Un enfoque inteligente

La importancia del cambio climático y su incidencia en el sector agropecuario requiere incorporar la dimensión climática de manera explícita, en clave de adaptación y de mitigación. Uruguay es un país ganadero por excelencia en el que este sector tiene una contribución importante a los gases de efecto invernadero aunque –es necesario aclarar– la contribución total de nuestro país es ínfima en relación a la de los países desarrollados.
Como es sabido, la producción pecuaria –de larga tradición en el país– está orientada principalmente a la producción de carne vacuna y ovina, leche y lana. La agricultura, en tanto, es mayormente de secano y muy vulnerable a la variabilidad climática, lo que hace fluctuar los rendimientos anuales.
Los productos primarios (carne, soja, lácteos, arroz, celulosa y madera) continúan teniendo un peso muy elevado en las exportaciones del país y sitúan nuestra economía como altamente vulnerable al cambio climático y la variabilidad.
La Quinta Comunicación Nacional sobre Cambio Climático presentada en el 2020 perfila claramente esta característica de la economía nacional, fuertemente asentada en el sector agropecuario, representado por la ganadería, la agricultura, la forestación y la agroindustria, todas basadas en actividades a cielo abierto, lo cual las expone a la variabilidad y al cambio climático.
Se trata de un sector que representa el 5,6% del Producto Bruto Interno (PBI) aunque si se considera la incidencia combinada de las actividades agropecuarias, agroindustriales y de servicios conexos, su participación del sector en la economía asciende a 23%, según datos de 2018.
Somos uno de los países del mundo con mayor cantidad de cabezas de ganado vacuno por habitante (casi 4 vacunos por habitante) y nuestras producciones de carne y lana son fundamentalmente extensivas y se realizan con pasturas naturales. La ganadería y la lechería ocupan un 78% de la superficie agropecuaria del país, cubierta en gran parte por campo natural (64%) y pasturas mejoradas, praderas sembradas y cultivos forrajeros anuales.
Los eventos extremos como sequías, inundaciones, olas de frío y de calor, vientos fuertes, tornados, granizadas, heladas, lluvias fuertes y tormentas severas hacen tanto a la ganadería como agricultura muy vulnerables, habiendo aumentado los eventos de sequía en las últimas décadas y también hemos padecido crecientes históricas en varios departamentos. A modo de ejemplo, el déficit hídrico registrado entre agosto 2017 y mayo 2018 representó pérdidas nacionales en cultivos de verano (soja, maíz, sorgo, arroz) de 1.617 miles de toneladas, por menores rendimientos y superficies no cosechadas, valoradas en 511 millones de dólares, según cifras del Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca.
El Ministerio de Ganadería se está trabajando desde hace tiempo en estos temas y también son considerados en los planes nacionales de adaptación al cambio climático.
Indudablemente que las vulnerabilidades climáticas afectan más duramente a aquellos que ya presentaban otro tipo de vulnerabilidades previas, ya sea económicas, sociales o productivas. En el caso de la agropecuaria, entre los productores más sensibles y con menos capacidad adaptativa se identifican los que tienen menor escala de producción y los arrendatarios de tierras o agua para riego, ya que tienen mayores costos operativos y menos margen para la toma de decisiones, según reseña la Quinta Contribución Nacional antes mencionada.
Por eso, son necesarios nuevos instrumentos y apoyos para aumentar la resiliencia y generar alternativas productivas sustentables, entre ellas la formulación de acuerdos intersectoriales y sinergias que brinden nuevas posibilidades creativas y eficientes.
En este sentido, un proyecto reciente aúna la ganadería y la forestación desde una perspectiva de valor agregado ambiental al producto más tradicional del Uruguay, la carne, neutralizando las emisiones que el ganado libera naturalmente. Actualmente se trabaja en la primera certificación destinada a los 200 productores ganaderos que pastorean su ganado en los predios de Montes del Plata y que podrán acceder a nuevos mercados a través de la empresa BPU Meat con el sello carne carbono neutral.
El objetivo de este acuerdo es contar con la primera certificación de carne carbono neutral del Uruguay, con el fin de diferenciar nuestra carne ante el mercado internacional, para un consumidor que cada día demanda productos más amigables con el ambiente.
“Montes del Plata realizó recientemente su Balance de Carbono y demostró que teniendo en cuenta todas las actividades productivas de su cadena de valor (actividades silvícolas, cosecha, transporte, industria) incluyendo el ganado en pastoreo en sus predios, es una empresa negativa en carbono, porque sus capturas de carbono son superiores a todas las emisiones. De hecho, con el excedente de capturas Montes del Plata podría neutralizar el equivalente al 42% de todo el parque automotor uruguayo o del 52% de las emisiones de la ciudad de Montevideo”, informó el Ministerio.
En una segunda etapa se procurará extender la certificación a otros productores ganaderos que cumplan con los requisitos establecidos de convivencia de ganado y árboles. A través del convenio recientemente firmado entre el MGAP y las empresas mencionadas se desarrollará “una marca específica que representará a Uruguay en los mercados internacionales que se han tornado cada vez más desafiantes, con consumidores más exigentes y conscientes de la importancia que tiene el cuidado de los recursos en garantizar suministros para las futuras generaciones”.
La carne carbono neutral seguramente tendrá sus adeptos en un mundo en el que cierto tipo de consumidores privilegian los productos ambientalmente amigables. Hay un mercado allí, entre las personas que valoran “la necesidad del equilibrio y del cuidado de los recursos naturales para las comunidades actuales, como para las generaciones del futuro” y pueden pagar ese tipo de productos.
En definitiva, se trata de una iniciativa para añadir valor agregado ambiental a uno de los principales productos uruguayos con miras a la mejora de la competitividad. En ese sentido, está en sintonía con la necesidad de un enfoque inteligente en el manejo de la agricultura y ganadería, la producción de alimentos y energía, así como una participación activa en la gobernanza internacional son cuestiones importantes en el marco de los objetivos nacionales y mundiales en materia de mitigación y adaptación al cambio climático.