Tenemos que hablar del suicidio

El diagnóstico es indiscutible: enfrentamos un serio problema desde hace muchos años y no le encontramos la vuelta. Uruguay tiene una tasa de suicidio de 20,6 cada 100.000 habitantes. Se trata de una de las más elevadas de América junto a las de Cuba y las Guyanas, muy por encima de otros de la región, donde también el problema está considerado en niveles preocupantes, como Argentina, Chile, Colombia, Estados Unidos y Canadá.
Y si bien no se puede decir que la situación estadísticamente haya mejorado, tampoco es cierto que no se esté haciendo nada al respecto para revertir estos números y evitar la pérdida de vidas por esta causa, que es en definitiva lo más importante.

Un ejemplo de ello es una cantidad de investigaciones que se enfocan en el tema y los grupos de trabajo para la prevención que están surgiendo a nivel nacional pero también en diferentes departamentos del Interior donde el suicidio alcanza niveles muy dramáticos, que no viene al caso mencionar para evitar innecesarias estigmatizaciones.
Entrevistado para el Portal de la Universidad de la República (UdelaR), el docente e investigador Pablo Hein, integrante del Grupo de Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida en el Uruguay, hizo un enfoque muy pormenorizado de problemática en el país. Comenzó con un encuadre de contexto de lo que significa a nivel mundial. La tasa general de suicidios en Europa es de 15,4 cada 100.000 habitantes, mientras en las Américas ronda los 10 cada 100.000. En Uruguay es el doble y viene creciendo desde hace 20 años.

En nuestro país se da más en los hombres que en las mujeres (8 a 2 de cada 10). En 2020 se registraban 2 suicidios por día, la mayor parte por personas de la tercera edad, es decir mayores de 65 años. En esta franja la tasa es de alrededor de 30 cada 100.000 habitantes. Entre los menores de 19 años no llega a 5 cada 100.000 habitantes. Hein dijo que en los últimos años crecen los suicidios en hombres de 35 a 50 años de edad.
El experto identificó algunas posibles causas o condicionantes del contexto actual, como la falta de algunos referentes, y en especial instituciones que brindaban cohesión al individuo, como la familia, clubes deportivos o sindicatos, donde las personas se sentían cómodas y generaban vínculos en términos afectivos, culturales y emocionales, así como protecciones y reconocimiento. Agregó a esto que transcurrimos un proceso en el que el individuo está pasando a ser lo más importante en la sociedad, desplazando a la institución. Según Hein hay personas que no se sienten cómodas en este nuevo esquema, ya que los éxitos son del individuo pero también sus fracasos, y refirió a situaciones “tan simples o tan complejas como un divorcio, la pérdida de un trabajo o de amigos”.

También advirtió por la gran “psiquiatrización” de la sociedad, donde “todos los procesos de ruptura o desajuste son derivados a consulta psiquiátrica o psicológica” y resaltó que hay en Uruguay una alta dependencia a los psicofármacos. Observó asimismo que no hemos tenido nunca un curriculum académico que incluya el aspecto emocional. “En la escuela, el liceo, los colegios o la facultad nos enseñan a ser exitosos, pero en la vida hay más fracasos que éxitos y también está bueno tener fracasos, superarlos y saber que uno se recompone”, expresó.
El Grupo de Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida en el Uruguay elaboró una serie de libros que abordan distintos aspectos de la temática, entre ellos una guía de prevención de suicidio para el sector educativo creada en 2014.

Sobre la prevención aseguró que no se puede dejar de lado lo que llamó la prevención clásica, en la que intervienen la psicología y la psiquiatría, pero que hay que sumar “una sociedad con una educación con un currículum emocional más amplio, que incluya los éxitos y los fracasos”, y mencionó que la mayoría de los suicidios “tiene su base en un conflicto mal resuelto, que se va acumulando con otros problemas de la vida diaria”.
Otra línea de prevención que identificó es la “posvención”, que implica un trabajo con el duelo de la familia y los allegados, ya que el suicidio repercute también en el entorno.
El Grupo de Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida en el Uruguay se creó en 2011 y está integrado por referentes de varias facultades de la Universidad de la República, así como de la Dirección de Salud Mental de ASSE. Además de realizar un estudio continuo de las cifras de suicidio en Uruguay, en base a las que elabora frecuentes publicaciones, en la actualidad lleva adelante la investigación sobre el impacto de la pandemia de COVID-19 en la temática. De hecho ya se editó un libro guía “Enigmas y estigmas del suicidio en Uruguay”, que contiene información acumulada de investigaciones realizadas por el Grupo. Entre estas investigaciones se encuentran el papel de los medios de comunicación en la difusión del suicidio y un análisis de 1.200 notas suicidas, en las que detectan patrones diferenciados para los distintos grupos etarios.

En nuestro país hay una Comisión Nacional de Prevención de Suicidio y hay varias organizaciones de la sociedad civil, u oenegés, que trabajan en el territorio, como Resistiré, Cazabajones, Último Recurso, Grupo Gas y Te veo mañana. También funciona las 24 horas una línea telefónica gratuita, conocida como Línea Vida, 0800 0767 o, desde el celular *0767.
El suicidio, a decir de Hein, “es un problema social como el tabaquismo, la violencia de género, los accidentes de tránsito”, y en la misma medida debiera abordarse y superar este estadio en el que se lo considera una especie de tabú, que hace que se termine barriendo debajo de la alfombra.