Segunda transición energética

Esta semana el Ministerio de Industria, Energía y Minería realizó el lanzamiento de un programa de apoyo a micro, pequeñas y medianas empresas para poner en práctica medidas con el objetivo de que “la eficiencia energética se vaya profundizando cada vez más en el territorio e incorporándose como un concepto cultural”.
Según el tipo de establecimiento, podrán acceder a un monto de entre 45.000 pesos y 135.000, para la compra de equipos eficientes desde el punto de vista energético.
El director nacional de Energía, Fitzgerald Cantero, explicó que se trata de un fondo de hasta 30 millones de pesos para apoyar la implementación de medidas de eficiencia energética en las micro, pequeñas y medianas empresas, previéndose que más de 400 firmas de todo el país podrían presentarse a esta convocatoria.

El porcentaje de reembolso varía en función del tamaño de la empresa y el tipo de disposiciones. Para las microempresas, será de un máximo del 90%, con un tope de 45.000 pesos; para las pequeñas, del 75%, con un tope de 90.000 pesos, y para las medianas, del 60%, con un tope de 135.000 pesos.
Uruguay comenzó a transitar hacia la energía renovable hace ya unos años, lo que entre otros beneficios permitió la reconversión de la matriz energética del país, disminuyendo la dependencia de los hidrocarburos y avanzando en el abastecimiento nacional, y actualmente la exportación de remanentes hacia países vecinos, a partir de cambios legislativos e incentivos al sector privado para la instalación de parques eólicos y solares y otras formas de energía sustentable, que complementa la tradicional generación hidráulica.
El nuevo escalón en la ruta de la sustentabilidad energética es utilizar los recursos renovables en “toda la infraestructura y movilidad nacional”, al decir del presidente Luis Lacalle.
Durante la 6.ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26) la ministra de Economía y Finanzas, Azucena Arbeleche, expresó que Uruguay desarrollará el transporte basado en combustibles no fósiles, como la electricidad y el hidrógeno verde, sumándose al objetivo mundial de la promoción de acciones para acelerar la eliminación gradual de la energía del carbón a nivel mundial.

Como resultado de las inversiones privadas en la última década, el país genera hoy el 97% de la electricidad con fuentes renovables, de las cuales casi el 40% es energía hidroeléctrica, 30% energía eólica, 25% biomasa, y 2% energía solar, especificó.
Ahora el gobierno impulsa una “segunda transición energética”, principalmente basados en la sustitución de combustibles fósiles en el transporte, lo que incluye a los vehículos eléctricos (que se pretenden aumentar en un 100% en comparación al año pasado).
Hay que tener en cuenta que la descarbonización no solo se refiere al uso de energía renovables, sino a la reducción del uso de combustibles fósiles en el transporte, el sector que mayores emisiones de carbono genera en varios países.

En este sentido, la ministra Arbeleche anunció en la referida cumbre que Uruguay trabaja en un primer proyecto piloto para que el transporte pesado de mercaderías utilice hidrógeno verde.
El hidrógeno verde se avizora en el mundo –cada vez más necesitado de liberarse de la dependencia del petróleo por motivos económicos, políticos y ambientales– como una forma de descarbonizar a partir del elemento químico más abundante del universo. Tanto las estrellas como el Sol están formadas principalmente de este gas, que también puede tomar estado líquido y tiene el triple de energía que la gasolina pero se trata de energía limpia; es decir, no contamina ya que solo libera agua en forma de vapor, y no produce dióxido de carbono.
En definitiva se trata del sueño de una economía verde basada en el hidrógneo como combustible, una forma de descarbonizar, de dejar de generar gases de efecto invernadero –provenientes de combustibles fósiles– y avanzar hacia otra alternativa cien por ciento sostenible para generar energía.
De acuerdo a las autoridades, que incluso han promocionado la idea en el exterior, el sólido marco institucional del país y el respeto por las reglas, así como un régimen de promoción para inversores nacionales y extranjeros, hacen que Uruguay está en condiciones de ser un país competitivo en precios para la producción y exportación de hidrógeno verde.

La meta de nuestro país de descarbonizar su matriz nos pone ante la formidable oportunidad de innovar en una línea que atrae la atención internacional y podrían situarnos a la vanguardia de los procesos que ya se están gestando.
Al respecto, y por citar un ejemplo, el año pasado la Comisión Europea evaluaba la implementación de una serie de políticas para acelerar el desarrollo del hidrógeno y una estrategia para una “Europa climáticamente neutra” que incluye el compromiso de invertir U$S 430.000 millones en hidrógeno verde hasta 2030. Seguramente estos procesos se verán acelerados luego que una nueva guerra, a partir del ataque de Rusia a Ucrania, demostrara la gran dependencia europea del petróleo y gas ruso y la urgente necesidad de fuentes energéticas propias.
Aquí en Uruguay, pensar en una transición energética también representa un desafío, dado que requiere un compromiso claro de los gobiernos y del sector privado en fomentar inversiones en energía renovable y sostenible, que tomen en cuenta una visión de largo plazo.

En este sentido, las autoridades nacionales están poniendo en marcha el engranaje para el desarrollo de una política de movilidad urbana sostenible, con proyección al año 2050, con participación de las intendencias y actores privados, que buscará impulsar la movilidad eléctrica, disminuir las emisiones, optimizar el ordenamiento y el uso del espacio y el transporte público.
Para 2025, Uruguay procurará integrar colectores solares, vehículos eléctricos para transporte público de pasajeros, utilitarios y livianos, así como ampliar la ruta eléctrica del país.
En este horizonte cercano, también son necesarios modelos y negocios innovadores porque masificar este tipo de propuestas a la interna de la actividad nacional requiere involucrar a las pequeñas y medianas empresas, el sector del transporte y a los hábitos de los ciudadanos en procura de una mayor seguridad energética, la disminución de la huella ambiental y la mejora de la calidad de servicios. Seguramente nos encaminamos a nuevos cambios en relación a nuestra vinculación con los recursos energéticos que, ojalá, traigan nuevas alternativas y oportunidades en trabajo y disminución de costos.