Aventuras en italia 3: Rapallo

Esta vez no puedo registrar todos los detalles, como siempre me gustó hacer, porque son demasiadas cosas para registrar y contar, tengo que seleccionar. Susana me ha preguntado si no me parece mentira estar aquí. Y le respondí que sí, que nunca había pensado en tener la suerte de disfrutar de estas increíbles bellezas y en encontrar la gente que encontré. “Me bastó hablar con ustedes –nos dijo la profe Francesca, al grupo de 16, intermedio– para comprender que son hermosas personas”. Hemos iniciado una bellísima amistad.

Viernes de tardecita, venerdi sera como se dice aquí, Marcela nos invitó, a Deycy y a mí, a caminar y resultó que acabamos marchando rumbo a Rapallo, que, según el cartel, está a tres quilómetros, (supongo que en línea recta). En realidad, la distancia es mucho mayor, por las curvas del camino. Un camino largo, largo, interminable, en subida y con algunas bajadas, sinuoso. Pero un camino muy bien construido, con una vereda angosta, hay que ir una detrás de otra, siempre o casi con rejas, barandas, porque vamos alto. A la derecha, siempre el mar, las playas, los barcos a vela y otros que transportan turistas, yates particulares, embarcaciones de todo tipo. Son muchas. Las motos y los autos van y vienen. Pasamos por un castillo medieval, no se podía entrar, vimos el gigantesco muro, la entrada, la vegetación que lo rodea, la edificación a lo lejos.(Debo decir que en esta región, como en toda Italia, creo, abundan los castillos, así como las iglesias, recuerdos de tiempos medievales).

Me pregunto cómo habrán hecho para construir a esas alturas, sin grúas, sin tecnología adecuada. Ahora sí reconozco, que los italianos eran, y son, unos genios en todo sentido. Razón tienen en estar orgullosos de sus tradiciones, de su saber, de su pasado, de su arte y en fin, de su cultura. Por algo el Renacimiento comenzó en Italia. Por algo fue Colón, un genovés, quien “descubrió” América. (Dejando de lado las controversias que de nada sirven). Muy emocionante el pensamiento de que nuestros antepasados salieron de allí, desde muy cerca de este lugar, y partieron hacia América.

Caminamos y caminamos, llegamos a una iglesia, donde había gente preparándose para un matrimonio. Dos vehículos llenos con flores blancas, para adornar la iglesia. Y gente hablando y esperando afuera.

Seguimos viaje y llegamos al centro de la ciudad, lleno de turistas, con restoranes que se despliegan en la calle. Las calles son anchas en algunas partes, peatonales, verdaderas plazas donde la gente se reúne a tomar café, a beber vino, cerveza u otras bebidas, y a comer, sobre todo, pizzas, focaccias pero también una amplia variedad de “cibo”. Pero abundan las calles angostas, donde las paredes hacen sombra, y los edificios casi se juntan en la altura. Hay pocos árboles, salvo los olivos en las veredas angostas. Una conjunción de antiguo (edificios) y moderno (wifi, tecnología actual), diría inteligencia artificial en acción.

Nos detuvimos en un restorán, colmado de gente, como todos, la mayoría extranjeros que hablan inglés.

No encontrábamos ningún bus para regresar, tampoco sabíamos el horario. Nos detuvimos a esperar en una parada, pero alguien nos dijo que faltaba una hora para el bus, así que resolvimos regresar caminando, cansadas, “meta pata” hacía rato que caminábamos, cuando Marcela vio un bus parado, y gente que bajaba, nos llamó, corrimos y logramos alcanzarlo, y en 5 minutos llegamos a Santa, ¡sin pagar nada! Nos habían dicho que sacar el boleto dentro del bus era más caro…

Llegamos a conversar de distintos temas, hasta que las dejé charlando y traté de dormir.

Copio un texto que leí en el FB, que me viene muy bien en estos momentos:
“Has superado tantas cosas que te daban miedo. Pero justamente por eso, cuando encuentres otras dificultades, no te desanimes. Lo lograste ayer. Lo lograrás hoy”.

La tía Nilda