Aparece en el diario una mujer joven y atractiva que dice haber escrito un libro “ahora que me jubilé”. Algo no cierra. No puede ser una jubilada tan joven. Pero lo es. Fue maestra y ya es abuela. Las apariencias engañan pero solo hasta ahí. La charla que mantiene después el periodista es lo más sincera y abierta que se pueda suponer.
“Mirar hacia atrás no es retroceder” es el título del libro y en él se cuenta la misteriosa relación entre una abogada y un personaje extraño y esquivo que será un protector y mecenas para la protagonista y tal vez algo más. Es imposible no preguntarle a la autora sobre cuánto hay de su propia vida en esa narración.
“Algo de mi vida hay, por supuesto, pero yo siempre desde niña lo que quise era ser maestra, y eso no está en el libro. Tanto quería serlo que mi próximo libro se titula ‘Maestra urbana, Maestra rural, Maestra’. Fue un sueño cumplido. Amé ser maestra rural y también en la escuela de tiempo completo donde me jubilé. En el 2018 me lancé a escribir, pero es algo que también había hecho toda mi vida. Son cosas que nadie ha visto, cuentos, poemas o las dramatizaciones que hacíamos en la escuela”.
Pero ahora publica, un paso diferente que dice “nunca haber previsto. Escribía solo porque me gustaba, como una necesidad. Pero no me considero escritora. El chispazo inicial para el libro fue cuando escuché que alguien decía que no se puede mirar para atrás porque siempre se está retrocediendo. Y pensé precisamente ‘no, mirar hacia atrás no es retroceder’. Escribí esa frase y finalmente fue el título del libro”.
Profundizando en ese pensamiento, Hernández no puede evitar confesar el estar un poco “cansada de la gente que mira hacia atrás y ve solo lo malo, conozco mucha gente así. Puede sonar raro, pero cuando ven su historia personal no ven nada positivo. Por eso cuando escribí el libro y se lo di a leer a algunas de esas personas creo que les ayudó a ver las cosas de otra manera”.
La trama y la reflexión
Quien lea “Mirar hacia atrás no es retroceder” verá que la historia está salpicada por reflexiones y preguntas, una estructura poco usual que Hernández explica diciendo que “me gusta que los lectores se queden pensando y se respondan a sí mismos. Aunque eso lo digo ahora, ya que cuando lo escribí nunca pensé en publicarlo. Pero después de dárselo a mi familia para que me dieran su opinión y pasar etapas donde lo dejaba y volvía a escribir, decidí a publicarlo”.
La conversación se dirige hacia el tema puramente literario y Hernández vuelve a repetir que no se considera escritora, “escribí un libro pero ser escritora es otra cosa, me parece que es algo más profesional que yo no soy”. “El que me aconsejó dándome todos los tips fue Eduardo Rodríguez, que ya había publicado y también me animó mucho a que me decidiera”, comenta. “El impulso que Eduardo me dio fue fundamental, desde el tema de los derechos de autor hasta la imprenta donde podía publicarlo mejor”, detalla.
Con respecto a lo económico dice que “nunca estuvo entre mis intenciones el hacer dinero con esto. Yo lo vendo puerta a puerta, lo que también me ha dado la alegría de tener mucha satisfacción en descubrirme en una faceta que hizo que me sacara la timidez y el perfil bajo, algo que sigo teniendo, pero que inevitablemente me tengo que sacar para hacer lo que hago”.
“Entre las interpretaciones de la gente sobre lo que escribo han sucedido cosas graciosas como que interpretan diferente el final. Me preguntan ¿por qué los personajes hacen esto y no lo otro? Es que es como leí una vez que la mitad del libro la escribe el autor y la otra mitad, el lector”, explica sobre las devoluciones recibidas.
“Por supuesto que en la experiencia de la venta he encontrado desde comerciantes que me decían ‘te lo compro por el emprendimiento’, hasta gente que no me lo compraba pero me aconsejaba que hiciera algo en WhatsApp o Instagram y otras que lo compraban porque ‘es cortito’”, cuenta. “Aunque por supuesto la gente que me llamaba para decirme ‘gracias, este libro llegó en el momento justo’, fue lo que más me conmovió”, confiesa.
Solo el comienzo
Las aventuras literarias de Patricia Hernández recién comienzan en un inesperado segundo acto de su vida ya que, además de sus experiencias como maestra, también trabaja en otro libro titulado “Alas al dolor” donde se examina íntimamente acerca de una pérdida muy cercana “disfrazando al dolor para dejarlo ir”, como ella explica.
“Si me preguntan cómo promocionar el libro no sabría cómo hacerlo, no lo puedo encasillar. Lo escribí porque me salió, un personaje me llevaba al otro. Mi hijo me dijo ‘si estás escribiendo sobre una abogada, esa abogada tiene que tener un caso’, por ejemplo”, considera acerca de su primera obra publicada.
Dueña de un estilo que casi no se podría llamar así, Patricia Hernández ha logrado un libro tan sincero y visceral que casi no parece literatura. Un contacto directo con su interior, una experiencia despojada de cualquier pretensión. Algo que la refleja por entero. Una mujer directa, sincera y ahora, a pesar de que insista en negarlo, escritora.
Fabio Penas Díaz