Los platitos chinos de siempre

Contrariamente a lo que ocurre globalmente, en que se registra un fortalecimiento del dólar en base fundamentalmente a las medidas adoptadas por la Reserva Federal de Estados Unidos, en Uruguay el valor de la divisa norteamericana se ha estancado y hasta retrocedido, a partir de una serie de factores que incluyen medidas del Banco Central para alentar la permanencia de los operadores en pesos, con tasas de interés atractivas, pero con repercusión interna significativa a la hora de la competitividad y el retorno en moneda nacional a los exportadores.
No es un tema nuevo ni mucho menos una exclusividad de este gobierno, menos aún si tenemos en cuenta que cuando asumió la administración del presidente Luis Lacalle Pou ya había un atraso cambiario significativo, un déficit fiscal del orden del 5 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI), una desaceleración muy marcada de la economía, creciente desempleo y estancamiento del proceso de mejora del salario real, síntomas claro del persistente desequilibrio.

La tormenta perfecta se dio empero con el advenimiento de la pandemia de COVID-19, su repercusión mundial y local y posteriormente, en proceso que todavía se prolonga con sus lamentables consecuencias, la invasión de Rusia a Ucrania y por ende la distorsión de precios en la economía mundial.
Ergo, aquel escenario que nos pintaba el exministro de Economía y Finanzas del gobierno de la coalición de izquierdas, Ec. Mario Bergara, de la necesidad de medidas para mantener girando los “platitos chinos” de la economía, por la interrelación entre dólar, inflación y dinámica de la economía en sus distintas áreas, sigue plenamente vigente, porque es una realidad que no se puede soslayar, y el gobierno que la ignore está condenado a incorporar distorsiones que luego resultarán muy difíciles de corregir, salvo medidas traumáticas que impactan directamente en la trama socioeconómica.

Es que el dólar, en forma recurrente por todos los gobiernos, con matices y de acuerdo al escenario económico, se utiliza como ancla para mantener controlada la inflación, por cuanto los bienes y servicios se cotizan en dólares, y cuando esto se traduce a los precios internos, de alguna forma se asegura que se mantiene más o menos controlada la inflación, sobre todo porque las expectativas de los operadores de nuestro país se centran profundamente y casi exclusivamente en el valor del dólar, lo que permea al ciudadano común. El punto es que este funcionamiento, quiérase o no, por factores sicológicos e intereses de los operadores, funciona casi en una sola dirección: mientras se mantiene bajo hay una relativa calma y precios más o menos controlados, pero en cuanto se mueve al alza, automáticamente se disparan los mecanismos de autoprotección y por ende se desata un inmediato reajuste que supera incluso el salto que se registre en la divisa, para “cubrirse” por las dudas y así se genera una reacción en cadena que impacta directamente en la inflación y el reordenamiento de los demás parámetros de la economía, porque cuando baja al dólar ya los precios no retroceden.

En un reciente artículo publicado en el semanario Búsqueda, se da cuenta del escenario actual de nuestra economía, en la que a contramano del mundo, en los últimos meses el dólar ha perdido valor, y los empresarios –léase exportadores fundamentalmente– ya han expresado a viva voz su reclamo por esta situación, por cuanto siguen perdiendo competitividad y de acuerdo al ramo de actividad, en algunos casos ya les resulta imposible competir con otros productores, particularmente cuando se trata de mercaderías con algún valor agregado, por cuanto debido a este mecanismo perverso, los salarios en nuestro país son altos en la comparativa mundial en dólares y este costo debe añadirse al valor de lo que vendemos al exterior.

En el caso de las materias primas, de los commodities, el alza en su cotización internacional compensa en alguna medida este desfasaje, pero a la vez crecen los precios de los insumos para el valor de la hectárea sembrada y cosechada, y además en la comparativa los costos internos en moneda nacional son caros traducidos a dólares, por baja cotización de la divisa.
Sobre este tema refiere Búsqueda que “la caída del dólar provoca inusuales críticas del empresariado al gobierno”, y que “la buena sintonía entre el sector empresarial y el gobierno está encontrando en la evolución de la cotización del dólar un punto de contrariedad”, por la necesidad de controlar la inflación. En los últimos días el tipo de cambio bajó casi sin pausa y se mantuvo por debajo de los $ 40 en el circuito interbancario, niveles en los que no estaba desde junio. El precio del dólar retrocedió 3,6% en lo que va del mes y lo hizo el 12,4 por ciento en todo el año, analiza.

La Federación Rural se sumó la semana anterior a las voces críticas a la política monetaria contractiva que lleva adelante el Banco Central (BCU), orientada a contener la inflación mediante aumentos en la tasa en pesos. Esa gremial de productores “ve con honda preocupación” la baja del tipo de cambio, en el entendido de que la inflación en dólares que se está generando desde hace algún tiempo ha sido más o menos sobrellavada gracias a los buenos precios internacionales, que ahora no son tan buenos como hace unos meses.
En buen romance, la cosa podría más o menos llevarse –no solucionarse– mientras los buenos precios internacionales de alguna manera compensaran la caída del dólar, pero en un proceso de nivelación tras el pico de algunos meses atrás, las cuentas para los exportadores se hacen más justas y generan incertidumbre.

A juicio de la Unión de Exportadores, Uruguay es prácticamente el único país del mundo en sostener el dólar tan bajo, debido a la inflación elevada, que a la vez es en gran medida importada, y cuanto más se tarde en corregir el desfasaje el impacto será más negativo y difícil de poder superar en un plazo relativamente breve.
Es decir, una encrucijada que no es nueva ni mucho menos, que se ha mantenido vigente durante muchos años, –con altibajos prácticamente en los últimos 25 años–, y que responde a los problemas estructurales de siempre del Uruguay, donde un excesivo gasto improductivo del Estado, agregado al déficit estructural obliga a “ir la llevando” con medidas de contención para tratar de que la sangre no llegue al río.

Pero llegan momentos en que los problemas se suman, por factores exógenos como en esta coyuntura, porque no hay genialidades ni recetas mágicas, y de lo que se trata es de ir acoplando gradualmente medidas realistas, más temprano que tarde.
Lo que no es para nada fácil, porque sin excepciones los ministros de Economía de todos los partidos no han dado con la receta, más allá de ser favorecido el momento con períodos de bonanza internacional, pero los problemas de fondo quedan, para ser traspasados al gobierno que venga, lo que equivale a ir tapando las goteras en el techo sin cambiar siquiera una chapa.