, es que aún cuando la pandemia haya sido superada y quedado tan solo como un amargo recuerdo en la memoria colectiva, seguirá impactando en el mediano y largo plazo con efectos inimaginables, cuando la generación perdida de la educación actual tenga que insertarse en la vida laboral, sin las herramientas necesarias adquiridas por falta de preparación y conocimientos.