Las exportaciones en un mundo de incertidumbre

Cuando el mundo todavía se mueve en arenas movedizas tras la pandemia, período en que la actividad decayó sustancialmente debido a las medidas restrictivas que inmovilizaron temporalmente a centenares de millones de personas, y nos ha caído encima la formidable distorsión que ha traído aparejada la invasión rusa a Ucrania, más que nunca la apuesta de un país como el nuestro, agrodependiente, debe estar orientada a generar recursos por nuestras exportaciones, como el ABC de la economía primaria.
Por supuesto, no es ningún descubrimiento, desde que en realidad estamos siguiendo lo que ha sido históricamente el pilar de la economía, como fuente de riqueza que tiene un efecto multiplicador sobre el tramado socioeconómico, aunque naturalmente, la realidad indica que este esquema no ha sido aprovechado en todo su potencial y que hay déficit estructurales que nos pasan factura una y otra vez.
Lo que sí es cierto es que desde siempre, por nuestro tamaño y población, tenemos un mercado interno que se satura fácilmente, y que por ende la riqueza que surge de nuestro agro y la venta de servicios ya en un esquema más contemporáneo, tiene sus miras puestas en incorporar recursos mediante la llegada de divisas que se reciclan en nuestra economía.
Lamentablemente, nuestras exportaciones se han mantenido por lo general dentro de una primarización que limita sustancialmente el “derrame” de riqueza hacia los demás sectores, por cuanto el empleo de mano de obra y el valor agregado a las materias primas no ha llegado ni por asomo al nivel que deberíamos tener para que el trabajo quede dentro de fronteras, y en esta área han fracasado gobiernos de todos los partidos, porque no ha habido acuerdos para políticas de Estado que permitieran generar las condiciones que se necesitan para que se estimule el valor agregado, en lugar de exportar materia prima para que otros países las procesen y nos vendan productos terminados a mucho mayor valor. La realidad del sector exportador se resume desde un tiempo a esta parte, digamos por lo menos desde hace dos décadas, por señalar un plazo estimativo, en el hecho de que el Uruguay es caro para producir, salvo en aquellos rubros en que tiene ventajas comparativas, como ocurre con muchos de los renglones del agro, y ello conspira contra la dotación de valor agregado a que nos referíamos. El punto es que el mundo pos pandemia ha exacerbado los desafíos hacia lo interno y lo externo, aspectos estos a los que hace referencia en entrevista en el semanario Búsqueda el nuevo presidente de la Unión de Exportadores del Uruguay (UEU), Facundo Márquez, quien accedió al cargo en su carácter de emprendedor del Interior, una PYME en un rubro no tradicional y relativamente nuevo –la producción y exportación de carne de esturión y caviar– y que en buena medida contrasta con la visión de que la UEU representa solo a las grandes empresas.
Al señalar que efectivamente las exportaciones crecieron un 35 por ciento hasta agosto en relación con 2021, dijo que “uno ve las exportaciones récord y para otros no tanto. Pero también vemos por adelantado luces amarillas. Para la gente los exportadores están volando, esa es la foto, pero en la película el exportador ve un mundo que lucha contra la inflación, a Estados Unidos discutiendo si recesión sí o no. Eso afecta las decisiones a futuro, la fortaleza del dólar, la disminución de los precios de los commodities. Europa está pasando por un problema de inflación, energético, de costos, y China lo mismo, con problemas todavía por la COVID. Estamos en un mundo de incertidumbre”. Estos elementos mencionados por el empresario son solo algunos de los factores en danza, y que agregan la cuota adicional de riesgo en un mundo convulsionado y que no termina de pararse a partir de los sucesos que lo han conmocionado y dado por tierra con previsiones que en muchos casos se habían ponderado cuidadosamente para un escenario que desapareció en un abrir y cerrar de ojos.
Pero, más allá de toda duda, existen elementos que a primera vista aparecen como muy positivos en este sector, como es el caso de que “los números macro están creciendo muy fuerte y es innegable que va a ser récord histórico este año. Ahora la exportación del país la componen 1.800 empresas, a algunos rubros les está yendo muy bien, muchos sectores del país se han visto beneficiados por los precios de los commodities, pero otros no, y seguimos en la pelea de la competitividad del país. Por eso el tema de la diversificación es vital, recontra importante dentro de la región pero sobre todo fuera de la región”.
A juicio del presidente de la UEU, “una de las formas para defendernos de estas incertidumbres es teniendo más mercados, más productos con diferenciación. Precisamos que se avance en los acuerdos que otros tienen y en los que Uruguay viene rezagado”. Claro, asiste razón al presidente de la Unión de Exportadores, pero sin dudas también hay que tener presente que los mercados no se conquistan así como así, y el factor clave es la competitividad, que se logra en gran medida por abatir los costos de producción y logística, pero también a través de tratar de ingresar en condiciones preferenciales desde el punto de vista arancelario, como hacen otros países y bloques. Entre otros aspectos vinculados con la problemática, considera Márquez que la lucha contra la inflación local, fogoneada por el proceso inflacionario mundial, es uno de los aspectos centrales del gobierno por todo lo que implica, pero a la vez “si no somos competitivos, no hay Tratado de Libre Comercio (TLC) que solucione nuestros problemas. Tenemos una cantidad de problemas de competitividad para resolver en paralelo”.
Dijo entender que el principal problema para el gobierno es la inflación, “pero lo que como exportadores no queremos, y la experiencia histórica lo ha demostrado, es que se use el tipo de cambio como herramienta para combatir la inflación, porque a la larga es complicado”. La mención de Facundo Márquez no es antojadiza, sino que se trata de un recurso utilizado en todos los gobiernos para evitar que los precios se desmadren, habida cuenta de la concepción dolarista de la población y los agentes económicos en nuestro país, con el resultado de que a lo largo de todos estos años el Uruguay ha tenido una inflación muy significativa en dólares, y estos costos traducidos a los precios nos hacen caros en los mercados, por lo que como es sabido, el tipo de cambio es un arma de doble filo que cortada para ambos lados. Es decir, que además de la firma de tratados preferenciales, para ser competitivos en los mercados internacionales es preciso abatir los costos internos, y ello tiene que ver con abaratar la energía, la logística, –también la mano de obra en dólares, a través por ejemplo de una mayor productividad–, los impuestos y cargas sociales y lamentablemente, esta es una agenda que ha estado sobre la mesa desde hace muchos años, sin que nadie le haya puesto el cascabel al gato. Ello se debe a que hay problemas estructurales crónicos, que no se resuelven de un día para el otro, que requieren políticas de mediano y largo plazo, mediante acuerdo de todos los partidos, compartiendo los costos políticos de medidas impopulares como el abatimiento del gasto público para pesar menos sobre los sectores reales de la economía. Pero los cortoplacismos, las prioridades ideológicas, los compromisos electorales, las visiones demagógicas, nos han dejado un legado muy comprometido, y lo que se hace por los gobiernos es tratar de mantener girando la rueda, con retoques e improvisaciones que están lejos de ser la respuesta que se necesita.