Cazabobos

El ministro de Transporte y Obras Públicas, José Luis Falero, participó esta semana en el acto de apertura de la XV Semana Nacional de la Seguridad Vial y en ese contexto realizó algunos anuncios referidos con la mejora en la seguridad vial, o con la intención de mejorar las terroríficas estadísticas que tiene el país en accidentalidad. Dejando de lado la tentación de un chiste tonto por la proximidad de fechas entre esta Semana de la Seguridad Vial y la celebración de Halloween, cabe repasar algunos de estos anuncios, de los cuales uno tiene que ver con el lema elegido para esta nueva edición: #PuntosParaLaVida, que alude al largamente pretendido “permiso nacional de conducir por puntos”, que implica que, a medida que el conductor va cometiendo infracciones se le restan puntos hasta llegar a cero, cuando pierde vigencia y para recuperarlo el conductor debe volver a rendir examen. Una medida que ha dado sus resultados en otras latitudes.

Falero también hizo énfasis en el mantenimiento y mejora de la infraestructura vial. “Manifestamos temas que nos preocuparon y nos ocupamos de empezar a tomar acciones que nos ayuden a mitigar la problemática de siniestros de tránsito”, dijo al respecto. “La extensión de la red vial nacional, la construcción de terceras vías, el refuerzo y la construcción de nuevos puentes adaptados a los tipos de carga y al volumen de vehículos que circulan por ruta, nuevas rotondas, intercambiadores e instalación de 100 radares”, destaca la publicación en la página del MTOP. Sí. Se vienen nuevos radares en las rutas, y aunque no gusten son necesarios. Son necesarios porque son efectivos, y no gustan justamente, por la misma razón.

El ministro dijo que los radares no van a estar ocultos sino al contrario, van a estar bien señalizados “porque la intención no es sancionar sino advertir sobre las dificultades existentes. No es lo que uno desea, pero es una herramienta más que tenemos que tener para que también cambie la conducta de los conductores”. Y al parecer es la única efectiva, y hasta por ahí nomás, habida cuenta de la cantidad de multas que se aplican. Los números sorprenden, tal como se manifestaba desde la Intendencia en la nota publicada por EL TELEGRAFO respecto a los números de infracciones sancionadas en setiembre, es que fueron 7.635.

Claro, cuando se detalla que el 85% de ellas provinieron de los tres puestos de ruta 3 la lectura es diferente. Y hay que considerar también que era recién el primer mes de aplicación y no muchos conductores estaban alertados de la existencia del radar. También cabe agregar –y esto relativiza un poco las expresiones de Falero–, que particularmente el que está al sur de termas de Guaviyú se encuentra saliendo de una curva, donde lógicamente las preocupaciones de quien viene conduciendo un vehículo se multiplican y quizás no sea tan visible el cartel que anuncia un radar. Una solución para evitar que los conductores lleguen desprevenidos sería colocar algún anuncio más, y más visible, un poco antes de la curva.

Tanto se ha hablado de priorizar la educación pos sobre la sanción como posible respuesta a los problemas del tránsito, problemas que a la vez se han ido complejizando por una situación que es real e incontrastable, cada vez hay más vehículos en las calles y en las rutas, a la par cada vez hay (por una tendencia de la industria) vehículos más grandes, más potentes y capaces de desarrollar mayor velocidad en distancias menores. Incluso son más rápidos los vehículos que antes en las rutas eran relativamente fáciles de rebasar, como los ómnibus o los camiones, hoy en día capaces de desarrollar velocidades superiores a las máximas permitidas (por más que tengan controles para evitar que lo hagan, ello ocurre).

Frente a todo esto la sanción y los controles se están haciendo cada vez mayores, y está justificado que así ocurra, no por lo que recaudan las arcas públicas, está justificado porque las tasas de accidentes y de muertes en el tránsito siguen creciendo.
Pero veamos un poco qué está pasando en el mundo con todo esto. Qué se está haciendo en países desarrollados, donde la cantidad de personas y de vehículos es mayor, e incluso tienen otras dificultades asociadas, como el clima adverso durante gran parte del año. Hablemos en concreto de Suecia, el mejor ejemplo a nivel europeo en cuanto a estadísticas de seguridad en el tránsito, a menudo llamada “el paraíso de la seguridad vial”. ¿Cuál es la política allí? Tenemos el mito de que la cultura nórdica suele ser respetuosa de las normas, por lo que de buenas a primeras se puede suponer que, cuando menos, no deberían tener tanto peso las sanciones. Pues es todo lo contrario. El esquema allí se basa en una persecución muy fuerte al infractor. En Suecia fallecieron en 2019 unas 22 personas por millón en siniestros de tráfico, mientras que el promedio de la Unión Europea ronda los 51 fallecidos por año. Las sanciones suecas son muy severas. Por mencionar un ejemplo, la pena por manejar a 50 km/h en una zona residencial (de 30 km/h de máxima) implica la quita de la libreta. Nada de progresividad ni medias tintas.

En Suecia también es delito circular con una tasa de 0,2 g/l en sangre, pero allí la sanción no solo conlleva una multa económica fija, hay una “variable” en base a los ingresos fiscales del contribuyente. Si se detecta un nivel de 1 g/l de alcohol en sangre, será imposible librarse de la pena de cárcel. También hay sanción para quien en su casa, a sabiendas de que alguien debe conducir, le ofreció alcohol.

Está bien, no es de los que tiene más radares. Ese privilegio lo tiene Italia, con 22 cada mil kilómetros, mientras que en las carreteras suecas hay unos 4 por cada mil kilómetros. España tiene el número más bajo, 3 cada mil kilómetros de carreteras. Se puede argumentar para contrastar estos datos que no es comparable la situación europea con la de Sudamérica. Pero es que tampoco es que haga falta poner un radar en la ruta 90, donde en la mayoría de los tramos la velocidad se autorregula por el pésimo estado de la carretera. Veamos a España, tal vez lo más parecido que podemos encontrar culturalmente a América Latina.

Allí no solamente hay radares fijos, el organismo de control, la Dirección General de Tránsito DGT incorporó radares móviles, que son capaces de detectar los excesos de velocidad montados en un auto en circulación. Y ese auto no lleva ningún tipo de distintivo ni señalización que diga que lleva un radar, simplemente si constata la infracción dispara la foto y se sanciona. Eso tal vez no demore en llegar a estas latitudes. ¿Y se justifica? Por supuesto que se justifica. Nada debería estar por encima del derecho a la vida y combatir las imprudencias –el exceso de velocidad la más extendida– es defender la vida de las personas.

Pero en fin, más allá de todas las consideraciones “atenuantes”, el dato frío es que –con radar, señalización y todo– en un mes 7.635 personas cometieron al menos una infracción de exceso de velocidad.