Poderse, se puede

La pandemia de COVID-19, y el confinamiento general que ocasionó durante 2020, trajeron consigo muchos cambios, algunos de los cuales llegaron de paso y desaparecerán en la medida que las cosas vayan regresando a su curso, otros vinieron para quedarse, pero hay otros que ameritan que se discuta su permanencia, al menos como una opción. En específico nos referimos con esto a la posibilidad de cursar una carrera universitaria de modo remoto, a través de una plataforma digital, y más en específico queremos referir con esto a la Universidad de la República, UdelaR.

El tema lo viene poniendo en discusión un grupo de estudiantes a través de las redes sociales y han llegado en la última semana a presentar sus argumentos en medios de la capital del país. (Lo pueden ver en Facebook en el grupo Virtualidad+presencialidad=inclusión y en Twitter en @Virtualidad_e_Inclusión_UdelaR).
Hoy la UdelaR está en un semestre “de transición” entre la virtualidad y la presencialidad, según lo definió el rector, Rodrigo Arim, quien en una entrevista que se puede ver en el portal Telemundo descartó de plano la posibilidad de que el modo virtual o remoto pueda establecerse como una opción permanente, por más que reconoció que “la vida universitaria, a diferencia de lo que sucede en los liceos o las escuelas concentra estudiantes que provienen de todo el territorio nacional”, y que desde la misma casa de estudio “calculan que por la virtualidad unos 10.000 estudiantes que provienen de localidades del interior del país tomaron la decisión de no radicarse en Montevideo o de dejar de alquilar en la capital para volverse a sus casas”.

No es una cifra nada despreciable la de 10.000, que en realidad son solamente una parte de todos los estudiantes del Interior, ya que seguramente muchos han debido permanecer en Montevideo por razones laborales, o prefirieron hacerlo a pesar de tener que seguir sus clases a distancia (y aquí pueden aparecer múltiples razones sobre las que no viene al caso especular, pero se puede incluir en la lista temas como contratos de alquiler vigentes, garantías de conectividad, comodidades para estudiar, en fin).

Pero no solamente se trata de una inquietud de estudiantes del Interior, también hay entre quieres reclaman la posibilidad de cursar mediante modalidad virtual “montevideanos que trabajan o tienen personas a cargo y a personas privadas de libertad, quienes piden la virtualidad para seguir estudiando”, según publicó La Diaria, en su sección Educación, el pasado 7 de agosto. “Muchos de los testimonios corresponden a personas que cursaron alguna carrera años atrás, pero por dificultades para trasladarse o para cumplir con los horarios de las clases presenciales tuvieron que dejar de cursarla”, agrega el informe.
Entre los documentos que se han generado para difundir los argumentos a favor de una UdelaR con opción virtual, circulan cartas de apoyo, algunas con cientos de firmas, en las que aparece, además de la inquietud por el modo virtual, el reclamo de la posibilidad de acceder “en diferido” a los contenidos de la carrera, a las clases de los docentes, específicamente. También, por supuesto, hay entre los estudiantes quienes defienden a capa y espada la presencialidad y vienen reclamando un regreso inmediato a los salones.

Arim explicó que esta idea de un semestre de transición apunta a que no se pierdan esos 10.000 que hoy han vuelto a sus lugares de origen, pero no alentó la idea de tener en el futuro carreras virtuales. “Parte central de la vida universitaria es la construcción de comunidades, aprender a trabajar juntos, la creación de conocimiento y la investigación es un actividad social por excelencia”, por lo que “no podemos sacrificar calidad en estas circunstancias”, argumentó en la entrevista referida.

El prorrector de Enseñanza, entrevistado también para el informe de La Diaria, dijo que la UdelaR seguramente transite hacia un esquema de cursos teóricos masivos en plataformas virtuales, pero afirmó que hay actividades que no pueden trasladarse a la virtualidad, y citó como ejemplo las carreras del área Salud, que requieren de instancias prácticas. “La virtualidad vino para quedarse, pero en su justa medida”, afirmó. Argumentó que “la relación presencial entre profesor y estudiante tiene una riqueza antropológica que es insustituible”, por lo que “hay que permitir que esa riqueza sea real” aunque, “si tengo una clase presencial con 1.200 alumnos, la presencialidad no tiene sentido, no puedo tener esa relación porque no me voy a acordar ni de quiénes son y menos de cómo se llaman”.

Es evidente que nadie puede recibirse de doctor en Medicina sin tener la carga suficiente de aprendizaje práctico y lo mismo acontece con tantas otras carreras, eso no se puede discutir, ni es lo que está en discusión. Sin embargo no se puede dejar de considerar cuando menos atendible la posibilidad de habilitar esa modalidad para carreras que sí lo permiten, o incluso de concentrar en días puntuales las cargas de práctica, porque no es lo mismo viajar dos veces por mes a Montevideo (u otro centro universitario, Paysandú mismo) que irse a vivir a la capital.

Por otra parte hay que considerar el aviso que dio el director de la sede Paysandú del Cenur Litoral Norte, Líber Acosta, quien dijo que aunque la situación (de la pandemia) cambiase, no sería posible atender a la población estudiantil que tiene hoy la sede con clases presenciales (véase EL TELEGRAFO del 4 de mayo).
Así las cosas, durante el año pasado se dieron grandes y obligados pasos hacia el desarrollo de una educación virtual. Hoy, que la situación parece encaminarse hacia una normalidad más parecida a la antigua, no podemos darnos el lujo de perder eso que se logró, sobre todo porque muchos que encontraron puertas abiertas, ahora se encuentran con que se le cierran en la cara.