Juan, el “recolector de sueños”

Juan Silva, más conocido como “Juancito” tiene cosas para decir. Como artista plástico transmite mucho de lo que siente a través de sus obras, aún así, hablar con él es enriquecedor, es un ejemplo de resiliencia, de superación, de no dejarse vencer. Juan nos cuenta sobre su historia: “tengo 46 años y 11 operaciones en las piernas; tuve que luchar para vencer los obstáculos de mi salud para poder lograr siquiera hacer algo, las cosas normales. En la vida siempre se van a presentar adversidades, y yo quiero transmitirle a la gente que si uno quiere, todo se puede. Lo que yo he superado es una prueba de que es posible, y lo cuento porque otros pueden tomarme como ejemplo para no aflojar”.

En San Félix, donde ha vivido la mayor parte de su vida, los vecinos le fueron dando oportunidades; él necesitaba trabajar para ayudar a sus padres. No podía caminar, gateaba, y cuando pedía trabajo le decían: “¿pero m’hijo, qué puedo darte para que hagas?”, a lo que respondía que cualquier cosa, que lo lograría. “Me sentaba en una zorra a coser bolsas, embolsaba boniatos, y mi paga era una bolsa de boniatos, que era muy bienvenida en mi casa ya que mi madre tenía que lavar 5 piletas de ropa para poder darnos de comer. También un vecino viejito me dio la oportunidad de cosechar choclos con él, aún arrastrándome. Él me enseñó a amar lo que uno hace, cualquiera sea la tarea”.

El comienzo

Siendo un bebé, Juan Silva tuvo una infección en el oído y como consecuencia una parálisis cerebral; sería “discapacitado” el resto de su vida. Una de las consecuencias es que los dedos de sus manos quedaron arrollados, “parecían pinzas de cangrejo”. De niño le aconsejaron pintar para mejorar la movilidad de sus dedos, y así empezó a descubrir que no sólo sus manos mejoraban sino que también ¡le gustaba pintar!
Fue un largo camino, “luego de la primera operación, al comenzar la fisioterapia de recuperación me pararon frente a las barras paralelas y me dijeron: bueno, ahora tenés que caminar. Tenía 10 u 11 años y nunca había caminado, dí el primer paso y me caí al suelo, me quedé esperando ayuda”. No lo ayudaron dice, y hoy lo agradece, el terapeuta sólo le dijo “hay que levantarse, si no lo hacés me voy porque tengo que ayudar a otros que sí quieran lograrlo”. Eso le generó mucha rabia, bronca, y justamente esas emociones lo llevaron a levantarse.

Las etapas

Juan reconoce que levantarse es mucho más fácil de niño porque de grande al volverte más racional, dudás de muchas cosas, incluso de tu potencial. “Yo era un niño malo, estaba enojado con el mundo, no creía en nada a pesar de que varias personas me apoyaran y buscaran lo mejor para mí”.
Asegura que ha pasado por todas las etapas de optimismo, de negatividad, de superación, de decaer, de volver a levantarse y eso mismo le permite aseverar que la superación depende de cada uno, hay que querer. “Cuando la gente me pregunta: ¿cómo hiciste?, eso es lo que les digo, además que la vida no es un obstáculo, es una linda aventura que nos pone escalones para que vayamos subiendo y que de lo feo y del dolor, se aprende”.

Pintar y disfrutar

Lo primero que sintió al pintar fue su mejoría física y a eso le siguió el descubrimiento de que realmente le gustaba hacerlo. Juan nos aconseja: “si encontrás lo que te gusta hacer, amalo, sea lo que sea, ponele todas tus ganas”.
“Pinto un cuadro y no espero que me lo compren porque soy ‘Juan el rengo’, para ayudarme, porque tengo una discapacidad, no me interesa eso; lo que quiero es que si comprás un cuadro mío es porque te impacta, porque vale la pena mirarlo”, reflexiona.
Silva nos cuenta cómo surge su inspiración en el primer período de su trabajo: “empecé a ver, no sólo mirar, sino ver las pequeñas cosas, lo que me gustaba, la luz en la punta de un pastito, una hormiga, espacios microscópicos que pueden tener mucha belleza”. Los motivos de sus cuadros desde hace un tiempo han agregado según sus palabras “la denuncia, lo que veo y no me gusta, es conflictiva; yo no pinto para agradar a las paredes, siempre basado en la observación ahora estoy diciendo: date cuenta que en la vida pasan estas cosas también, esto está pasando acá”.

La vida

Es un hombre humilde que asegura no puede vivir de la pintura, por eso trabaja en la Intendencia, da clases de dibujo y pintura, y ocasionalmente vende algún cuadro, pero aclara que “no pinto para vender, aunque aprendí que mis cuadros tienen valor”. La familia de Juan está compuesta por su compañera, siete sobrinas que asegura “son su vida” y sus hermanos, y lo que tienen en común es que les interesa estar juntos, apoyarse mutuamente. “No tengo casa propia, tengo el mundo”. Finaliza la entrevista definiéndose de esta manera: “soy un recolector de sueños”.