Hora de reforzar compromisos para la defensa del medio ambiente

La convocatoria para el próximo fin de semana en Glasgow, Escocia, estima que unas 20.000 personas se preparan para asistir a las conversaciones sobre el clima organizadas por las Naciones Unidas, que se reunirán en la denominada COP26, en lo que será un punto de reencuentro con las acciones en este sentido –por lo menos oficialmente– tras el impasse impuesto por la pandemia.
Es que no solo se trata del clima, de los cambios y el calentamiento global, sino incluso de desafíos que se plantean a partir de que la pandemia ha cambiado algunos parámetros en que se encuadra la denominada emergencia climática.
Según los analistas los pasos para reconstruir las economías de muchos países tras el parón de la actividad van a tener un profundo impacto en la sostenibilidad, la resiliencia y el bienestar futuros, a la vez que la COP26 puede ser un momento en el que el mundo se una a fin de lograr una recuperación resiliente limpia.
Los expertos han calificado la cita de Glasgow como la ronda de conversaciones más importante desde que los líderes mundiales alcanzaron el Acuerdo de París en 2015 para frenar la emisión de gases contaminantes.
Se espera que a partir del 31 de octubre unos 20.000 jefes de Estado, diplomáticos y activistas se reúnan de forma presencial para establecer nuevos objetivos con el fin de reducir las emisiones de la quema del carbón, el petróleo y el gas que están calentando el planeta. La conferencia se celebra cada año, pero en esta ocasión es crucial porque los científicos aseguran que las naciones deben alejarse de una forma drástica e inmediata de los combustibles fósiles si quieren evitar los efectos más catastróficos del cambio climático.
La meta es evitar que la temperatura promedio del mundo supere los 1,5 grados Celsius en comparación con los niveles previos a la Revolución Industrial. Ese es el umbral que muchos científicos consideran el límite después del cual los peligros del calentamiento global –como las olas de calor mortales, la escasez de agua, la pérdida de cosechas y el colapso de los ecosistemas– aumentarán de manera descomunal.
Igualmente hay algunos “rezagados” en este compromiso global, desde que China, Australia, Rusia e India todavía tienen que asumir nuevos compromisos para reducir su contaminación y no queda claro si lo harán antes de la cumbre. Mientras tanto, tan solo unos pocos países ricos han destinado dinero para ayudar a las naciones pobres y vulnerables con el fin de que manejen los impactos de los desastres climáticos, de los que tienen poca responsabilidad, según la evaluación de numerosos expertos.
Con estos antecedentes inmediatos y los ya existentes, todo indica que pese a los enunciados de buenas intenciones, las probabilidades de que la conferencia, conocida como COP26, tenga éxito, son inciertas.
COP es la sigla de “Conferencia de las Partes”, es decir 197 naciones que accedieron a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en una reunión celebrada en 1992. Ese año, Estados Unidos y algunos otros países ratificaron el tratado para combatir la “peligrosa interferencia humana en el sistema climático” y estabilizar los niveles de las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Esta es la vigésima sexta ocasión en la que se reúnen los países para la convención, de ahí el nombre COP26.
En 2015, después de más de dos décadas de disputas relacionadas con cuáles son las naciones con la mayor responsabilidad para enfrentar el cambio climático, los líderes de casi 200 países firmaron el Acuerdo de París. Ese acuerdo fue considerado revolucionario. Por primera vez, los países ricos y pobres accedieron a actuar, aunque fuera a diferentes ritmos, para hacerle frente al cambio climático. Estados Unidos se retiró del Acuerdo de París durante el mandato del expresidente Donald Trump, pero se volvió a sumar con el presidente Joe Biden.
Pero aunque en París los líderes hicieron grandes promesas, los países no han hecho lo suficiente para mantener a raya los peores impactos del cambio climático, en tanto en la COP26 de Glasgow, los líderes en lo previo tienen la presión de ser más ambiciosos, aunque no será fácil llevarlo a hechos concretos.
Las reuniones se llevarán a cabo en el Scottish Event Campus, el centro de convenciones más grande de Glasgow. Además de los 20.000 asistentes esperados en las charlas formales y los eventos paralelos, se esperan grandes marchas en toda la ciudad. El sábado 6 de noviembre ha sido designado como el Día de Acción Global por la Justicia Climática y los grupos activistas están esperando a unos 100.000 manifestantes.
Los anfitriones del Reino Unido y la ONU han mencionado que quieren “mantener viva la esperanza” de limitar el aumento de la temperatura mundial por debajo de 1,5 grados Celsius.
Cumplir ese objetivo implica que todos los países deben comprometerse a reducir las emisiones más rápido y con una mayor intensidad de lo que ya lo están haciendo. También se espera que los países ricos impulsen de manera significativa el apoyo financiero para ayudar a las naciones más vulnerables a adaptarse a los impactos del calentamiento y construir economías que no dependan de los combustibles fósiles.
Hay puntos en los que los expertos no están totalmente de acuerdo, pero varios científicos han señalado que por cada fracción de un grado de calentamiento, el mundo verá olas de calor y sequías más intensas, así como más inundaciones e incendios forestales mortales.
Las naciones adherentes tienen menos de diez años para reducir las emisiones lo suficiente como para mantener al planeta por debajo de los 1,5 grados de calentamiento, según estiman. Por lo tanto, si los líderes no se comprometen a tomar medidas audaces ahora, cuando tanta atención mundial está puesta en Glasgow, muchos temen que el mundo se dirija a toda velocidad hacia niveles peligrosos de efecto invernadero.
Pero más allá del convencimiento de que algo contundente hay que hacer para contener y aún tratar de revertir el proceso, aunque haya reparos sobre la velocidad del proceso, hay todavía muchos obstáculos en el camino, a pesar por ejemplo del Pacto Verde Europeo para el plan de neutralidad climática. Es que la Unión europea por sí sola no llegará al 10 por ciento sobre las emisiones globales de carbono, y es imprescindible que los grandes contaminantes –sobre todo algunos países industrializados– se plieguen a esta cruzada, para cumplir con el compromiso de proporcionar unos 100.000 millones de dólares anuales para la acción climática en países en desarrollo, a efectos del cumplimiento de compromisos ambientales.
Este y otros desafíos estarán expuestos crudamente en la COP 26 de este fin de semana, y es de esperar que los conflictos de intereses, los recelos y la apatía, no alcancen para entorpecer el desarrollo de las acciones acordadas, sobre todo cuando la pandemia nos ha recordado el vínculo entre la degradación ambiental y los impactos en la salud humana.
Es hora de trabajar mancomunadamente para proteger el medio ambiente, asumiendo además que al fin de cuentas se trata de una rentable inversión económica en el mediano y largo plazo para mantener la crisis climática bajo control y evitar sus desastrosas consecuencias.