Reforzar la contención

La pandemia de COVID-19 ha ocasionado millones de muertes alrededor del mundo por acción del virus y las secuelas que ocasiona en el organismo humano, lo sabemos porque hay cifras que se actualizan constantemente desde que este mal comenzó a expandirse. Después hay estudios sobre las consecuencias económicas y en el mercado de trabajo que ha ocasionado, y todo tipo de variables muestran otras afectaciones. También se sabe, aunque no se hable tanto del tema masivamente al menos, que esta pandemia y los cambios en la vida de las personas que trajo consigo han tenido impactos en la salud mental de la población.
Queda en evidencia cuando se produce una seguidilla de suicidios, como ha acontecido recientemente, o en caso de autoeliminaciones de personas muy notorias, como el que se conoció en la víspera del árbitro de básquetbol Marcel Ciechanovvechi, que se difundió más porque ocasionó la detención de la actividad en el ámbito profesional del baloncesto, o el largamente comentado caso de Santiago García, así como de otros deportistas o exdeportistas que han tomado la trágica decisión de terminar con sus vidas.

En el caso de Ciechanovvechi han sido sus pares, los árbitros de básquetbol, quienes han salido a difundir el caso como una forma de concientizar sobre los problemas que están ocurriendo. Pero por supuesto que no podemos pensar que esto queda reducido el ámbito del deporte y al largo período de inactividad que afrontaron quienes de una forma u otra están vinculados a las diferentes disciplinas. Si bien en menor medida que en otros países, los uruguayos sufrimos las consecuencias de un distanciamiento que para algunos todavía se mantiene, como lo evidencian los mensajes de quienes se han movilizado en reclamo de la flexibilización de las condiciones de la reapertura del puente internacional para poder encontrarse con sus familiares. Los testimonios recogidos en el lugar dan cuenta de familias separadas, de abuelos que no han podido conocer a sus nietos, de sobrinos e hijos que no han podido despedirse de algún familiar que ha partido, o simplemente de la falta de un abrazo de contención.
O es que acaso no podemos interpretar estos incidentes violentos que estamos viendo fin de semana tras fin de semana en las canchas del fútbol del Interior, como un síntoma de estas alteraciones psicológicas. Líos en el fútbol siempre ha habido, y muy violentos, incluso más que lo que se ha visto ahora, pero llama la atención la seguidilla. Claro que habría que estudiarlo, pero no deberíamos descartar de buenas a primeras que haya una asociación con la necesidad de descargar frustraciones y ansiedades acumuladas por meses y meses.

La asociación entre la pandemia y los trastornos psicológicos han sido abordados en todo el mundo. Seguramente para los investigadores sea esta una ocasión única para evaluar este tipo de cosas, y de allí que haya tanto estudio publicado y en curso en estos momentos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), ha publicado multiplicidad de materiales al respecto, incluso guías digitales, o material audiovisual que está a disposición tanto del público como de los profesionales de la salud que trabajen en esta materia.

El duelo, el aislamiento y el miedo al contagio con el virus figuran entre los factores que, entiende la OMS, están generando o agravando los trastornos de salud mental. Las personas que han perdido a seres queridos y no han podido despedirse de ellas también se han visto muy afectadas emocionalmente. Por otro lado está también la pérdida de ingresos y la incertidumbre que ello provoca, situaciones que influyen en el bienestar emocional. La pandemia ha provocado, además, que se acrecienten las desigualdades sociales, lo que afecta la salud mental de las personas con mayor riesgo de caer en la pobreza.
También está el caso de las personas que, habiendo superado anteriormente un trastorno de salud mental, han acabado recayendo en estas circunstancias tan particulares.
En Uruguay se han realizado varios estudios. En la publicación número 4 de la Serie Estados de Situación de Risep (Red de investigación en ciencias sociales para enfrentar las secuelas de la pandemia), publicado en abril de este año, se aborda el tema.

En el documento se sintetizan los resultados de investigaciones realizadas en Uruguay en el último año con respecto al impacto de la epidemia de COVID-19 sobre la salud mental de la población. En el trabajo es posible “identificar importantes tendencias y mensajes emergentes” y en él “se presenta una síntesis de los estudios disponibles y sus resultados, con especial atención a las poblaciones más vulnerables”.
Entre las poblaciones más sensibles se enumera en primer término a los adultos mayores, señalados desde el inicio como uno de los principales grupos de riesgo de la enfermedad. “No solamente por el riesgo de morir por causa del virus en sí, sino porque ellos destacan por las comorbilidades, factores relacionados con el sistema inmune, síntomas geriátricos, aspectos nutricionales, etcétera”. También los residenciales, o albergues de larga estadía, se mostraron propensos a la rápida difusión del virus.
Los síntomas relevados con mayor frecuencia son: ansiedad, tristeza, insomnio, inseguridad, desconfianza, irritabilidad, desasosiego, alteraciones de la memoria, ideas de autoeliminación (llegando incluso al suicidio), y adicciones.

Otro grupo especialmente sensible es el de, niños y adolescentes. Estudios internacionales han demostrado que los acontecimientos de crisis tienen un impacto negativo en el bienestar psicológico en la infancia. Ansiedad, depresión, alteraciones del sueño y del apetito, así como de las interacciones sociales son las manifestaciones más comunes.
En el caso de los adolescentes, la situación también es particular, en virtud del momento biológico, existencial y evolutivo de su desarrollo personal. Los impactos de las medidas de aislamiento repercuten negativamente en tanto inhiben actividades que son claves para su salud emocional y la construcción subjetiva e identitaria. “Los cambios hormonales de la pubertad se unen a la dinámica social de los adolescentes para hacerlos que estén muy atentos al estatus social y a su grupo de pares. Los adolescentes pueden sentirse frustrados, nerviosos, desconectados, nostálgicos y aburridos debido al distanciamiento social durante esta pandemia”, explican.
A todo esto hay que sumarle los casos de personas que, por ejemplo, hayan visto interrumpidos tratamientos médicos, o postergado operaciones programadas, por las medidas preventivas que adoptó el sistema sanitario y que para remediar los efectos adversos no alcanza con ponerse al día.

Por todo esto, no es de extrañar que los prestadores de salud estén recibiendo una demanda importante por atención a la salud mental, a la que es muy importante dar respuesta. Igual, aunque se lograra atender a todos los que demandan, también está el caso de quienes no acuden, quienes no piden ayuda, para quienes hay que tener otro tipo de estrategias.