“La servidumbre”: Los laberintos de la mente

LA SERVIDUMBRE, de Daniel Salomone, por Círculo de Teatro Dolores. Dirección y escenografía: Franklin Moller. Con: Elsa Barolín, Horacio Griego. 18ª Bienal de Teatros del Interior. Sala Arteatro. Sábado 13 de noviembre de 2021.
La obra del joven y prolífico dramaturgo nacido en Florida Daniel Salomone González, escrita en 2013, es una pequeña joya, un mecanismo de relojería que engaña vestida de comedia, pero que en realidad esconde una obra dramática. La puesta en escena refleja en muy buena manera la propuesta de dramaturgia. Hace pocos años había sido puesta en escena por el Pequeño Teatro de Durazno, y obviamente antes por otros elencos. La historia se interna por los caminos de la mente (que claramente “no son los que yo esperaba”, parafraseando la conocida canción), la delgada línea que separa la cordura de la falta de ella. Una dama de alcurnia que reside en una casa lujosa y un sirviente-ángel de la guarda desahuciado en busca de su lugar en el mundo, son los únicos personajes.
Los dos son complejos. Ella se pierde en los laberintos de su mente, mientras espera la llegada de su esposo, aunque quizás solamente aguarde su propio final, ese viaje sin destino claro a la ancianidad, pero iluminado por la esperanza. Él un hombre dispuesto a todo por mantener el empleo, pero a la vez un enamorado, un cuidador, o lo que fuera necesario.
El espectáculo descansa en el personaje femenino que es el que genera un delirio entre recuerdos, ideas locas, ilusiones, memorias de juventud; que lucha con esa mente engañosa.
La escenografía es realmente notable, dibujada en trazos negros sobre un blanco pleno, un dibujo por donde transcurre la vida y que acomoda dos sillas, una mesa, una valija, dos puertas y dos ventanas, que llevan a ningún lado.
La dirección saca lo mejor de un texto que pasa por la comedia, el absurdo y el drama. Los dos actores logran algo que –vaya a saberse por qué misterio– es muy difícil en el teatro del Interior; construir personajes. Creíbles, sólidos, disfrutables. Apenas un detalle: la escena final, en la que la actriz no parece sentir la carga de la ancianidad que conlleva el texto original de Salomone.
Un guiño más, la música con Charles Aznavour como gran protagonista con “For Me Formidable” y apenas audible al final la música de “La Bohéme”, un canto de nostalgia al pasado.
E.J.S.