El método de la locura argentina

(Por Horacio R. Brum)

“Hay un método en esa locura”, dice un personaje de Hamlet, la obra de William Shakespeare en la cual el príncipe de ese nombre aparenta estar loco, para dejar al descubierto la corrupción y el crimen en la corte de Dinamarca. La frase es apropiada para la realidad de Argentina, un país cuya realidad puede parecer cosa de locos para el observador desapercibido. ¿En qué otra parte del mundo, mientras acecha la crisis económica, social y política, el Ministerio de Economía interviene para asegurar el suministro de figuritas del álbum Quatar 2023? ¿Dónde más, ese asunto se convierte en un problema nacional, y miles de personas restan horas a sus ocupaciones productivas, para hacer largas colas en los lugares donde se venden los cromos?
Hay un método en la locura por las figuritas, porque no son solamente aquellos padres o abuelos que quieren calmar a sus niños quienes pasan horas en las filas; ya se ha formado un mercado negro, donde los sobres son ofrecidos a tres y cuatro veces el precio original, y el álbum con todas las láminas a unos 350 dólares. Los quiosqueros que reclamaron la intervención del gobierno y, en otro ritual argentino, realizaron una marcha hasta la empresa impresora, también están sacando algún partido de la situación; hay lugares donde solamente se venden los sobres a los clientes que compran otros productos. En cuanto a la supuesta escasez, ella es en buena parte la consecuencia de la locura oficial por controlar hasta el último dólar que circula en el país. La impresora local no da abasto, pero es prácticamente imposible traer partidas de figuritas desde el exterior -como se hace en casi toda la región, ya que las mayores plantas se encuentran en Brasil y México-, debido a que están clasificadas como juguetes en el inventario aduanero y tributario.

Alrededor de 5.000 productos, desde alimentos enlatados y chicles, hasta ropa y calzado, incluidos los juguetes, necesitan una licencia especial del Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones impuesto en 2018 con el fin de restringir la salida de dólares al exterior. Conseguir esa licencia implica un trámite de por lo menos dos meses.
“Estamos desesperados por dólares”, confesó recientemente José Ignacio de Mendiguren, secretario de Desarrollo Productivo. Otra locura con método, porque la causa principal del drenaje de las reservas del Banco Central son los enormes subsidios que mantienen artificialmente bajos los precios de la energía, en tanto que a estas alturas de 2022 ya se han gastado 6.600 millones de dólares en la importación de combustibles, principalmente gas y gasoil. Esa importación disimula el hecho de que las grandes reservas nacionales de petróleo y gas no son explotadas en plenitud, por la ineficiencia en el manejo de los yacimientos y los conflictos gremiales que se han hecho costumbre. A fines de agosto, el gobierno reiteró el anuncio de que el gasoducto entre el megayacimiento de Vaca Muerta y Buenos Aires estará listo en junio de 2023; hace una semana, el sindicato de los metalúrgicos paralizó la planta que fabrica los caños, en protesta por la no renovación de los contratos de 13 trabajadores temporales. Por imposición de Cristina Fernández de Kirchner, los tubos deben fabricarse en Argentina y la empresa no puede traerlos desde su filial brasileña, donde son más baratos.

Los excesos del sindicalismo son otro método detrás de la locura, porque mantienen a todos los gobiernos argentinos de rehenes de unas organizaciones cuasimafiosas, con tentáculos en todos los ámbitos de la vida nacional. Las mutualistas sindicales, por ejemplo, recibirán del fisco hasta fin de año 105 millones de dólares, debido a que la Confederación General del Trabajo (CGT) intimó al gobierno a evitar la quiebra de algunas de las más de 200 existentes. Esos fondos son administrados con poca transparencia y hay verdaderas dinastías sindicales, como los Moyano: Hugo Moyano es secretario general del gremio de los camioneros desde 1987; su hijo Pablo es secretario adjunto y decide las medidas que pueden paralizar el país; Hugo hijo es abogado del sindicato y Karina es la secretaria de Género. Facundo, el otro hijo de Hugo, que, como su padre, fue diputado, dirige el sindicato de los trabajadores de los peajes y Liliana Zulet, la esposa del patriarca, es dueña de la empresa que opera la obra social de los camioneros. Además, el padre de esta señora está al frente de un lujoso hotel de Mar del Plata, exclusivo para los afiliados al sindicato.

Un paro en la industria de los neumáticos, cuyo sindicato exigía aumentos de hasta 300%, que complicó la fabricación de autos; 6.000 contenedores con importaciones esenciales varados en el puerto, a causa de una disputa entre el sindicato de los estibadores y el de los Moyano; la toma de varios colegios de la ciudad, por reclamos que incluían mejores sándwiches; huelgas de los maestros, en apoyo a los escolares en toma; varios cortes de la avenida 9 de Julio, parte de los 120 piquetes que se producen mensualmente y que se cree que superarán los 11.000 en todo el país este año (la situación es tan “normal”, que hasta existe un pronóstico de piquetes en internet: alertastransito.com/p/pronosticodepiquetes); dos días de paralización en los aeropuertos de Ezeiza y Aeroparque, porque el mayor sindicato de los empleados públicos pretende que sean pasados a la planta permanente 30.000 trabajadores a contrata; vecinos que bloqueaban calles, por motivos tan variados como la tala de algún árbol del ornato público o una interrupción momentánea del suministro eléctrico, a los que se agregaban los adoradores de la vicepresidenta, reunidos con frecuencia en la esquina de su apartamento del Barrio Norte. Esas fueron las rutinas de la vida diaria que este corresponsal compartió -o sufrió- durante su reciente visita a Buenos Aires, con los millones de argentinos que soportan la locura creada por sindicalistas, piqueteros, políticos y tantos otros cuyo único método parece ser el de defender los propios intereses, sin pensar en el país.
Y si de eso se trata, los dirigentes de la oposición están embarcados en una guerra de egos, que dificulta el surgimiento de líderes que puedan disputar al peronismo-kirchnerismo el poder en las elecciones presidenciales de 2023. Por otra parte, el gobierno y los gobernadores provinciales consideran la posibilidad de suspender las elecciones PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), en un nuevo cambio de las reglas de juego de los que se dan a diario, ya sea en la economía o en la política. Las PASO fueron inventadas por el gobierno de Cristina Fernández en 2009, supuestamente para democratizar la elección de candidatos, pero en realidad son un barómetro de las posibilidades para la elección presidencial. Como es probable que esta vez el barómetro vaya a la baja para el kirchnerismo, el método de la locura sería suspender las primarias.

El quiosco de la esquina de las calles Arenales y Uruguay, frente a la embajada uruguaya y a una cuadra del edificio donde reside la vicepresidenta, no tiene figuritas. Le falta el consabido cartel de “No hay figuritas”, pero sobre la pared de Uruguay, hay dos pegatinas: una con la efigie de la virgen de Luján, patrona de Argentina, y otra con la imagen de Cristina Fernández; la de la virgen dice “Queremos patria para todos” y en la otra el lema es “Todos con Cristina”. Dos visiones ciudadanas opuestas, sobre quién tiene el método para sacar al país de la locura.