Sentida despedida a Eugenio Schneider, cuyas cenizas fueron arrojadas al río

Un largo cortejo fúnebre acompañó las cenizas de Eugenio Schneider, que van delante, a lomos de su caballo overo, llevado por José Manuel Galván. Lo sigue la aparcería Los Cuatro Vientos y decenas de autos y camionetas.

Un cortejo gaucho, decenas de vehículos y parte de los residentes de Casa Blanca dieron la despedida al fallecido Eugenio Schneider, cuyo cuerpo fue cremado en el crematorio Los Cipreses, en el Cementerio Parque Jardín de Paz. Sus cenizas fueron trasladadas en su caballo overo ensillado y con su poncho, llevado a tiro por uno de sus yernos, José Manuel Galván, hasta la plaza de Casa Blanca, donde muchos pobladores –y seguramente también empleados del frigorífico– esperaban para recibir sus restos con aplausos, con respeto, con dolor también, pues había partido “Don Eugenio”.

En una calurosa tarde, se llevó a cabo la cremación de su cuerpo, en tanto en los alrededores del crematorio esperaban y se consolaban sus familiares, junto a decenas de personas vinculadas con Schneider tanto comercial como personalmente. También estaba el intendente Nicolás Olivera.

El Sol siguió su camino y sobre las 18.30 se fue organizando el cortejo que iba a acompañar a Schneider a lo que ya es su última morada, un lugar muy amado por él, el río Uruguay, el que le quitó la vida pero también el que le dio incontables satisfacciones.

Su overo y Galván abriendo el camino. Detrás los integrantes de la aparcería Los Cuatro Vientos, de Casa Blanca, que fue siempre apoyada por Schneider. Y detrás autos y camionetas, con su familia en los primeros. Con inspectores de la Dirección de Tránsito brindando seguridad vial, se inició el camino.
Mientras, en Casa Blanca, sus vecinos esperaban. Hablaban en voz baja, aun impactados por el repentino adiós de un hombre que no solo generaba trabajo para muchos, sino que también era activo en la comunidad, con ideas, con aportes económicos, con respaldo emocional.

Cuando la procesión llegó a la entrada del pueblo, se lanzaron al vuelo las campanas de la capilla Santa Ana, también recuperada por Schneider y donde brilló el ciclo de música barroca Omnes. Después, mientras los jinetes desensillaban, mientras quienes habían llegado en vehículos bajaban de los mismos, se hicieron sentir los aplausos, el homenaje tan sencillo como emotivo de quienes habían estado esperando.

Cuando todos formaron una fila para continuar de a pie hasta el portón del Frigorífico Casa Blanca se escuchó la sirena, la misma que cada vez que hay faena llama a los trabajadores. Y siguió sonando, lo mismo que los aplausos.

El resto del camino hacia la Casa de los Cuatro Vientos fue hecho a pie, solo por sus familiares, algunos allegados y empleados que pudieron seguir a “Don Eugenio” hasta la entrada a la casona. Después se tornó algo íntimo, el adiós al esposo, padre, abuelo, el adiós a un hombre que también fue un personaje significativo y que su pueblo de Casa Blanca no olvidará.

Lágrimas, algún llanto y la despedida, el encuentro final de Schneider con las aguas del río Uruguay, del paterno, que impertérrito siguió su eterno viaje aguas abajo. La vida, la muerte, el más allá, el más acá. La vida después de la vida. El milagro del recuerdo, lo único realmente eterno.