Desempleo: realidad y percepción

Según el Ministerio de Trabajo, se reduce mensualmente la cantidad de trabajadores en el seguro de desempleo. Las cifras actuales, ubican a menos de 60.000 personas con este beneficio al mes de setiembre.

Y, de acuerdo al ministro de Trabajo Pablo Mieres, el país retornó a niveles similares de actividad anteriores a la pandemia.

Sin embargo, las encuestas divulgadas en diversos medios son porfiadas. Los consultados aseguran que existen grandes dificultades para acceder a un empleo de calidad y la preocupación por el desempleo, lidera los indicadores.

Entonces, ¿por qué existe una diferencia entre los datos oficiales y la percepción ciudadana que ubica al mundo del trabajo en la pospandemia como uno de sus principales cuellos de botella?

Los nuevos vínculos laborales no visibilizados en su real dimensión y la sustitución de las formas tradicionales por los nuevos procesos tecnológicos, forman parte del escenario complejo que no se revertirá en el corto plazo. Porque en plena recesión económica, creció la informalidad y esa población no se ha volcado a la búsqueda de un empleo.

En cualquier caso, alcanza con observar las cifras divulgadas por el Ministerio de Desarrollo Social a nivel nacional sobre el alcance de algunas prestaciones específicas que continúan brindándose, en tanto sus beneficiarios no han logrado alcanzar una situación personal comparable a la pre pandemia.

La recuperación de la movilidad, además de un aumento de casos positivos de COVID-19 en los últimos días, trae una normalidad relativa en determinados sectores de la economía que sufrieron los mayores castigos con el aislamiento social.

La restauración muy débil de la demanda es la consecuencia de los niveles de ingresos y la pérdida del poder adquisitivo. Además, es justo reconocer que Uruguay mantiene un nivel de desempleo estructural que es elevado, en comparación a otros países. Las poblaciones con problemas de empleabilidad existen a lo largo de las épocas y se hacen necesarias las políticas orientadas a mejorar sus condiciones. De lo contrario, persistirá el problema y no será registrado en las cifras oficiales.

Paysandú, por ejemplo, registra un porcentaje de desempleo por encima de la media nacional y algunas estimaciones extraoficiales lo ubican en torno al 13%. Otras, un poco más elevado.

En ciernes se encuentra la negociación salarial que impactaría en la próxima ronda de Consejos de Salarios y la mayoría de los economistas recomiendan cautela, para evitar que se perjudique la mejora en la recuperación de los puestos laborales. Sin embargo, es visible el aumento de la conflictividad en diversas áreas conforme pasan los meses.

Incluso a nivel geográfico, el impacto ha sido mayor en el interior del país que en Montevideo. Por género, el desempleo ha sido marcadamente perjudicial para las mujeres y por franjas etarias, los jóvenes permanecen con altos niveles de desocupación.

Y, en el caso específico de las mujeres, deberá agregarse un aumento en la demanda de personas bajo su cuidado durante el período más duro de la pandemia, que impulsó a una salida anticipada del mundo del trabajo. En este caso, desnudó otro aspecto que refiere a las desigualdades históricas.

En general, la cantidad de personas inactivas pero disponibles para trabajar se mantiene alta. Son unos 68.000 que, si bien no se encuentran en la búsqueda de un puesto laboral, han encontrado otras razones para no hacerlo. Por ejemplo, la contingencia sanitaria o la búsqueda infructuosa que los lleva a dejar de buscar.

Por lo tanto, conviene reflexionar lo que ocurrirá con las variables del desempleo cuando el mundo retorne la plenitud de sus actividades y esta población resuelva su incorporación a la búsqueda activa de un trabajo.

A nivel internacional ya se otea este horizonte. El Banco Mundial estima que hasta el año que viene la tasa de empleo estará por debajo de los niveles de 2019. Es que el mercado laboral no se comporta en forma diferente a otros mercados, en tanto la oferta y demanda rige al igual que en otros indicadores.

En medio de esta situación, hay que preguntarse lo que ocurrirá con quienes dejaron de buscar oportunidades laborales, porque una vez que abandonan también desaparecen de las estadísticas. Y si permanecen en la informalidad, en algún sentido “ayudan” a que el porcentaje de desempleo no sea tan duro.

Inclusive el subempleo y el desaliento no miden en las estadísticas, pero describen un panorama incierto. Por lo tanto, es posible indagar en las perspectivas para encontrar que no habrá un cambio significativo en el mercado laboral.

A esto, deberán sumarse las opiniones de las expectativas empresariales ya divulgadas por Exante, donde especifican que las medianas y grandes empresas tienen “relativamente poco extendidos los planes de incrementar la dotación de personal en el próximo año”. Y sólo 20% de los ejecutivos tendrá un promedio de empleados mayor al año 2019.

Y el escenario va un poco más allá: “las decisiones de contratación parecen poco sensibles a eventuales medidas de promoción del empleo”, de acuerdo a lo ya anunciado, como pueden ser las exoneraciones de aportes.

La incorporación de nuevas tecnologías aparece como una tendencia creciente y habrá que evaluar si la demanda se encuentra a la altura de estas circunstancias.

En realidad, la pandemia aceleró los problemas que tenía el desempleo y la economía en el país, al menos desde 2015. Y alcanza con comprar las estadísticas desde entonces hasta el actual nivel de pandemia.

Es así que la sensibilidad del público lo capta. Por eso, en las consultas de opinión ambos temas –economía y empleo–, se encuentran entre las principales preocupaciones. Pero, en cualquier caso, no hay que ser muy técnico para verlo.