Giuseppe Garibaldi, héroe de dos mundos

Raúl Bula nos habla luego sobre Garibaldi y la Masonería. Nos dice que los masones siempre lucharon por la libertad, la justicia y el libre pensamiento. La Masonería se inició en Londres, en 1717, buscando el perfeccionamiento del hombre y de la sociedad, pensando que es posible una sociedad más pacífica, más justa, más humana.

Garibaldi profesaba el ideal republicano, de igualdad, libertad, unidad. Era un ciudadano del mundo. “Es deber de todo hombre libre luchar por la libertad en cualquier lugar donde haya tiranía”, decía, y su pensamiento tenía mucho en común con la Masonería. Fue iniciado en una Logia masónica en 1844, en Montevideo. Impulsó, en Italia, la relación de los masones con el Movimiento Obrero de la época. En 1876 recibió el título de Gran Maestro.
Garibaldi era anticlerical, no antirreligioso, era contrario a la institución eclesiástica. Impulsaba la separación de la Iglesia y el Estado, decía que el Estado debe ser laico.

Sus ideales y su acción constituyen un Patrimonio de la humanidad. El profesor Víctor Rodríguez Othegui nos relata sobre la actuación de Garibaldi en la Guerra Grande. No fue un mercenario, como dicen algunos. Se definía como un soldado de la libertad.
En 1837 Garibaldi llegó al Uruguay por razones comerciales y para contactar a algunos compatriotas. Escapó a la persecución de un buque brasileño. Frente a las Barrancas de San Gregorio se enfrenta a un buque de Oribe. En una lucha cuerpo a cuerpo, es herido en el cuello, la única herida recibida en estas tierras, según cuenta Setembrino Pereda. Fue hecho prisionero y torturado, por las fuerzas de Rosas.

Durante cuatro años participó en la Revolución Farroupilha, al frente de su flota de guerra contra la armada brasileña. No logró vencer a las fuerzas imperiales, pero difundió sus ideas de igualdad y de lucha por la libertad.

En 1843 fundó la Legión Italiana, con italianos de Montevideo, algunos pocos que venían del Brasil y los camisas rojas, de ambos continentes, inmigrantes y exiliados, que pelearon en la Defensa de Montevideo. En Salto participó en la batalla de San Antonio.

En 1847 fue su debut como legislador, en la Asamblea de Notables, pero en 1848 regresó a Italia.

Entabló amistad con Joaquín Suárez, una amistad que perduró a lo largo del tiempo. Suárez lo había nombrado Jefe de la marina y Comandante del ejército.
En 1860, cuando en Italia todos lo aclamaban como su Libertador, Suárez le escribe una carta en la que le expresa su gratitud por “lo que le debe la independencia del país”. A lo cual responde en su carta: “Entre sus valerosos conciudadanos yo he aprendido cómo se pelea al enemigo, cómo se sufre y sobre todo, cómo se resiste con constancia en la defensa de la causa de los pueblos a la prepotencia liberticida de los déspotas. Nada me debe su bella patria: yo hice débilmente mi deber de soldado de la libertad, y estoy ufano con mi título de Ciudadano de la República”.

CON BOLÍVAR Y MANUELITA SÁENZ

Myriam Tardugno nos cuenta sobre la conexión entre Garibaldi, Bolívar y Manuelita Sáenz, el amor de Bolívar. Manuelita Sáenz fue llamada La Libertadora del Libertador, porque salvó a Bolívar de ser asesinado. Durante años fue su sombra, su confidente, su amor.

Garibaldi la conoció cuando, después de haber regresado a Sudamérica, estaba en Perú con su barco mercante. Ella tenía 54 años, sufría una parálisis. Desde la muerte de Bolívar, su vida no tenía objetivo. Vivía muy pobremente, dedicaba a bordar, a vender tabaco y velas, hacía traducciones.
En la reunión que tuvieron con Garibaldi participó también Simón Rodríguez, octogenario, quien había sido el maestro y mentor de Bolívar. Pasaron todo el tiempo hablando de Bolívar (cuenta Alejandro Dumas). Expresó Garibaldi que había sido un día delicioso, con tan amable y cortés patrona, que lo hizo emocionar. Quedó muy impresionado por el relato de la gesta de Bolívar, cuyo espíritu estaba presente en sus cartas. Y después de ese encuentro estuvo más empeñado que nunca en expulsar de Italia a los invasores.

En 1853, desde Londres, le escribió una carta a Mazzini, donde le dice que hay que tener prioridad por la unificación más que por la república. A pesar de las distancias de tiempo y lugar, la reunión con Carmelita lo hizo sentirse compenetrado con las ideas de Bolívar.
Aclamado Libertador en Nápoles, no se envaneció. Aceptó dar la mitad del territorio al Rey. Rechazó honores y bienes. Lo mismo haría Bolívar.
Su fama llegó a los Estados Unidos. Abraham Lincoln le ofreció un cargo en la Guerra de Secesión, que rechazó. Fue invitado por otros gobiernos. Vivió modestamente sus últimos años. Nunca lucró personalmente con fondos públicos.

Fue Garibaldi un ejemplo de lucha por la unidad de los pueblos, solidaridad en la lucha por la libertad, humildad, desprendimiento, coraje y esperanza por un mundo mejor. Sus cualidades tienen una llamativa actualidad.

Para terminar. El presidente de la Asociación 20 de setiembre nos habla de los valores, del legado de Garibaldi.
Debemos tener Unidad como pueblo, para hacer frente a las dificultades que la vida nos presenta. Hay que dejar de lado las pasiones y crear la unidad moral del país. Sin olvidarnos del Unión con los países vecinos. Es deber de todo hombre libre luchar por la libertad, sin distinción de tiempo, ni de pueblo, porque la libertad es patrimonio de la humanidad.

Su profunda concepción republicana, antitiránica, de la libertad como esencia común. El compromiso con la suerte de los demás. El cosmopolitismo, la no existencia de fronteras para el ser humano para ir al encuentro de los otros, las víctimas del terrorismo, los explotados, las mujeres y los niños objeto de violencia.
La necesidad de dar absoluta prioridad a los más desheredados, de servir a los demás, en especial a los niños y los ancianos. Sus ideales democráticos, republicanos, su lucha por la libertad, por la unidad de los pueblos, por la sensibilidad social y por la paz, son hoy más vigentes que nunca.
La tía Nilda