Pelearla en las redes

El llamado al uso de la tecnología como herramienta para combatir la trata de personas pauta este año el mensaje con motivo del Día Mundial Contra la Trata, que se conmemora en esta jornada. De hecho el mensaje parte de la base de que la tecnología es “una herramienta que puede tanto permitir como impedir la trata de personas”, es decir, que –bien empleada– puede utilizarse en ambos sentidos. Hoy, no obstante, se ha convertido en un medio que permite a los traficantes de personas “reclutar, explotar y controlar a las víctimas; organizar su transporte y alojamiento; publicitar a las víctimas y llegar a clientes potenciales; proporcionar vías de comunicación entre los perpetradores; y ocultar ganancias criminales. Todo eso con mayor rapidez, rentabilidad y anonimato”, plantea la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc).

A comenzar por el principio. Como tantas veces se ha dicho, la trata de personas es un delito no tan sencillo de detectar, de hecho suele ocurrir que las mismas víctimas no toman consciencia sino hasta pasado bastante tiempo de que lo están siendo. Se han dado casos, incluso, de víctimas que se han manifestado en defensa de quienes les están sometiendo, por no comprender a cabalidad que las circunstancias en las que se encontraban no son dignas para una persona. Debido a ello, y a que la persona puede estar sometida a una situación de vulnerabilidad respecto a su tratante, es que se considera que el consentimiento de la víctima es irrelevante a efectos de este delito. Y si para la misma víctima es difícil a veces darse cuenta, qué no decir para el resto de las personas.

Se define a la trata como “la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación”, que incluirá, “como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos”. Hay quienes definen también a la trata como una forma moderna de esclavitud, por más que en muchos de estos vínculos haya por medio un pago de servicios y que en cierto punto se los pueda hacer ver como “acordados” entre ambas partes.
Según la oficina, en 2018 hubo alrededor de 50.000 víctimas de la trata de personas y 148 países denunciaron su existencia.

La mitad de las víctimas detectadas fueron objeto de trata con fines de explotación sexual, y el 38% fueron explotadas para realizar trabajos forzosos. Las mujeres siguen siendo las principales víctimas, representan el 46% de los casos, y otro 19% son niñas. La proporción de niños y niñas entre las víctimas de la trata detectadas se ha triplicado, mientras que la proporción de niños varones ha aumentado cinco veces en los últimos 15 años.
Con respecto al rol de la tecnología, lo que está planteando es un llamado a que las personas tengan un rol consciente para prevenir y combatir este tipo de delitos. “En la tecnología también radica una gran oportunidad. El éxito futuro en la erradicación de la trata de personas dependerá de cómo las fuerzas del orden, los sistemas de justicia penal y otros sectores implicados puedan aprovechar la tecnología en sus respuestas”, plantea el mensaje este año. Ello incluye, agrega, “ayudar en las investigaciones para arrojar luz sobre el modus operandi de las redes de trata; potenciar los procesamientos a través de pruebas digitales para aliviar la situación de las víctimas en los procesos penales; y brindar servicios de apoyo a los supervivientes”.

Como forma de participar en la campaña –denominada Corazón Azul– se invita, por ejemplo, a compartir y comentar los mensajes de las redes sociales en el Día Mundial, permanecer atentos a las amenazas en línea y reportar páginas o actividades sospechosas a las autoridades. Existe además un Fondo Fiduciario Voluntario de las Naciones Unidas para las Víctimas de la Trata, que brinda asistencia y protección en el terreno a las víctimas de la trata, al que se invita a aportar voluntariamente.
Por supuesto que también hay un apartado que se dirige a los Estados Miembro, en el que se los insta a “asegurar que lo que es ilegal y procesado fuera de línea también sea ilegal y procesado en línea”, así como a “ampliar su alerta en la lucha contra la trata en el ciberespacio, incluso proporcionando recursos para la aplicación de la ley y asegurando que se implementen políticas y regulaciones”. Del mismo modo se requiere el apoyo de las empresas tecnológicas para “garantizar que se implementen medidas y restricciones que impidan el uso de plataformas y herramientas tecnológicas en el tráfico de personas; utilizar el ingenio tecnológico para luchar contra la trata de personas e identificar proactivamente el material ilegal y dañino en línea y tomar medidas inmediatas y efectivas para eliminarlo”. La trata de personas es un delito mundial que comercia con personas y las explota. Personas de todos los géneros, edades y antecedentes pueden convertirse en víctimas, en todas las regiones del mundo y, por supuesto, también en Uruguay, a la vuelta de su casa.