Las mujeres iraníes y el feminismo “de pacotilla”

De acuerdo con la organización Amnistía Internacional (AI) millones de mujeres y niñas de Irán están sometidas a un estricto control sobre su cuerpo que es ejercido por el propio Estado iraní. Según AI, “de conformidad con las leyes sobre uso obligatorio del velo, las mujeres y las niñas –incluidas las de tan sólo siete años–, están obligadas, contra su voluntad, a cubrirse el pelo con un velo. Las que no lo hacen, son consideradas delincuentes por el Estado. La policía “moral” iraní vigila a toda la población femenina: 40 millones, entre mujeres y niñas. Los agentes conducen por toda la ciudad, y tienen facultades para dar el alto a cualquier mujer y examinar su vestimenta, estudiando detenidamente cuántos mechones de cabello tiene a la vista, la longitud de sus pantalones y su abrigo y la cantidad de maquillaje que lleva. El castigo por dejarse ver sin velo en público puede ser de detención, pena de prisión, multa o latigazos. Todo eso por el “delito” de ejercer su derecho a llevar puesto lo que quieran”.

Esta conducta inaceptable de las autoridades iraníes tuvo un reciente episodio que ha desencadenado inéditas y arriesgadas protestas públicas por parte de las mujeres de ese país. Como ha señalado el servicio francés de noticias France 24, “El asesinato el pasado 16 de setiembre de Mahsa Amini por la Policía de la Moral por no llevar ‘correctamente’ puesto el velo, ha desatado una fuerte ola de protestas que ha sacudido a Irán en el último mes. Las mujeres han liderado este movimiento contra las estrictas leyes que atentan a sus derechos más básicos. Una situación que no siempre fue así, pero que lleva dándose desde el año 1979, el año en que triunfó la Revolución Islámica e Irán se convirtió en una teocracia. (…) El ascenso del ayatolá Jomeini en 1979 terminó con la mayoría de los derechos de las mujeres. Desde este momento, la realidad del país cambió por completo. Irán se convirtió en una república islámica sin precedentes en el siglo XX en Medio Oriente. La religión pasó a ser parte central del Estado y las mujeres perdieron muchos de los derechos de los que gozaban. Ellas pasaron a depender completamente de sus familiares, primero de sus padres o hermanos y después de sus maridos, perdieron el derecho al divorcio, se vieron sometidas a matrimonios forzados en algunas ocasiones y obligadas a llevar siempre el hiyab (pañuelo que cubre la cabeza) en espacios públicos o a pedir permiso a los hombres para poder estudiar o viajar”.

La muerte de Mahsa Amini ha desatado protestas en todo Irán cuyas protagonistas son las mujeres que no soportan un régimen teocrático que las reduce a “cosas”, vulnerando sus derechos humanos más elementales, incluyendo su dignidad, su libertad y el resto integral a la personalidad humana. De acuerdo con el servicio británico de noticias BBC “A un mes de su inicio, las protestas contra el gobierno religioso se han extendido como nunca antes entre la nueva generación de mujeres y niñas de Irán, cuyos padres y abuelos intentaron sin éxito cambiar el sistema desde adentro”. En Irán la represión de las mujeres está en manos del propio Estado y como ha informado BBC, “Irán ha tenido varias formas de ‘policía de la moral’ desde la Revolución Islámica de 1979, pero Gasht-e Ershad es actualmente la principal agencia encargada de hacer cumplir el código de conducta islámico en público. Tienen a cargo detener a las personas –principalmente mujeres– que violan el código de vestimenta conservador para ‘promover la virtud y prevenir el vicio’. Su atención se centra principalmente en garantizar la observancia del hiyab, el velo que cubre el cabello, y desaconsejar el uso de cosméticos”.

Mal que nos pese, la situación de las mujeres de Irán está sepultada en nuestro país bajo un silencio que no admite ninguna excusa: el de las organizaciones feministas de la izquierda política –pro iraní, pro palestina y anti israelí, por naturaleza–, que además en Uruguay se autoerige como aglutinante de los movimientos feministas. Con una gran capacidad de movilización y visibilidad en los medios cuando llega el Día de la Mujer o se producen los lamentables femicidios en diversos departamentos –de los que nada tiene que ver el Gobierno, por cierto–, las feministas uruguayas muestran una particular inacción en relación con el sufrimiento de las mujeres iraníes, situación que se extiende a gran parte del feminismo occidental. ¿Por qué se produce una diferencia de criterios tan notoria? ¿Tal vez consideren que la vida de una mujer iraní es menos valiosa que la de una mujer occidental? ¿O se trata de no molestar a las autoridades iraníes, tal como lo hace el Frente Amplio en el terreno político? Tal vez se trata de la misma estrategia que aplicó el actual gobierno izquierdista de Colombia, tal como lo consigna una publicación de la Agencia de Noticias de la República Islámica (IRNA), destacando que la embajadora de Bolivia en Irán manifestó que “Nuestro gobierno condena los recientes disturbios en Irán, perpetrados por los sionistas británicos y estadounidenses, y estamos seguros de que todos los problemas se resolverán con la solidaridad, el conocimiento y la comprensión del querido líder de Irán”. Asimismo, señaló que “somos un país hermano con Irán y tenemos ideas antiimperialistas y que hemos mantenido unidos contra imperialismo” (…) “En nombre de mi gobierno les envío mi saludo revolucionario a todos iraníes”. En el Parlamento de Argentina, por su parte, los legisladores kirchneristas se negaron a votar un proyecto de repudio a la violencia contra las mujeres en Irán que fuera presentado por la diputada radical Karina Banfi.

Ante esta inacción de las autoproclamadas feministas de nuestro país, lamentablemente mantienen vigencia los conceptos expresados en esta página editorial el 9 de junio de 2019 ante otros episodios y la posición asumida por estas supuestas “defensoras” de las mujeres: “este movimiento feminista ‘de pacotilla’ (aquel que sólo busca aparecer en los medios para luego poder abrir una lista para las elecciones y en definitiva terminar logrando o renovando un cargo público) también se mantiene en cómplice y llamativo silencio. Lejos de la estridencia que caracteriza sus ataques a la Iglesia del Cordón en la ciudad de Montevideo, la exhibición de sus partes íntimas o la agresividad de cánticos que excluyen a los hombres (‘Baila, que baila baila / Baila de corazón / Sin los machitos vamo’a vivir mejor’), el feminismo ‘de pacotilla’ tampoco se ha manifestado sobre el ataque sufrido por estas mujeres. Por ellas no se organizaron marchas, ni se emitieron declaraciones, ni se pintaron pancartas. Lejos del verdadero feminismo que lucha por una causa tan justa y digna de todo respaldo como es la prevención y cese de cualquier tipo de discriminación por el hecho de ser mujer y la necesaria equiparación en materia laboral y salarial con los hombres, las cultoras de este tipo feminismo no aportan nada sustancial a la lucha por una igualdad absolutamente necesaria”.