Altibajos en la economía pero con brotes verdes in crescendo

Las consecuencias devastadoras de la pandemia a nivel global presentan heterogeneidad, pero con el común denominador de agregar a la problemática sanitaria un impacto contundente sobre la economía, tanto en las naciones desarrolladas como en el Tercer Mundo, solo que en los países con menos recursos no se ha contado con espalda financiera para subsidios y medidas destinadas a mantener cierta actividad y contener la caída a la espera de que se revierta la difusión del COVID- 9.

Las experiencias son variadas, con medidas como llevar adelante la cuarentena más larga del mundo, que intentó hacer en Argentina el gobierno de Alberto Fernández, sobre la base del eslogan de elegir entre “economía o muerte”, buscando trasladar la responsabilidad a los que pedían que se mantuviera cierta actividad. Para justificar su arriesgada decisión había dicho que prefería un 10 por ciento más de pobres que 100.000 muertos; y terminó superando las dos cifras. Ahora tiene una economía devastada y van más de 100.000 muertes, que no logró evitar.

Es decir, dos tazas para el que decía que no quería caldo, además de haber tenido el mal tino de rodearse solo de infectólogos, en lugar de integrar una especie de GACH como en el Uruguay, con académicos de varias especializaciones para encarar un enfoque integral del escenario. Y además, como era de esperarse en un gobierno kirchnerista, se cerró a la vacuna rusa Sputnik V por motivos políticos ideológicos, y tampoco le fue bien por ese lado. A esta altura sólo un 11% de la población argentina tiene las dos dosis necesarias, y el avance es lento. Por eso Fernández-K inventó un discurso único en el mundo, por el cual considera que no se necesitan dos dosis para alcanzar la inmunidad y con una sola es suficiente, cuando lo que ocurre es que no puede cumplirle a su pueblo.

En el caso de Uruguay, el gobierno ha optado por tratar de compatibilizar factores en contradicción, porque cierta apertura de la economía implica siempre riesgo de mayor transmisión y apelando a la denominada libertad responsable para que la población se hiciera cargo de las medidas preventivas recomendadas, se logró más o menos hacer que la economía no tuviera una caída tan drástica, lo que igualmente no evitó que se dieran las dos cosas, es decir miles de víctimas fatales y caída del PBI, pero a años luz de la catástrofe kirchnerista argentina.
En este más de año y medio de pandemia hubo sin dudas en todo el mundo un proceso de aprendizaje e incertidumbre que se mantiene, aunque en menores niveles que hace unos meses, y en todos lados se cometieron errores, precisamente porque epidemia y economía no son compatibles, con la salvedad de que naturalmente, desde el punto de vista sanitario, la medida efectiva por excelencia hubiera sido haber cerrado todo a cal y canto, para evitar la difusión del virus, aunque la consecuencia hubiera sido más pobreza y desempleo masivo y con graves repercusiones sociales.

El punto es que felizmente –crucemos los dedos– este debate va quedando atrás y hay un presente y un futuro que afrontar, para recuperar terreno perdido y aprender de los errores, tanto desde el punto de vista sanitario como de la economía.
La vacunación ya en grado muy avanzado ha incorporado un valor diferencial de carácter fundamental, por lo que ahora, en proceso de reversión del problema sanitario, las baterías deben apuntar en esta coyuntura a evitar una mayor caída en la economía y revertir gradualmente el proceso negativo, sin descuidar por supuesto la parte sanitaria, porque por varios años esta batalla no estará ganada ni mucho menos.
En nuestro país la economía en este último período ha tenido altas y bajas en comparación con 2019, el año previo a la pandemia, en el que ya sin embargo estábamos ante una tendencia decreciente de la economía, creciente desempleo y deterioro de las cuentas públicas, al punto de tener un déficit fiscal por encima del 5 por ciento del PBI.

Precisamente estos avatares están reflejados en el informe de Ceres (Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social) recogido en el suplemento Economía y Mercado del diario El País, al abordar la evolución de la economía del Uruguay a partir de los últimos seis años. Indica que sin lugar a dudas el estancamiento en Uruguay comenzó en 2015 cuando nuestra economía cerró un ciclo de bonanza extraordinaria que se dio entre 2004 y 2014. En tanto desde 2015 hasta la mitad de 2019 se registró un estancamiento de la economía, para en la segunda mitad del año irrumpir la pandemia en el verano de 2020, dando lugar a una caída brusca del PBI. Se generó luego una recuperación y posterior caída, para volver a repuntar en el trimestre abril-junio, el último período con datos conocidos.
La caída de casos en este período es un muy buen escenario para consolidar esta tendencia, y de acuerdo a los economistas de Ceres todo indica que el PBI vuelve a crecer a tasas moderadas, empujadas por un sector agropecuario que encuentra buenas condiciones de exportación.
En este contexto, el Índice Líder de Ceres (ILC), que se utiliza como anticipador de tendencia de actividad, señala que luego de tres subas consecutivas en el segundo trimestre se superaron las dificultades de enero-marzo y se afirmó una tendencia alcista de la actividad económica.

Esta tendencia sin embargo no es homogénea, porque las señales más positivas vienen del agro, que se beneficia con un buen impuso de la demanda externa y de esta forma hace un muy buen aporte al crecimiento.
En el caso de la construcción, nos encontramos con que como consecuencia de la obra de UPM y el ferrocarril central, entre otros emprendimientos, la construcción también empuja a la recuperación de la actividad.
Incluso indica Ceres que la industria está algo por encima de los niveles prepandemia, aunque las horas trabajadas se incrementaron por debajo de la producción, lo que pone de relieve las dificultades del mercado de trabajo que eran ya manifiestas antes de la pandemia, en un sector complicado.

En el consumo interno, la reactivación sigue muy lenta, salvo algunas fechas puntuales de ventas en los comercios en determinados rubros, mientras paralelamente se está ante una caída del salario real, que alcanza a un 4,3 por ciento respecto a febrero de 2020.
Por otro lado se mantiene el bajo nivel de movilidad en el transporte, y también hubo un menor pasaje de vehículos por los peajes nacionales.
En el mercado de trabajo, hasta ahora, pese a que han mejorado los niveles respecto a los períodos más críticos de la pandemia, el escenario sigue complicado y hay una pérdida del orden de 42.000 puestos de trabajo respecto a febrero 2020, cuando ya la situación venía en decadencia.

Es decir que la recuperación se está dando con muchos tropiezos, como era de esperar y por encima de la coyuntura. Con rebotes más y menos, es indudable que de esta crisis se sale solo con mayor inversión para crear fuentes de trabajo y dinamizar la economía, como en todo tiempo, por encima de avatares y coyunturas.
Pero quizás el mayor desafío es visualizar cómo ha cambiado el mundo en estos dos años, porque nada será igual en tiempos pospandemia, y habrá que aprender y adaptarse a la nueva realidad para volver a insertarnos de la mejor forma.