Un reconocimiento a la cultura de tierra adentro

El pasado viernes 15 la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación declaró Patrimonio Cultural Inmaterial a la artesanía en cuero crudo, también conocida como guasquería. La declaración se realizó, según se argumentó, con el propósito de impulsar la sensibilización social sobre esta actividad.
La misma se dio a conocer en un acto encabezado por el ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, quien lo definió como “un acto de justicia”, en la Casa de la Cultura de la ciudad de Minas, en el departamento de Lavalleja, al que asistieron también la subsecretaria, Ana Ribeiro; el director de la Comisión de Patrimonio, William Rey; la directora del Departamento de Patrimonio Inmaterial, Leticia Cannella; el intendente de Lavalleja, Mario García, y varios exponentes locales de este oficio.

El ministro Da Silveira encuadró este gesto en una política impulsada desde la cartera “a fin de compensar postergaciones y olvidos en perjuicio del interior del país”. De hecho destacó que han sido muchas las declaratorias que este gobierno llevó adelante respecto a bienes materiales e inmateriales fuera de Montevideo. Uno de los ejemplos es la del Castillo Morató, en nuestro departamento. En este caso, justificó, se efectuó en Lavalleja porque es en el departamento que más trabaja este tipo de artesanía y dado que allí se dictan cursos para aprender el oficio.
Esta política, indicó el secretario de estado, apunta a “sostener esa transmisión generación a generación de estas viejas tradiciones que se remontan a la patria vieja y a los orígenes de la sociedad que somos”.

Rey, que en ocasión de la declaración del Castillo Morató reconociera que existía una deuda respecto al patrimonio rural, afirmó que el interior “es cuna fundamental de prácticas de enorme identidad para la cultura” y sumó que la guasquería es “una actividad ancestral que nació con el territorio y la ganadería en la región”. También destacó que se trata de “la primera declaratoria de un bien inmaterial que adquiere la condición de patrimonio nacional a partir de la práctica artesanal”.

Esta declaración se realiza además en consonancia con la Convención de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), que tiene el objetivo de reforzar el sentimiento identitario de los protagonistas de determinadas prácticas y sus comunidades.

Pero, ¿qué es el patrimonio cultural inmaterial para Unesco? Reiteradamente se ha dicho que el patrimonio cultural no se limita a monumentos y colecciones de objetos, sino que “comprende también tradiciones o expresiones vivas, heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes, como tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional”.

Si en riesgo está el patrimonio arquitectónico, avasallado sin piedad o sometido a intervenciones de dudosa pertinencia, por un pretendido “neomodernismo” envuelto en la bandera de la practicidad y la simplicidad, qué no decir de los usos, costumbres y oficios que nos han acompañado, algunos de ellos perdidos sin remedio y otros corriendo serio riesgo de desaparecer, muchas veces porque el mercado ofrece opciones más baratas y prácticas que aquello confeccionado a mano o con procedimientos artesanales.

Por supuesto, acá no se trata de reivindicar la creación de libros por parte de monjes que los escribían a mano en un convento en detrimento de la imprenta que permitió el acceso de millones y millones a la cultura. Acá se trata de que no se pierda la escritura.
“El patrimonio cultural inmaterial de una nación es un importante factor del mantenimiento de la diversidad cultural frente a la creciente globalización. La comprensión del patrimonio cultural inmaterial de diferentes comunidades contribuye al diálogo entre culturas y promueve el respeto hacia otros modos de vida”, y vaya que podemos relacionar a la guasquería con expresiones propias del modo de vida del campo uruguayo, de una forma de ver y entender el país. Una forma de ver y entender el país muchas veces ocultada, solapada, ignorada y hasta rechazada, pero que sigue en pie demostrando su vigencia, en el día a día de mucha gente que se levanta con el sol para cumplir sus tareas y que las abandona cuando el astro rey desaparece, en el más inmenso anonimato de la campaña y que muy rara vez se deja ver por la ciudad, en ocasiones de eventos como el Encuentro con el Patriarca, la Fiesta de la Patria Gaucha o los festejos de Paysandú ciudad.

En estos conocimientos y técnicas que conservan quienes mantienen vivos estos oficios, está representada una gran parte de la ciudadanía uruguaya, que sostiene una serie de valores culturales que han resguardado frente a los embates de la cada vez más omnipresente tecnología, una tecnología que no los difunde, que, por el contrario, opera como un ejército de sitio que cada vez va dejando menos espacios a expresiones que son, y siguen siendo, típicas de nuestra campaña.

Este patrimonio inmaterial –como otros declarados anteriormente– no dependen de que el Estado les tribute este reconocimiento, en todo caso esto forma parte de un intento por ir achicando la deuda histórica de la que hablaba Rey, con el interior del país, con su gente y su modo de vida. Que ayude a que el Uruguay urbano asuma que también hay cultura en el otro extremo de las rutas.